Perspectiva

12.1. OMAKE

Hajime Iwaizumi es el actual heredero al trono de Aoba, se le reconoce como un gran guerrero y está por convertirse en líder de la armada por su propio merito, amado, respetado y temido, podrán decir muchas cosas sobre él, en su humilde opinión es que solo es un tonto enamorado, mismo que sale del salón del trono con el rostro compungido con ira.

- Parece que no salió bien – es todo lo que puede decir Takahiro mientras acompaña al enajenado Hajime camino a los jardines.

- Es un necio – es la única respuesta que recibe del príncipe.

- Tienes que admitir que creer que Shiratorizawa nos atacara solo para reafirmar su poder, suena algo absurdo – opina con algo de indiferencia, tal y como previo, su comentario lo único que se necesita para detener su marcha errática y que sus ojos totalmente serios lo fijen con una intensa mirada.

- Tōru jamás se equivoca – y entonces Hajime le responde tal y como espera, inevitablemente lo mira burlonamente, logrando avergonzarlo y que logre apartar la mirada, dándole la espalda para continuar con su camino, sin embargo, su firmeza no varia cuando dice lo siguiente – no importa si papa no le cree, preparemos todo para que, en caso de que ocurra algo, no pase a mayores – es su decisión.

- Bien – accede sin mayor problema, ha estado junto a este par durante toda su vida, confía a ellos a pesar de todo y sabe que, llegado el momento, guiaran a Aoba hacia la grandeza, y el estará ahí para burlarse de ellos hasta el fin de los tiempos por los asquerosamente cursis que pueden llegar a ser – pero que Tōru no se entere de esa confianza ciega que le tienes o se pondrá insoportable – opina burlesco mientras lo acompaña.

- Cállate

Y tal vez, si el tiempo se lo permite, pueda reunir el valor e invitar a Issei a tomar una cerveza.

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Sube las escalares hacia la única habitación en la torre, el castillo está a oscuras, su hijo yace dormido en su cuna, pero su esposo no estaba a su lado cuando se despertó en medio de la noche, lo encuentra justo donde espera. Viendo al pequeño recién nacido que descansa a la luz de la luna.

- ¿Cómo está? – es todo lo que puede preguntar mientras se acerca a su marido, Hajime no ha sido el mismo desde la traición de Issei y su abandono.

- Los Sanadores dicen que está estable, pero tienen miedo de que empeore – hay una tensión en su espalda y una culpa en sus ojos que daría todo por borrar.

- No fue tu culpa Iwa-chan – intenta consolarlo, apoya su mano en su espalda, los adoloridos ojos de su esposo aun no lo miran.

- Míralo Tōru, es un cachorro tan pequeño, ni siquiera logro alcanzar el tiempo óptimo de gestación, puede, él puede... - ni siquiera se atreve a decirlo, la sola posibilidad de la muerte del niño lo aterra - ¿Cómo pudo hacernos esto? ¿a Takahiro? Eran almas gemelas... - es entonces cuando toma la decisión.

- Llevémoslo con nosotros – le dice a Hajime, canaliza su magia para mover el escudo mágico de la cuna y colocarlo directamente sobre el cachorro.

- Tōru, no tienes que hacer esto – lo escucha decir, ama a su esposo, pero puede ser un poco obtuso en ocasiones.

- Iwa-chan, cállate – le pide, acomoda al bebe contra su pecho asegurándose que no se despierte – vamos, han sido un par de semanas largas y horribles, todos necesitamos descansar o nos saldrán arrugas antes de tiempo...- lo toma de la mano y comienza a caminar tirando de él.

- Tōru – le dice y es cuando lo siente detenerse, soltando su mano, pronto siente como los fuertes brazos de Hajime lo rodean desde su espalda – Gracias – lo escucha murmurar con la voz estrangulada desde el espacio donde esconde su rostro en la unión de su cuello y hombro izquierdo.

- Hajime, no tienes que agradecer nada, somos un equipo, dos siempre son mejor que uno...

Más tarde esa noche, cuando ya están los tres acostados, mientras él bebe sin nombre esta acurrucado en el pecho de su esposo, guarda una promesa contra su pecho.

Nadie volverá a lastimar a su familia.

Akira sería un buen nombre.

Es lo último que piensa antes de quedarse dormido.