Penas de un niño ( Estela B.)

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Entramos al café elegante de la esquina un lugar con vistas excelentes y un mobiliario de ensueño lo mejor en pastelillos, el mesero que estaba a punto de dormirse nos tomó la orden presuroso

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Entramos al café elegante de la esquina un lugar con vistas excelentes y un mobiliario de ensueño lo mejor en pastelillos, el mesero que estaba a punto de dormirse nos tomó la orden presuroso.

- No se que pedir, nunca vine por aquí - susurró el pequeño.

- Un pastel de moras entonces que son irresistibles - le aconsejé.

- Tres cafés y un pastel a la orden - dijo el mesero trayendo rápidamente el pedido.

- Ahora Esteban me contarás lo que sabes.

- Solo a usted - dijo en tono desconfiado.

- Por Torres no te preocupes es una tumba - le dije.

- Por supuesto solo no me obligue a hacer juramentos - añadió él.

Esteban

La familia Fernández vivía feliz en villa Begonias hasta que
la señora enfermó de un extraño padecimiento que le producía unas manchas amarillas y la volvía mas pálida cada día, el doctor solo le dio la causa a su esposo que de la noche a la mañana cambió.

Se encerraba en su estudio todo el día y de noche acudía a casinos para malgastar su dinero allí conoció al "jefe" personaje que le pagaba las deudas y al cual su familia nunca conoció.

Un día el "jefe" exigió el pago de la deuda a lo que el ministro se negó ello causó amenazas que producían miedo por su familia así que tomó la decisión de partir de madrugada pidiéndole a su hijo que cuidara de su madre.

******

Cuando terminó el relato el pequeño lloraba.

- Oiga, consuele al niño - me dijo Torres.

Si algo me daba miedo en esta vida era el dolor, recuerdo que lloré de niña al perder a mi madre pero son solo fragmentos brumosos de un pasado que deseó borrar así que me quede estática observando al pequeño desfogar su dolor.

- No llores pequeño, seguro tú padre hizo eso para protegerte - le consoló Torres.

- Pero yo no quería que se fuera.

- El destino juega con nosotros como las mareas que arrastran a los barcos.

Que demonios estaba haciendo jamás creí que alguien como él, tan intimidante fuera un manso corderito ¿Estaba fingiendo? ¿Era mas astuto de lo que yo pensaba? su rostro reflejaba una sonrisa conciliadora de un padre que consuela a su hijo. No me importaba que la escena se viera tierna desconfiaba de Torres.

Dejé de verles para dirigirme al mostrador donde el joven pelirrojo pretendía limpiar la impecable vitrina, cuando le pedí teléfono dijo que solo era para empleados así que tuve que usar mi plan sonrisa para presionarle.

- Hola Miguel como va la vida aburrida - le saludé.

- ¿Cómo está la luz de mis ojos?

- No vengas con miel que estoy en la colmena.

- ¿Ocurre algo con Torres?

- Nada a Torres le detesto solo necesitó un adelanto para poner en marcha mi plan.

- Detestas a medio mundo y con respecto al dinero yo financiaré tu plan.

- Esta bien, no tengo mucho tiempo así que cuidate .

- Adiós.

Me apresuré a volver al salón donde el sonrojado pelirrojo me pidió mi número, la mayoría de gente suele cumplir mis pedidos cuando les ofrezco mi sonrisa excepto claro Miguel que se sabe todas mis artimañas, uno de estos días probaré con Torres para ver si me deja en paz.

Ambos estaban conversando y comiendo pasteles como si se conocieran de toda una vida.

- Alexander, mi madre jamás me permitiría entrar con todos estos pasteles dice que son malos para mí.

- Esteban eso nos hace humanos saber que algo esta mal y aun así cometerlo además si lo pones en ese bonito gorro que llevas puesto nadie lo notará.

- De acuerdo, ya me tengo que ir o mi madre notará mi ausencia.

El niño se despidió de mí con la mano para luego salir disparado a su domicilio así que me senté al lado del policía que parecía algo deprimido.

- Hoy hizo un nuevo amigo - le dije sonriente.

- Es un muchacho estupendo se parece a usted ... bueno solo físicamente... no es que yo diga... usted me entiende.

Torres creía que yo era fría, era excelente pues un día el pobre policía que era todo dulzura se alejaría de la mujer cruel pero tenía razón el niño se me parecía incluso mas que a su madre que aunque fuera rubia tenia ojos verdes; menuda casualidad.

- Sería usted buen padre - cambié de tema.

- No creo - dijo con el rostro ensombrecido marchándose sin decir una palabra.

Traté de seguirle el paso con la poca fuerza que me quedaba en las rodillas pero era demasiado rápido, el esfuerzo me hizo caer de bruces causado por el martirio que vivía por no tomar mi medicina. Torres se dio la vuelta solo para verme en un estado patético no le quedo de otra que ayudarme disculpándose.

- Yo lo siento Estela... no debía caminar tan rápido.

- Solo cállese que no repara nada, un taxi.

- Puedo ayudarle.

- Ya tengo bastante solo quiero que se largue y me deje en paz.

Me marché dejándole solo después de todo no estaba molesta con él, me tomé las pastillas de mi bolso diciéndome a mí misma que tenia el camino libre para iniciar mi plan.

******

La luna dibujaba destellos de plata en villa Begonias apodada también ángeles de mármol, abrí la verja trasera me encontré en un jardín descuidado señoreado por dos ángeles de mármol con apariencia siniestra de noche.

Tenía que quitarme los zapatos para no producir ruido, entré por puerta de entrada sin que nadie se diera cuenta, avancé por el estrecho corredor para llegar a una sala con butacas finas y una mesa con manteles de seda "gustos de ricos" a la derecha de la sala se hallaba una pequeña puerta negra que no fue tan fácil de abrir.

En su interior una escalera caracol ascendía sospeché que al estudio.

- Tranquila Estela que solo son un par de escalones - le dije a mi rodilla que emitió una punzada protestando.

Después de mucho esfuerzo logré llegar a un estudio amplio donde además de libros financieros o información enmarañada no había nada y mi viaje habría sido en vano si no fuera por un brillo en la chimenea. Una hoja de papel quemada que llevaba un extraño escudo.

- El mismo escudo que en el collar de mi madre - casi grité.

El ruido de la puerta al abrirse me dejó helada, no estaba sola en aquel lugar.

El ruido de la puerta al abrirse me dejó helada, no estaba sola en aquel lugar

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Secretos de la dama de rojo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora