Capítulo 3

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Los días pasaron sin tantas nuevas noticias, por no decir que no hubo ninguna.

Ginny y Luna habían pasado por la casa de Harry, pero este había estado muy ocupado pensando en sus problemas como para darles la atención que ambas merecían.

No había vuelto a ver a Draco desde la fiesta, y cuando estuvieron ahí tampoco hablaron mucho. Parecía que ese día todos estaban en contra de que hablaran, incluso cuando no se topo en ningún momento con Lucius Malfoy.

—Estas muy distraído, mejor ven a ayudarnos en la tienda de los Weasley —dijo su madre ese viernes, sonriendo mientras le extendía la canasta llena de ropa sucia—. Pasaremos por la lavandería, tu super fuerza nos ayudaría mucho, cariño.

Acepto solo porque necesitaba distraerse. Y cuando llegaron con los Weasley, después de dejar la ropa en la lavandería, Harry noto que los niños del pueblo estaban mucho más revoltosos de lo normal, corriendo desesperados y alegres por todo el lugar.

—¿Qué sucede? —le preguntó a Olivia, a la única chica que conocía de entre todos ellos—. ¿Pasó algo malo de lo que todos están felices, pero no deberían?

—¡Claro que no! —exclamó la niña con más entusiasmo del que debería mostrar una alfa que estaba entrando en la adolescencia. Aunque luego recordó que él a veces era peor—. ¡Pero no puedo decirte, los adultos no pueden enterarse, y tu entras en esa gran categoría, Harry Potter!

Después de eso se unió a los otros niños, corriendo en dirección al puente, pero ninguno de ellos pasaba por ahí, solo doblaban y seguían un camino de rocas, que llevaba a la orilla del río.

—¡Mamá, vuelvo en diez minutos! —gritó, dejando su abrigo en la perilla de la puerta para luego correr detrás del grupo de infantes, esperando tener una respuesta.

El camino de piedras era largo, y rodeaba la Mansión de los Malfoy, llegando así por detrás de ella. Harry se sorprendió al ver que los niños ni siquiera entraban ahí.

Ellos iban directamente a un muro de espinas y rosales, en donde había una pequeña puerta en donde entraban todos. Parecía una especie de entrada secreta a un ligar que permanecía en secreto, pero no para los niños.

Siguió cuidadosamente a todos ellos, esperando no tener que soportar escuchar otra vez la frase de: "Los adultos no se permiten", porque estaba seguro de que se echaría a llorar por ya haber crecido demasiado.

Abrió la puerta con suavidad, deteniéndose en cuanto escucho a muchos niños parloteo al mismo tiempo, para después escuchar una dulce y calmada voz, refiriéndose a los niños como "pequeños guardianes de secretos".

—"¡Oh, esto será tan hermoso!"

Harry estaba seguro de que reconocería esa voz fingida y actuada donde fuera.

—"Es lo que lo que cualquier persona tan bella como usted merece" —dijo otra voz dramatizada, la cual también reconoció de inmediato.

Al diablo con que los adultos no se permitieran, porque ahí habían dos de esos.

Abrió un poco más la puerta, esperando no espantar a los presentes ahí dentro. Grande fue sus sorpresa al ver a Draco con un enorme libro entre sus muslos, viendo el como Luna y Ginny actuaban frente a un gran grupo de niños.

Ambas iban vestidas de princesas, con tiaras y pulseras de fantasía. En cambio, Draco llevaba una corona de flores rodeando su cabeza, desordenando su bello flequillo y su cabello sostenido en la misma coleta de siempre. Y, sin embargo, seguía viéndose hermoso, aún estando con sus mejillas coloreadas de azul y verde y manchadas con tierra.

In the november rainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora