Epílogo

15 2 1
                                    

Ya ha pasado tres años desde que tengo a Matilda. En ese tiempo no he visto ninguna reacción más de ella.

Me encontraba limpiando el polvo de mi habitación. Debo de confesar que las otras veces que limpio, no quería mover a Matilda y al payaso, puede que por pereza o respeto, pero esta vez tenía que moverlos.

Primero cogí al payaso. Le quité el polvo, lo limpié y lo puse en otra estantería.

Al girarme para coger a Matilda, casi me da algo. Volvía a tener esa expresión de enfado o disgusto de hace años.

Me había quedado pálida. La cogí con miedo, la limpié, limpié la estantería, y la volví a ponerla en su sitio. También volví a poner al payaso a su lado.

Bajé de la cama y me dispuse a limpiar el resto del cuarto. Al rato, volví a mirar a Matilda y otra vez volvía a estar contenta.

Ese día aprendí que si debo de moverla, también debo de mover al payaso, porque por alguna extraña razón, Matilda tiene un vínculo muy fuerte con ese muñeco de porcelana y bajo ningún concepto, hay que separarlos...



















Espero que os haya gustado la historia.

Me podéis dejar en los comentarios qué os a parecido mi anécdota y si ustedes también tenéis alguna anécdota paranormal.

Hasta la próxima :3

RECORDATORIO: Esta anécdota es un hecho real que he vivido y sigo viviendo día a día.

Matilda, La Muñeca MalditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora