Día 5

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SALADO
(sabor)

Amelie estaba dormida, por la tarde habíamos tenido una gran discusión y ahora ella estaba descansando.

Mientras la miraba solté un suspiro, su manera de dormir siempre me pareció algo de lo más tierno, cuando dormíamos juntos, incluso ahora luego de una pelea, ella tendía a compactarse a mi lado, pegada a mi.

Buscaba nuestra cercanía incluso cuando estaba en su mundo de sueños.

—¡Cinco malditos años, Félix! ¡Cinco! —me mostraba su palma abierta haciendo énfasis en la cantidad de años que llevábamos juntos. Las lágrimas se agolpaban en sus ojos y casi parecía que se derramarían, pero ella era fuerte, y las retuvo.

Ninguna cayó.

Me levanté y como ya se había vuelto una costumbre, me acerqué al balcón. La vista que ofrecía el departamento de Amelie era preciosa, incluso ahora, cuando todo estaba bañado por la oscuridad de la noche y ni siquiera la luna y las estrellas eran capaces de brindar algo de luminosidad a las víctimas del insomnio como yo.

—Sé que soy un desgraciado, pero, por favor, escúchame —le suplicaba.

Mis manos temblaban y no sabía si era por el estrés de la discusión o por el creciente miedo de que me hiciera tomar mis cosas y desaparecer de su vida.

—¿Cuánto tiempo más debo esperarte, Félix? ¿Cuánto más debo dejar de lado todo el miedo que me causas por la mísera esperanza de que, algún día, despiertes y estés enamorado de mi? —su voz se rompía por el dolor y la frustración, y yo me sentía cada vez más miserable.

—¿Crees que no he intentado superarla? ¡Crees que no he tratado de ser alguien suficiente para poder merecerte! —ahora yo estaba gritando, pero no lo podía evitar.

—No —ella rio sin gracia—. Ni se te ocurra venir con el cuento de que no me mereces. ¡Porque si no me merecieras no estaría contigo! ¿Me crees estúpida? No estaría con algún imbécil cualquiera si no supiera que me hará feliz —aún con todo el enojo que cargaba, la rabia, la desesperación... Aún cuando sus ojos me veían como si quisieran atravesarme con un millón de cuchillas, esa mirada que me había dado desde que nos conocimos seguía ahí—. Lo único que tenías que hacer era dejar de estar obsesionado con... ¡Mi amiga!

—¡Es lo que trato! ¡Y lo estaba consiguiendo, de no ser por esa vez que le di el paraguas y-

—Espera —me calló—. ¿Qué paraguas?

—Yo... —tomé mi cabeza con frustración y solté un sonido que osciló entre un gruñido y un gemido lastimero—. ¿Esa tarde de lluvia cuando tenía la última revisión de mi ensayo...?

Amelie hizo un poco de memoria.

—¿Cuando te enfermaste? —me preguntó de brazos cruzados.

Asentí.

—Te estaba esperando y... —cuando vi en sus ojos asomar el dolor, aparté la mirada.

Sabía lo que debía de estar pensando, ella me pidió que la fuera a buscar y había creído que no fui porque estaba con mi tutora, el saber que sí iría pero que no lo hice por Marinette debe ser un golpe bastante duro.

Y yo se lo estaba dando.

—La vi a ella... no llevaba un paraguas así que... fui a darle uno... Le di también mi bufanda y ella se despidió con un beso en la mejilla, yo... —pasé mis dedos por mi cabello con desesperación—. Me emocioné, ¿okey? Demasiado, y me sentí una mierda por eso.

Corazón de Limón [Abril Felinette 2022]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora