10. GUERRA - PARTE I

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Dedicado a @stefiavallgar y a @ngelloquitoLulu  mis dos grandes amigas y quienes me han estado apoyando desde el inicio para continuar esta historia.

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Este es un capitulo de duración especial

Disfrútenlo

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No tengo miedo de un ejército de leones guiado por ovejas; tengo miedo de un ejército de ovejas guiado por un león.

Alejandro Magno

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En lo alto de las montañas más rocosas del imperio de las águilas, en piedra blanca y banderas moradas, se eleva en altas torres y muros infranqueables el castillo que resguarda a la familia real de Shiratorizawa, por sus pasillos, ataviado en una armadura plateada y una capa purpura ondeándose en su espalda sostenida por el broche de un águila de rubíes engarzados, el príncipe de estas tierras camina con premura hacia el salón del trono, tras él, escondidos entre las sombras, sus aliados se mueven, silenciosos e indetectables, cuando llega a la entrada del salón, su impetuosidad impide a los guardias anunciar su llegada y con un aspaviento de sus manos las puertas se abren en un gran estruendo, atrayendo así sí mismo, la atención de todos los presentes, cuando entra, detrás de él las puertas son cerradas con sigilo por los ujier(1), temerosos de las represalias de sus gobernantes, sin embargo, su alivio no dura demasiado pues antes de que se den cuenta, sus narices y bocas son tapadas, dando paso a la daga que se clava en sus corazones y para ser retorcida después, cinco hombres, dos heraldos y tres guardias, caen muertos fuera del salón del trono, sus asesinos portan el escudo de armas de la familia real y su líder una capucha negra que le permite desvanecerse entre las sombras.

Sin saber lo que está pasando afuera, el Rey se pone en pie y el ceño fruncido de su rostro muestra la molestia que le causa el exabrupto del príncipe, la corte que lo acompaña se sume en un silencio expectante, no es una novedad que los arranques del príncipe suelen desencadenar discusiones que pronto se convierten en la cuna de los nuevos chismes de la nación.

Totalmente indiferente a los ojos escrutadores de los presentes y durante unos segundos, cuando el príncipe se para frente al trono con el rostro alzado y la espalda recta, sin ningún rastro de subordinación en su lenguaje corporal, en absoluto desafío, exudando dignidad y furia fría, el Rey, Eita Semi, el doncel usurpador, lo examina, y desconfiado se prepara para una lucha, con un mal presentimiento atenazando su estómago <<Es hoy... >> se dice <<Vienes por tu trono ¿no es así pequeña águila?>> piensa con desprecio, no está dispuesto a entregar todo lo que piensa que le pertenece sin luchar, aun si es al hijo del hombre al que ama, después de todo, su ambición siempre ha sido más fuerte que su piedad, sin embargo, por un instante, sus pensamiento desembocan en su amable esposa, aquella que se le fue concedida para reforzar la unión entre las águilas y los cuervos, que permanece de pie, alerta junto él, ataviada en una armadura negra y una capa roja, y siente lástima, porque a diferencia suya, ella está dispuesta a dar su vida por protegerlo, pero si él debe elegir entre la vida de su compañera y la suya, está claro cuál será la elección, por lo que saliendo de sus ensimismamiento, se prepara para enfrentar, la batalla, que su instinto le dice, puede ser la última.

- Taichi – reconoce el Rey, despojándolo de su título, y degradándolo a propósito, al enemigo se le vence con palabras antes de las armas, concluye de su propia experiencia, aun así la única respuesta que recibe del príncipe es una ligera inclinación como saludo, ignorantes de la telaraña que se teje ante sus ojos, los miembros del consejo imperial que aquel día se encontraban en la reunión mensual de la corte para dirigir el reino, miran atentamente la interacción y sin que los mayores lo noten, los más jóvenes se acercan a ellos con sigilo, hombres y mujeres, jóvenes leales todos, atentos a los movimientos del príncipe.

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