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Robaire volvía a su hogar tranquilamente en el carro de su madre, ella le ofreció llevarlo pues no le gustaba que a su hijo lo reconocieran al punto de perseguirlo sin respetar su privacidad.

Rob iba muy hundido en sus pensamientos mientras miraba la ventanilla.

-¿pasa algo?-preguntó su mamá con curiosidad.

-no, nada- le dio una sonrisa para no preocuparla.

-¿en serio? Te veo muy distraído- confesó después de dar una carcajada -no será que mi mejor hombre está enamorado?- esto último agregó alzando una ceja.

Rob se sentía avergonzado, no sólo porque su madre logró descubrir sus sentimientos viendo sólo su comportamiento, si no también porque uso ese apodo que desde niño le decía; "mi mejor hombre".

Ese apodo su madre lo usaba en los días difíciles donde en la casa faltaba comida, como su padre siempre estuvo ausente el sentía la responsabilidad de cargar con los problemas de su mamá, a pesar de que sólo era un infante.

Su mamá no insistió más con el tema de el enamoramiento, no era necesario; después de todo ya el tendrá la confianza de hablarle del tema.

El moreno cansado entró a su casa, buscó en la cocina agua para beber y luego reviso el lugar para ver si alguno de los chicos había llegado, como no encontró nada en la sala ni en las habitaciones decidió revisar el único lugar que faltaba, el patio.

Respiró el aire profundo que lo rodeaba, le gustaba alejarse de tal manera para que su mente no estuviera tan cansada.

Rob se iba a sentar en una de las sillas, pero hubo algo que lo lastimó; era el resorte de un cuaderno.

El moreno pensó "¿quien dejo esto aquí?", lo tomo entre sus manos y comenzó a ojiarlo.

Al abrirlo, vio varios dibujos sobre todo tipo de animales. "Esto es de Tae", sonrió al recordar la obsesión del pequeño por el mundo animal; mientras mas avanzaba las páginas los dibujo se hacían más incompletos y mucho menos detallados.

Eso lo ponía triste, el sabía que las inseguridades del rubio se lo estaban comiendo vivo.

Siguió pasando páginas hasta que algo llamó su atención, era el nombre de él; escrito en rayones por toda la hoja y no sólo eso, también había corazones al rededor.

Él no estaba entendiendo nada, su corazón empezó a acelerarse pues esto lo hacía sentir emocionado y a la vez confundido, había dibujos de él leyendo o escribiendo canciones; No sabia como reaccionar.

Al voltearse encontró la mirada de Tae frente a él, nadie dijo ningúna palabra. No había nada que decir pues ya era obvio que los dos lo sabían, el secreto más vergonzoso del menor.

El rubio se puso rojo y de él brotaron lágrimas, el mayor intentó acercarse pero antes de que pudiera Tae salió corriendo.






Nadie se dará cuentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora