Capítulo 2

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—¡Harry, baja ya sino quieres morirte de hambre hasta el almuerzo!

Octubre ya estaba por finalizar, y Harry realmente odiaba noviembre. Era una lástima que su madre no lo haya dejado hibernar durante ese tiempo, porque realmente le hubiera servido un poco de una calmada paz tirado en su cama.

Cumplir los veinte años no había sido tan fácil como esperaba. Solo fue un recordatorio constante de que nunca podría vivir con sus padres.

Se estiro entre las sábanas, escuchando sus brazos crujir cuando los alzó con fuerza.

Se levantó con la idea de ir a buscar comida después de colocarse las gafas, luego volvería a su cama para morir tranquilo.

—¡Al fin! Ya comenzaba a creer que te habías tirado por el balcón —dijo su padre cuando entro a la cocina. Harry bufó, pasando sus manos con desesperación por su rostro—. Creo que eso quiere decir que no estas de tan buen humor...

—¡Oh, James, déjalo! —gruñó Lily, dejando un plato con pan y huevo frente a su hijo y otro frente a James—. El pobre está cansado, y ya sabes como se pone a inicios de noviembre. Pareciera que nadie puede sacarlo de la cama...

—Mamá, estoy aquí —murmuró el menor, como si fuera necesario recalcar su presencia.

—Claro que si, cariño. ¿Quieres jugo de durazno o de la calabaza? —dijo ella, y no parecía importarle mucho que estuviera presente mientras comiera toda la comida de su plato—. Debes alimentarte bien si quieres tener un buen físico para tu próximo trabajo...

—No me aceptarán en ningún lado —murmuró irritado, mostrándose decepcionado ante sus padres—. ¿De verdad crees que el pueblo no sabe que soy una atracción de problemas?

Lily sonrió comprensiva, tomando asiento a su lado.

—Lo lograrás, confiamos en ti... Siempre confiamos en ti, no lo olvides nunca, pero favor—dijo, mirando de reojo a James—. E incluso si no consigues uno, siempre tendrás tu habitación allí arriba.

Harry sonrió también, sintiéndose extraño de repente, teniendo un mal presentimiento que apareció de la nada.

La mañana paso rápido, y aunque Harry sospechaba de que no tenía que salir de casa, salió de todos modos. Era mucho mejor eso que quedarse echado en la cama sin hacer absolutamente nada.

—¡Harry, hola!

Volteo hacia la tienda de pasteles, en donde Hermione salía con una bolsa entre sus dedos. La saludo con un gesto torpe de manos. No había visto a la chica desde hace una semana, hasta había pensado que había vuelto a escapar con Ron hacia el sur del pueblo.

Hermione Granger era una beta que conoció hace un tiempo, más o menos cuando las clases de la catequesis terminaron y tuvo que comenzar a buscar un trabajo. Ella le había ofrecido un puesto en la pastelería de sus padres, pero se había negado en cuanto noto que prefería comprar que ser quien vendía.

Ella tenia el cabello castaño y desordenado, y unos ojos que, según Ron, eran lo suficientemente cafés como para ser considerados totalmente hermosos.

La chica portaba una sonrisa divina, una sonrisa que había cautivado a Ron, quien era demasiado cobarde como para decírselo a ella, así que prefería decirle esas cosas a su más grande y mejor amigo.

—¿Escuchaste los rumores? —preguntó ella de repente. Harry negó, no teniendo ni idea de cómo decirle que de su casa no había salido durante una semana—. Yo sí, son extraños, pero muy interesantes. Se lo pregunte a Ron ayer, pero me dijo que tu sabias más sobre esto...

In the november rainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora