•ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 2•

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                                        Artes marciales
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¿Piensan que es un juego? –Gritó– Están en cámara lenta, o acaso... ¿Siguen durmiendo?

–¡No!

–¿Estuvieron entrenando su espíritu interior?

El silencio ante dicha pregunta, pareció haber sido la respuesta menos esperada. Su mirada, observó sobre todo, a una persona... Quien tampoco dijo palabra alguna.

–¡Más rápido! –Ordenó firme

El suelo comenzaba a mojarse con pequeñas gotas de agua salada... Y los ruidos de golpes tras golpes, podían ser oídos a través de las anchas paredes de cemento.

La música que menos acompañaba aquel tipo de entrenamiento, sonaba a todo volumen en el piso de abajo. Dónde ocultaba disimuladamente, los ruidos pesados de las barras y mancuernas ser tiradas con brutalidad al suelo.

–¡Deténganse! –Alzo la voz para ser escuchado por todos los alumnos– No se queden parados... Un artista marcial, descansa saltando. ¡Tiene que recuperar el aire para continuar! ¡Un verdadero artista marcial no para! –Explico– Parar significa perder, y un artista marcial nunca pierde. Solo aprende de sus errores. ¿Entendido?

–¡Si, maestro!

Sheot... ¿Cuál era su significado? –Consultó

–Posición de descanso –Respondieron varios alumnos a la vez

–Vengan –Indico– Formen una ronda y tomen asiento correctamente

Acatando aquella orden tan repentina, formaron un gran círculo en menos de un minuto, y se acomodaron en posición de loto para escuchar a su maestro. Quien si ni siquiera pareció haber pensado sus palabras. Él, simplemente hablo cuando el silencio se calló. Y su voz, pudo gobernar el lugar.

–Las artes marciales, no son un deporte... Su nombre lo dice todo, es un arte –Comentó– No se trata de venir a practicar y luego irse. Las artes marciales, son un estilo de vida. Es el estilo de vida que ustedes eligieron vivir. Ustedes, son artistas marciales dentro de este lugar, y allí afuera también lo son. Nunca dejan de serlo –Explico pausadamente

El ambiente del lugar era cálido cuando su voz resonaba en el eco del silencio. Cada parte de si, se expresaba de una manera peculiar y llevadera.

–Las artes marciales, son algo que deben sentir, que deben llevar, criar y fortalecer en su interior... En su alma. Porque si no la sienten, ¿De que les sirve practicar? –Continuó– Deben entrenar su espíritu interior hasta saber dominarlo correctamente. Solo con práctica podrán mejorar y avanzar.

Cuando aquel hombre hablaba, parecía que la duda era solo un horrendo invento, un pretexto humano al no sabes que decir.

Su voz grave y segura, parecía retumbar en las mentes de sus discípulos. A decir verdad, sus palabras, podrían ser escuchadas en los cielos también.

Nadie se atrevía a interrumpirlo, y las moscas no sé molestaban en volar. Era como... Si el tiempo se detuviese durante veinte o quizá treinta minutos.

Su respiración lenta y calmada, lo hacía parecer tranquilo. Dominaba la paz a su favor.

Sus ojos, no entraban un punto fijo al cual mirar... Así que observaba detenidamente a cada uno de sus alumnos. Percibía en ellos, sus sentimientos y estados de ánimo. Cuánta atención ponían en sus palabras, si realmente lo entendían... O si simplemente estaban en aquel lugar, porque no tenían en dónde más estar.

Su traje, era tan blanco como la nieve, y en su cinto desgastado se notaban a las luchas que había vencido... Y al igual que en su cabello largo y canoso, la edad parecía empezar a notarse en él.

–¿Entienden? –Pregunto interrumpiendo la concentración que sus alumnos poseían al escucharlo.

–¡Si! –Respondieron fuertemente.

Sus voces al unísono, simulaban formar un pequeño coro.

El hombre asintió y suspiro.

–Quiero que se acuerden de cada palabra que les digo, y que las pongan en práctica. No las olviden –pidió– Deben recordarlas en cada momento.

Cada discípulo, parecía mirar con admiración a su maestro. Verlo sentado allí, en aquel pequeño banco de madera, enseñando con tanto amor, era especial.

–Pueden levantarse –Susurró

La ronda, se había desarmado y cuando todos estuvieron de pie, el silencio nuevamente se esfumó. Aunque el orden nunca desaparecía.

Un hermoso y pulcro traje blanco, cubría el cuerpo de cada alumno, y en sus cinturas, yacían atados con perfectos nudos, brillantes cinturones de distintos colores. Cada uno de ellos, llevaba consigo un significado y marcaba la graduación y aprendizaje del alumno.

–¡Alineados! –Ordenó fuertemente

Dos filas se formaron en un abrir y cerrar de ojos, como si fuese una obra de teatro y tuviesen cada guión memorizado.

Todos colocaron sus manos detrás de la espalda, una sobre la otra, en forma de respeto. Sus piernas estaban separadas aproximadamente un ancho y medio de hombros.
Sus espaldas, se encontraban tan rectas que parecían imponer miedo y sus miradas altivas, siempre observaban cada instante hacia el frente.

Aquel hombre mayor, se colocó al frente, en medio de ambas filas y luego de analizar atentamente que todos estuviesen alineados con pulcritud, pudo respirar calmadamente.

Las respiraciones eran lentas y pacientes...

–¡Charyot Sabúm nim ke kyong ye! –Gritó el hombre que dirigía la clase

Todos los alumnos hicieron una reverencia y al mismo tiempo dijeron: ¡Taekwon!

La clase, había finalizado.

Cada personas apresurada recogió sus cosas y al pararse en la puerta del lugar, hacían una pequeña reverencia con la mano en el corazón en forma de saludo y agradecimiento.

El desagradable sonido del bullicio y la música sin estilo, invadió el lugar en cuando las puertas fueron abiertas.

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Charyot Sabúm nim ke kyong ye: Atención saludo al maestro

Sheot: Alto / deténganse

Nota: Perdón si el capítulo se hizo muy extenso! Y gracias por su apoyo...✨

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En las sombras de Shadow Donde viven las historias. Descúbrelo ahora