𝑃𝑟𝑒𝑓𝑎𝑐𝑖𝑜.

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Un año atrás.

Soltó un jadeo al terminar su práctica, gotas de sudor recorrían sin descanso alguno el borde de su mandíbula.

Unos aplausos le obligaron a girar la cabeza, una mueca de disgusto se instaló rápidamente en su rostro al divisar la sonrisa emocionada de la fémina.

—¡Eso fue increíble Katsuki! —se levantó de su asiento y corriendo subió a la tarima.— ¡Tocas muy bien el violonchelo!

—¿De cuando a acá tenemos tanta confianza para que me llames por mi nombre como si nada? —arrugó la nariz molesto.

—¿Cómo aprendiste a tocar así? ¿No es muy complicado? —preguntó entusiasmada ignorando por completo su reproche.— ¿Crees que algún día logré ser tan buena como tú?

Chasqueó la lengua levantándose de su silla.— ¿Podrías dejar de joder? Ya eres lo suficientemente grande para saber comportarte.

Tomó su instrumento y caminó hasta detrás del telón, en busca de sus pertenencias para poder largarse de una buena vez, estaba agotado y hambriento.

La muchacha rodó los ojos, aveces no soportaba su actitud tan pedante.—Amargado... —murmuró por lo bajo.

Desde su puesto miró con atención cada una de sus acciones. Katsuki guardaba con tanto cuidado su violonchelo que una sonrisita se formó en su rostro, siempre se quejaba de lo fastidioso que era estudiar música pero, para nadie era un secreto que enrealidad amaba todas y cada una de las lecciones impartidas.

Caminó hasta posicionarse a su costado, colocando las manos en su espalda inclinó su cuerpo para poder verle.

—¿No vamos juntos?

—Cállate fea. Tu voz me molesta.

—Asi que te molesta mi voz... ¡Tengo una idea! —Corrió hacia los casilleros, dejando totalmente extrañado al cenizo.

Bakugo Retomó la compostura y giró sobre sus talones, mirando a la T/C buscar algo desesperadamente en su bolso. Rasgó una página de su cuaderno y comenzó a escribir algo descuidadamenté.

Frunció los labios, para ser una dama no se comportaba como una o al menos eso era lo que él pensaba.

T/N cerro de un golpe la puerta del casillero y colocando su mochila en su hombro corrió de nuevo hacia él, extendiendóle el papel doblado a la mitad.

—¿Que mierda es esta? —preguntó tomando el papel para inspecciónarlo detenidamente.

—Nuestra nueva forma de comunicarnos. Bueno me marcho, ¡Nos vemos mañana!

Tomo con fuerza la correa de bolso y se despidió con la mano, saliendo del salón.

Al encontrarse totalmente solo desdobló el papel, ladeó la cabeza extrañado, había una nota.

“Ya que te molesta mi voz, creo que una carta es lo más adecuado para poder comunicarnos.  Acostumbrate, partir de ahora recibirás al menos una carta diaria.

Atentamente, T/N.

Posdata; ¡Enséñame a tocar tan bien como tú, por favor!”

Al terminar de leer la carta un gesto de molestia se formó en su rostro, ¿Porque insistía tanto en hablarle? Era una perdida de tiempo.

—Esto es una estúpidez. —Gruñó. Arrugó bruscamente la carta para lanzarla al cesto de basura.

Tomó su mochila y estuche dirigiéndose a la salida sin siquiera tomarle importancia a lo que la joven había escrito.

Lo que Bakugo Katsuki no sabía, era que esa carta solo sería el comienzo de una triste y cruel historia, de la que se arrepentíria el resto de su vida.

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El metro de las diez |Bakugo Katsuki x LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora