008.

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Ser un hombre de negocios había logrado enseñarme que todo en la vida era una transacción: lo que das, recibes. Lo que pides, obtienes. No obstante, el concepto clave en conseguir siempre lo que se quería era ser lo más específicos que podíamos cuando de pedir trataba.

Y supe, cuando Seo Soojin se presentó en mi casa, (nuevamente en una noche que no le correspondía) que su persona era insistente y astuta cuando de negociar se hablaba.

- ¿A dónde se dirige? -sobretodo, observante a mi persona consiguió molestarme el hecho de que haya sido obvio mi intento por escabullirme de su presencia.

Y es que, ¿cómo podrían culparme cuando una mujer como aquella había conseguido sacar mi nerviosismo en una forma que no era digna de mi? De hecho, a diferencia de hace días cuando ella era la que ignoraba mis llamadas, ahora era yo el que ignoraba sus mensajes. No obstante, era mucho más humillante admitir que estaba siendo sumiso ante una situación en la cual el control lo debía tener yo.

- A cenar -hablé con la verdad. No me convenía haberlo hecho debido a que sus ojos marrones escanearon mi persona con una prisa que me ayudó a adivinar a donde se dirigía la conversación.

- ¿Puedo acompañarlo? -ahí estaba. A pesar de que me encontraba evitando su soberbia mirada no tuve más opción que encontrar sus pupilas dilatadas a la par de su pregunta; debía ser una broma, pero tenía yo la culpa en dejarla sobrepasar mis límites de aquella manera. Aún peor, no conseguí poder decirle que no-. Por favor -insistió.

No obtuve el suficiente tiempo para replantearme lo que estaba haciendo para cuando la mujer de cabellos cortos se subió en el lado del copiloto con agilidad. Y, con las manos en reposo sobre su regazo volvió a clavar sus insistentes orbes sobre mi a la vez que encendía el carro con mi cuerpo aullándome que destruyera aquel sentimiento que comenzaba a crecer en mi pecho.

Nunca imaginaría que yo, Kim Seokjin, estaría nervioso cerca de una mujer como ella.

Me caí pésimo en sobremanera que tuviese que aguantar mi respiración como si esto pudiese delatar lo incómodo que me hallaba. Pues, cada vez más caía en cuenta de que Seo Soojin no era quien yo creía que era. Como si el agua empezase a quemar como el vodka, su persona se había convertido en el ardor que se sentía en el esófago al tomar la bebida. Y era decisión mía discernir si me gustaba cómo quemaba.

- Está bastante mal que me haya visto desnuda y aún así quiere que siga insistiendo con que me toque -sus palabras hicieron notorio el incómodo silencio que había dentro del vehículo y, aún más, que yo no había dicho palabra alguna hacia su expletiva actitud la noche de hoy. Era obvio que estaba buscando algo de mi y era aún más patente el qué. Sin embargo, por primera vez desde que la conocí estaba inseguro de qué tan bueno sería involucrarme con ella aún más de lo que estaba.

Había sido yo el que propuso la restricción de sexo en nuestro acuerdo, pero ella se hallaba, furtivamente, buscando alguna manera de hacerme cambiar de opinión.

- He dicho que lo pensaría -me digné a demostrarle un poco de mi fortaleza, haciendo claro que aún había en mi algún tipo de control sobre la situación. No obstante, como si hubiese visto a través de mi acto, un pequeño bufido salió de sus labios, brillantes a causa del labial y, como una mocosa que lo único que sabía hacer era desobedecer, arqueó una ceja en mi dirección.

- Eso lo ha dicho hace dos semanas.

Era insulso el que me tratase con respeto y aún se dignara a insultarme de aquella manera haciendo visible mi plan por evitar hacer cualquier decisión que la incluyera a ella. Realmente, aquello me enfureció como ninguna otra oración que había dicho en mi dirección. No obstante, no cabía en mi el expresarlo de inmediato cuando nos encontramos aparcados en la casa de mi tío, que, a pesar de que no me convenía haber traído a Soojin a aquella cena, era muy tarde para redimirme ahora.

ALCOHOL | KIM SEOK JIN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora