Famélica

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Cuando Caroline se quitó el camisón, en vez de vestirse en seguida como solía hacer, observó su cuerpo con detenimiento.

Pasó sus dedos por las costillas y las pudo contar, los huesos de la cadera sobresalían un poco al igual que los de los hombros, incluso podía cerrar completamente la mano alrededor de su muñeca.

Ella siempre había sido una chica delgada, pero ahora no estaba delgada, sino famélica.

Edward tenía razón, no la estaban alimentando bien...

Caroline tomó su té para luego comenzar a hacer las tareas. Aquel día le tocó barrer el balcón del segundo piso, desde donde tenía una vista completa del interior del Nido.

Todo se sentía más triste, los vampiros estaban tristes.

Tristes, asustados y desanimados.

Desde que Hawke había dado aviso sobre los cazadores, el ambiente se volvió más lúgubre. Ya nadie silbaba ni cantaba, los habitantes hablaban calladamente entre ellos, incluso parecían caminar con sigilo. Caroline sabía que Edward no volvería en un tiempo... pero no podía decirles. No podía animarlos. Era un secreto.

Cuando el momento de su almuerzo llegó, prestó atención a su comida. Eran las verduras con puré de siempre, ¿podría ser que la porción fuera más pequeña? A Caroline le pareció que no, o al menos no tanto. El sabor, por otro lado, sí era un poco diferente al de sus primeras comidas.

Y efectivamente, cuando terminó su plato se quedó con hambre.

La muchacha se sintió nuevamente foránea al Nido, tal como era al principio. Una humana, una presa entre los vampiros.

¿Edward entonces tenía razón? ¿Ellos pretendían hacerle daño?

No, claro que no. Era una Quiebra Voluntades, la necesitaban... ¿Pero hasta qué punto?

Tenía que hablar con Hawke. Se haría la tonta y le pediría hacerse cargo de su propia comida. Tal vez todo era un malentendido, quizás se disculparía y la dejaría hacerlo. Ojalá.

La puerta de la habitación de Hawke estaba cerrada y por lo que se podía observar a través de las cortinillas, había otra persona además de él. Seguro estaban discutiendo sobre las nuevas estrategias. Caroline tomó una silla y se sentó al lado a esperar. Lo hizo por al menos media hora que se le hizo eterna y aumentó sus nervios. Además, el estómago se le quejaba pidiendo más comida.

Finalmente, Callum salió por la puerta y al verla sentadita ahí, sonrió.

—Hola, Caroline —saludó.

—Hola, Callum. ¿Podría hablar con Hawke?

—Sí, claro —Se encogió de hombros—. Recuerda tocar con tres golpes.

Caroline observó a Callum alejarse con una inmensa tristeza. Nada le rompería más el corazón que Callum obrara en su contra y que el cariño que tenía por ella fuera puramente fingido...

Tomando coraje, se puso de pie frente a la puerta, respiró hondo y tocó tres veces.

—Adelante —se oyó la voz cristalina de Hawke.

Ella entró a la habitación y cerró la puerta. Era más grande que las demás habitaciones del Nido, tal vez el doble, aunque eso no era ningún lujo. La habitación de Caroline en la mansión de la tía Petit era aún más amplia. Sin embargo, allí entraba un escritorio y tres personas podían moverse con comodidad.

—Buenos días, Caroline —saludó Hawke desde su escritorio—. Tú háblame y yo te escucho, ¿si?

El vampiro estaba ensimismado observando mapas y haciendo anotaciones sobre ellos. Se veía tan preocupado como el resto y ni siquiera se había arreglado. Vestía simplemente en mangas de camisa y al no llevar las capas y capas de ropa de siempre, se notaba que era un hombre delgado.  Pero, por alguna razón, a Caroline le pareció mucho más atractivo y que su encanto cobraba más fuerza.

El Don de la Sombra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora