(14) DOY CLASES DE ADIESTRAMIENTO.

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Estábamos parados en las sombras del  Boulevard Valencia, mirando letras doradas grabadas en mármol negro: «ESTUDIOS DE GRABACIÓN EL OTRO BARRIO».

Debajo, grabado en las puertas de cristal también se leía: : «ABOGADOS NO, VAGABUNDOS NO, VIVOS NO».

Era casi medianoche, pero el vestíbulo estaba brillantemente iluminado y lleno de gente. Detrás del mostrador de seguridad estaba sentado un guardia de aspecto rudo con gafas de sol y un auricular.

Percy se volvió hacia Grover y yo. "Muy bien. ¿Recuerdan el plan?".

"¿El plan?", Grover tragó saliva. "Sí. Me encanta el plan".

 "¿Qué pasa si el plan no funciona?" pregunte. 

"No pienses en negativo".

"Correcto", dije. "Estamos entrando en la Tierra de los Muertos, y no debería pensar en negativo".

Percy sacó las perlas de su bolsillo, las tres esferas lechosas que la Nereida le había dado en Santa Mónica. No parecían un gran respaldo en caso de que algo saliera mal.

Puse mi mano en su hombro. "Lo siento, Percy, los nervios me traicionan. Pero tienes razón, lo conseguiremos. Todo saldrá bien". Le di un codazo a Grover.

"¡Oh, claro que sí! " intervino el asintiendo con la cabeza. "Hemos llegado hasta aquí. Encontraremos el rayo maestro y salvaremos a tu madre. Ningún problema". Percy nos miró agradecido. 

Realmente no sé por qué lo estábamos consolando, solo unos minutos antes, casi nos había estirado hasta la muerte en camas de agua de lujo, y ahora estábamos tratando de hacerlo sentir mejor.

Percy deslizó las perlas en su bolsillo. "Vamos a repartir un poco de leña subterránea".

Entramos al vestíbulo de EOB. 

Una música suave de ascensor salía de altavoces ocultos. La moqueta y las paredes eran gris acero. En las esquinas había cactos como manos esqueléticas. El mobiliario era de cuero negro, y todos los asientos estaban ocupados. Había gente sentada en los sofás, de pie, mirando por las ventanas o esperando el ascensor. Nadie se movía, ni hablaba ni hacía nada. Con el rabillo del ojo los veía a todos bien, pero si me centraba en alguno en particular, parecían transparentes. Veía a través de sus cuerpos.

El mostrador del guarda de seguridad era bastante alto, así que teníamos que mirarlo desde abajo. Era alto y elegante, de piel color chocolate y cabello rubio teñido rapado al estilo militar. Llevaba gafas de sol de carey y un traje italiano de seda que hacía juego con su pelo. Una rosa negra estaba prendida en su solapa bajo una etiqueta plateada con su nombre. Leí la etiqueta con el nombre y luego lo miré con desconcierto.

"¿Tu nombre es Quirón?" preguntó Percy extrañado y gemí por dentro. 

El se inclinó sobre el escritorio. No podía ver nada en sus lentes excepto mi propio reflejo, pero su sonrisa era dulce y fría, como una pitón justo antes de que te devorara.

"Mira qué preciosidad de muchacho tenemos aquí". Tenía un acento extraño, británico, tal vez, pero también sonaba como si hubiera aprendido inglés como segundo idioma. ''Dime, amigo, ¿te parezco un centauro?''

"N-no".

"Señor", añadió suavemente.

"Señor", repitió Percy.

Agarró su tarjeta de identificación con dos dedos y pasó otro bajo las letras.

"¿Sabes leer esto, chaval? Pone C-A-R-O-N-T-E. Repite conmigo: CA-RON-TE.".

"Caronte".

"¡Increíble! Ahora di: señor Caronte.".

"Señor Caronte", dijo Percy.

Annabeth Chase y el Ladrón del RayoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora