3-Juego de niños

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Debido a lo dicho anteriormente, el castaño la mañana siguiente, a pesar de todo lo que había pasado el día anterior, se levantó motivado. Tenía un reto que cumplir, un nuevo objetivo, probarle al mimado de Jayce como podía mejorar su invento. Todavía estaba algo molesto por lo que el chico Talis le había dicho y no había podido procesar la tristeza que tuvo momentos antes pero ahora eso no importaba, lo único que quería era probarle que era capaz.

Eran las 7:30 de la mañana y él ya se estaba alistado para comenzar su día cuando se escucharon los golpes en la puerta. Era Mihaela, la empleada, que venía a avisarle que el desayuno ya estaba listo y que bajara.

"En un minuto voy"- respondió en tono calmado y abrochado los últimos botones de su camisa, salió de la habitación.

En el gran comedor ya estaban sentados el señor Talis y su esposa pero no había rastros de su hijo por ningún lado.

"Buenos días"- respondió en tono calmado el castaño y se sentó a la mesa.

"Buenos días"- respondieron ambos al unísono mientras sonreían.

"Y...Jayce?"- preguntó solo por curiosidad.

"Oh, él está enfermo así que le han llevado su desayuno a la habitación"

"hm"- asintió Viktor y continuó con su desayuno. Luego de que los señores Talis se fueran de la mansión pensaba ir y comenzar con su prototipo de guanteletes para demostrarle a Jayce que él no era un inútil. Pensaba hacer los suyos porque el otro chico no querría que utilice como base los de él.

Cuando los dueños de la casa se despidieron, él volvió a la planta alta.

Primero iba a esperar en su habitación a  que el desayuno se aceptará en su estómago para posteriormente comenzar a trabajar.

Mientras estaba sentado en su habitación, observando el jardín a través del gran ventanal comenzó a pensar en algunos cambios y terminó tomando sus planos para modificar un poco el diseño.

"Perfecto"- sonrió, tomó los planos y salió por el pasillo con los planos bajo el brazo.

Al ingresar en el taller caminó hasta la mesa y allí, en la punta, estaba sentado Jayce con las piernas cruzadas mientras disfrutaba un té.

"¿Tu no estabas enfermo?"- preguntó el zaunita sorprendido.

"Buen día primero"- rió el otro chico-"estuve pensando y me dije que debería supervisar como usas mi taller"- sonrió prepotentemente.

Era evidente que estaba ahí para controlar que no rompiera ni robara nada.

"¿Piensas faltar a clase todos los días?"- le devolvió una sonrisa similar.

"Puedo faltar todo lo que quiera mientras apruebe los exámenes"

‘que molesto...’- pensó el castaño pero no dijo nada-"con permiso"- dijo tomando algunas piezas que utilizaría.

Jayce solo lo observaba atentamente, Viktor sentía su mirada y lo irritaba pero no decía nada.
El piltillo ese era verdaderamente molesto pero no importaba, una vez que se concentró se olvidó que estaba allí.

Parecía un niño emocionado con sus juguetes, soldadura por aquí y por allá, piezas de metal desparramadas por todo el suelo y su ropa estaba manchada de grasa pero se encontraba en su ambiente.

El pelinegro se aburrió de observarlo así que decidió continuar con el prototipo que estaba sobre la mesa.

Poco a poco ambos ingresaron en su propio mundo y terminaron olvidando la existencia del otro y cuando se escucharon los golpes en la puerta ambos se sobresaltaron.

Sin señalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora