•ℭ𝔞𝔭í𝔱𝔲𝔩𝔬 10•

6 3 0
                                    

–Mamá –Llamó el niño

Pero nadie respondió.

–Lo siento –Dijo la mujer mientras cariciaba la cabeza de su hijo –Lamento no poder hacerte sonreír... Mi niño hermoso.

La mujer, triste sonrió mientras lloraba y pensó:

Mamá está cansada...

Entonces, suavemente susurro:

–No te preocupes... Allí estaré, donde el sol y la lluvia se abracen.

Y cerrando sus ojos se despidió.

El silencio abrazaba al pequeño, que entre lágrimas negó.

Los años pasaron, y allí se encontraba el joven sentado en un columpio de madera.

Los días grises lo llevaban allí. Cómo si las nubes hablaran de ella. El niño, aún después de tanto tiempo, esperaba a su madre, porque hicieron una promesa.

La madre del pequeño dijo: Allí estaré, donde el sol y la lluvia se abracen.

En una tarde que esconde su angustia, el niño quizá hoy, no pueda verla. Pero aún así, no desiste y sigue esperando.
Y la bruma del día, ya casi se acuesta.

Lágrimas corrían por su rostro apagado, sus ojos brillaron entre la ilusión y la tristeza... Al ver, un arcoiris adornar el cielo, donde el sol y la lluvia se abrazan.

El joven, derrotado en recuerdos, extendió sus frágiles manos y dijo:

–Si las nubes pudieran hablar, si tú las escucharas... Te dirían cuánto te extraño, y te pediría que vuelvas... O por lo menos, que los arcoiris fueran eternos.

Y entonces, recordando la felicidad que su madre poseía, entre un llanto devastador, por primera vez... Sonrió.

Tal vez, años atrás aún no era el momento, el lugar, ni el tiempo para sonreír. Tal vez, solo debían esperar un poco más... Meses, años, otra vida quizá.

Hay que darle tiempo, al tiempo.

Arche, parecía estar dormida en un profundo sueño. Inquieta, su pecho subía y bajaba.

Pequeñas lágrimas resbalaban en su rostro, formando profundos ríos de melancolía.

Una media sonrisa apareció en su rostro de la nada...

–¿Quien eres? –Preguntó en medio del silencio mientras abría lentamente sus ojos.

El cielo en la madrugada, comenzó a llorar. Grandes y pesadas gotas de agua, caían de las nubes grises que mataban el brillo de la luna.

El agua, se posaba sobre las hojas de los árboles y lentamente resbalaban hasta la tierra.

Era como, una típica rutina. Caía, se estancaba, disfrutaba durante milésimas de segundos el paisaje y volvía a caer.

La mañana, llegó entre el viento y los ladridos de varios perros desvelados.

La tenue resolana, entraba por las rendijas más pequeñas de las ventanas y puertas... Iluminando así, cualquier parte de la fría casa.

Arche, abrió lentamente sus ojos mientras hacía sonar cada uno de sus huesos... Observó a su alrededor, dándose cuenta de que estaba sola nuevamente.

Se levantó rápidamente del sillón al escuchar que Ying, comenzó a tirar cada objeto del mueble que se hallaba en su camino.

–¡¿Tienes hambre?! –Gritó– ¡Tienes tu tarro lleno de comida! ¡No, no tires eso! –La observó furiosa

Ying, simplemente pareció ignorarla, pero cuando miro mejor a su dueña, abrió los ojos de par en par y rápidamente se bajó disgustada de la pecera.

La joven suspiró feliz, al notar que Lihué, su pez payaso... Se encontraba en una sola parte. Él pobre, nadaba feliz de un lado hacia el otro. No aprecia entender, que alguien quería convertirlo en el desayuno.

Apartando sus pensamientos, se giró y observó su reflejo en el espejo. Se acercó a él y protestó.

Sus ojos estaban pintados de un tono rojizo y lucían tristes... Algo hinchados también.

Y sus pestañas, parecían estar cubiertas de rocío.

Pasó su mano por todo su rostro. Estaba helado, al igual que la yema de sus dedos.

La piel de sus brazos, se encontraba erizada... Y una extraña ansiedad, la invadía.

En las sombras de Shadow Donde viven las historias. Descúbrelo ahora