𝐿𝑎 𝑐𝑟𝑢𝑒𝑙 𝑟𝑒𝑎𝑙𝑖𝑑𝑎𝑑.

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Presente.

Las estrellas no eran visibles en aquel oscuro cielo. Nubarrones avisaban que una tormenta eléctrica se desataría en cualquier momento.

Bakugo soltó de una bocaranada el oxígeno acumulado en sus pulmones, permitiendo que el vaho se suspendiera en el aire durante unos segundos antes de desaparecer. Hundió su rostro en su chaqueta de cuero negra y apretando el ramo de rosas en su mano derecha, continúo con su camino.

Podía sentir pequeñas gotas heladas caer sobre su ropa, los autos transitando sobre los charcos de la autopista le habían creado la ilusión de que una llovizna había iniciado. Suspiro, la humedad de su pantalón chocando contra su piel le congelaba las piernas. Incluso su calzado se había empapado.

Una vibración en el bolsillo delantero de su pantalón le hizo detener los pasos. Perezosamente busco entre las notificaciones el mensaje que recién le había llegado, era Kirishima.

«¿Estás seguro de ir solo?
09:39pm»

—Idiota pelo de mierda. —gruñó.

Leyó nuevamente el mensaje y rodó los ojos molesto antes de guardar el aparato, claro que estaba seguro, no era un maldito niño que lloraba hasta conseguir ayuda.

Continúo con su camino sin despegar la vista del húmedo piso, aún faltaban dos cuadras hasta llegar a su destino. Pero, estaba tan hundido y concentrado en sus pensamientos, que el camino parecía más corto de lo usual.

Se detuvo en seco al llegar a la entrada del lugar. Su corazón comenzó a latir con rapidez.

—Cálmate, maldita sea... Cálmate...—se reprendió en un murmullo.

Respiró hondo y continuó con su caminó, descendiendo cuidadosamente de no resbalar por culpa de la humedad de los escalones.

A lo lejos diviso unas pequeñas luces amarillas iluminar la oscuridad del pasadizo e inmediatamente se detuvo. Su respiración se volvió pesada, el aire no llegaba a sus pulmones. Jadeo intentando recuperar el aliento, pero no parecía funcionar, podía sentir como su estómago se contraía y gotas de sudor frío bajaban por su columna. Estaba comenzando a tener un ataque de nervios.

Respiró hondo y apretó la mandíbula. Chasqueó la lengua y apretó con fuerza los párpados, retomando la caminata.

El metro estaba lleno de flores y velas, en el lugar se encontraban inomerables personas llorando y otras simplemente admirando con melancolía y tristeza aquellos vagones.

Apreto el ramo y caminó hasta el tercer vagón. Su vista viajaba de un lado a otro en busca de su retrato. Al encontrar su fotografía detuvo sus pasos.

Su corazón se estrujo al ver aquel retrato, se veía tan feliz...

Con el corazón estrujado e inundado por la tristeza, se puso cunclillas enfrente del vagon y dejó el ramo de rosas recostadas al metal. Sus ojos comenzaron a picar cuando las lágrimas amenazarom con salir.

Llevó una mano al vagón y movió levemente su palma, creando una pequeña pero dulce caricia.—¿Porque te fuiste tan pronto? —murmuró en un hilo de voz, con leves lágrimas escapando de sus ojos.— ni siquiera te despediste, idiota...

El sonido de los megáfonos creo un eco que inundó por completo la estación.

Con tristeza recordamos aquellas nobles almas que partieron de esta estación con la esperanza de llegar a casa tras un largo día de trabajo, un arduo día de clases o un pesado viaje...

Hoy hace un año, una falla técnica del tren con destino a Tokio fue la causante del fatídico accidente que arrebato la vida de 15 personas inocentes.

Dias, semanas, meses o años pasaran, pero el dolor nunca disminuirá. Hoy más que nunca el pueblo de Japón recuerda a esas pobres vidas que fueron arrebatadas en un abrir y cerrar de ojos.”

Cerró los párpados y apuñando sus labios llevó sus palmas a sus oidos, tapándolos. No deseaba recordar aquello.

No quería aceptarlo. No podía.

Cuidadosamente quitó las manos de sus orejas e instantáneamente los sollozos y gritos de dolor lo aturdieron. Su cabeza daba vueltas, sentía que en cualquier momento vomitaría.

Levantó la vista y enfocó su rostro plasmado en aquella fotografía. Levantó sus temblorosas manos y con delicadeza, dejó el dedo indice y medio sobre su mejilla, acariciandola cuidadosamente.

—Por favor... —murmuró con la voz quebradiza.— por favor, vuelve T/N... Lamento ser un completo imbécil contigo, lamento todas las veces en que te ignoré, la-lamento no haberte dicho lo mucho que me gustabas... —lagrimitas escaparon de sus ojos al confesar aquello. Apretó la mandíbula y bajo de un golpe el rostro, rompiendo en llanto.

Se culpaba asimismo por todo lo que había ocurrido. Quizás si le hubiera hablado almenos tres minutos, ella seguiría aquí... Quizas, T/N no habría muerto....

Desde el maldito dia del accidente jamás se había dejado de culpar. Jamás había dejado de pensar en ella.

Se sentia un egoista al pensar que solamente él era el afectado, pues el inmenso dolor que causó su muerte había afectado a todos y cada uno de sus compañeros y profesores.

Apesar del tiempo transcurrido, su muerte fue algo que jamás superaron.

En el asiento de T/N dentro de la academia yacía uno de los violines que solía usar, acompañado de una pequeña rosa que era cambiada cada cierto tiempo al marchitarse. Nadie volvió a ocupar aquel sitio y durante las presentaciones, los jóvenes guardaban el espacio que la muchacha solía ocupar.

Al recordar aquello suspiró sintiendo una presión en su corazón. Con desgano limpio las pequeñas lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos. Había pasado todo un año desde lo sucedido pero el dolor parecía aumentar con el transcurrir del tiempo.

Con el corazón hecho pedazos dió media vuelta. Escondió su rostro en cuello de su chaqueta antes de caminar a la salida, marchandose a su hogar.

Mañana regresaría, al igual que el día siguiente y el día siguiente a ese. No importaba cuántas veces su familia y amigos le repitiesen que dejara de hacerlo, jamás perdería la esperanza de que algún día ella volvería, dispuesta a inundar su día a día con aquellas molestas cartas...

Todas sus alegrías y anhelos se fueron junto con ella, en el metro de las 10...

El metro de las diez |Bakugo Katsuki x LectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora