A escondidas

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-Majestad, terminamos nuestros recados por hoy. Mis compañeros volverán a casa. -Con su cabello por los hombros, el cuerpo ya crecido, y un respeto y porte diferente ante su alteza, Kenma se inclinaba hacia el rey.

-Está bien, Kenma. Hoy también hicieron un buen trabajo. -mencionó desde el marco de las enormes puertas del castillo. Sus ojos se abrieron de manera inmediata y sorpresiva, y un escalofrío se apoderó de su cuerpo. Kenma se percató de este gesto, así que volteó a ver que era lo que tanto asustaba al padre de Kuroo. 

Cuando vio de qué se trataba, llevó la mano a su rostro y suspiró de cansancio. Otro día que debía lidiar con aquella garrapata que se pegó en él años atrás, pero ahora tenía cerca de veinte años.

-¡Kuroo, deja eso en el suelo ahora! Sabes que no tenes que correr con ningún tipo de espada en la mano, no importa que sea de práctica. -Efectivamente, el azabache corría hacia el castillo con eso en mano,  luego de otra tarde de entrenamiento. Kenma le gritó esas palabras y se posicionó enfrente de él, con el ceño fruncido. Kuroo esbozó una enorme sonrisa, divertido por la preocupación de su amigo, y dejó la espada a un lado.

-Iré a asearme, ven conmigo. Necesito que alguien me rasure los vellos de la cara, en unos días vendrá mi prometida, ¿No es así? -esta vez, le preguntó a su padre.

-Sí, es así. Pero debes dejar de molestar a Kenma para cosa que tengas que hacer, ese no es su trabajo.

-¡No es molestia para él! ¿Cierto? -El menor recibió un codazo por parte de Kuroo y debió responder casi por obligación.

-No, no lo es...

-Te encargo a mi hijo, entonces. -Dicho esto, el rey se retiró, seguido de dos de los sirvientes que iban con él hacia todos lados. Kuroo le guiñó un ojo al menor y lo arrastró con él hacia los baños. Se retiró el kimono, dejando a la vista su espalda esbelta, y antes de poderse meter a la fuente de agua caliente, recibió un golpe en el hombro.

-¡Deja de ser tan insolente! Nos descubrirán por tu culpa

-Aunque seas de pequeña contextura física, golpeas bastante fuerte, ¿Sabes? Golpear al príncipe significa la horca
-se frotó el brazo e ignorando el comentario anterior, sumergió su cuerpo lentamente en el agua.- Ven aquí, te extrañé mucho.

-Nos vimos ayer, como todos los días

-No me refiero a eso...


Kenma realizó una sonrisa ladina y se sentó al borde de la fuente, sumergiendo solo sus pies. Extendió sus brazos y recibió en su pecho al azabache, que se movió hacia el para ser abrazado por con quien realmente desearía comprometerse, dejándose mojar por las gotas que caían de su cuerpo.

-¿Así que hay que dejarte bello para tu prometida?

-Se pueden ir todos a cagar por mí, pero debo engañar a mis padres con que el compromiso me importa, es la única forma de no levantar sospechas
.

-Su alteza me ordenó encargarme de ti, ¿Qué debería hacer? -pasó sus dedos por el cabello del príncipe y tironeó un poco de ellos, obligandolo a elevar su rostro. Inclinó su cabeza y, como si fuese una transferencia de pensamientos, ambos juntaron sus labios en un beso.

-Encárgate de mí toda la vida, te lo ordeno. -le murmuró por sobre los labios, mientras intercalaba sus palabras con pequeños besos que le depositaba.

-Eso haré, tú eres mío.

-Lo soy, eres mi rey.

El rey -kuroken (Kuroo x Kenma)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora