Capítulo 5. Un Trago

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Sé que parece ridículo. Tengo la vela, tengo el nombre... pero no me atrevo a hacerlo, no por temor al ridículo sino porque tengo miedo de que Cédric no venga, de que Cédric sea un invento de mi cerebro que está dañado desde el accidente. Tengo miedo de que Cédric no exista porque él es lo único real y mío desde que desperté del coma. Él es el único al que conozco. Sian levantó la vista del diario y miró la vela apagada, como si fuera su única amiga en todo el universo. Debo superar este miedo... él vendrá...él sie...; de pronto dio un respingo, ¿iba a escribir "él siempre viene"? Tachó eso, pero luego pensando lo reescribió. Cédric siempre viene cuando lo llamo, al menos así siento que son las cosas, todavía no recuerdo nada más, son sensaciones, presentimientos, en realidad no sé lo que son.

Sian dejó la pluma y cerró el diario. Agarró un fósforo y lo prendió, vio danzar la llama por largo rato, hasta que el material inflamable se consumió y lentamente el fuego se iba comiendo la madera del fósforo en un intento de no extinguirse. Cuando sintió la llama lamerle las yemas de los dedos, fue cuando se acercó al hilo de la vela, éste prendió de inmediato, aunque ya se había quemado.

—Cédric. –susurró con voz queda, idiotizada por el brillo de la llama en la vela.

La lucecita que luchó por varios segundos se extinguió. Nada. "¡Idiota!", se dio un golpe en la frente, y sintió el escozor de sus dedos quemados. Revisó las heridas, no eran quemaduras graves, apenas una irritación en la piel. Si Cédric hubiera llegado, las quemaduras hubieran valido la pena. Si de verdad, Cédric existiera, ya hubiera llegado... ¿a quién engañaba? Llamarlo con una vela, idiota, imbécil, nadie respondía un llamado por encender una vela, ¡qué ridiculez! Y lo peor es que había sido ella misma quien se hizo esa broma pesada.

Quizá Cédric habrá sido un amigo imaginario de mi infancia... escribió con decepción. No he querido preguntarle ni a Nadia, ni a Desi o a Jezebel, siento que no debo hacerlo. Realmente, por un momento, de verdad creí... creí que Cédric vendría. ¿Por qué siento que algo que no existe es lo único real en mi vida? Empezó a llorar, dejó de escribir por un rato para poder limpiarse las lágrimas. ¡Cédric, te detesto porque no existes!

De pronto algo golpeó el vidrio de la ventana y Sian dio un brinquito en su cama a causa del sobresalto, su casa era de dos pisos. Aún con dudas se levantó y caminó hacia la ventana: nada, solamente la noche, no, algo brillaba, por increíble que pareciera, era negro, pero se veía por encima de la oscuridad reinante, aunque parpadeó y se frotó los ojos siguió viendo igual, ¿qué podría brillar oscuro dentro de la misma oscuridad? "Se deberá a la ventana", se explicó, eso debía de ser, algo del reflejo, abrió la ventana, pero el brillo oscuro seguía ahí.

—Invítame a pasar, Sian. –escuchó una voz tan sombría como la misma noche que reinaba fuera los confines luminosos del cuarto de la joven.

—Pasa. –aunque se dio cuenta de que lo dijo con una voz soñolienta, no pudo evitarlo, había dos gritos muy en el fondo de su mente, el primero le decía que debía dejarlo pasar, entrando él, todas las respuestas también lo harían; el segundo, era un grito de temor por su vida, ¿qué en el mundo podía estar cerca del segundo piso frente a la ventana de su cuarto una fresca noche como ésa? Sólo una bestia, un demonio, una criatura de la noche. "Tonterías", se dijo a sí misma.

Sólo la fría brisa nocturna entró en su cuarto, dándole un toque fresco a la cruda realidad. Nada, nadie. Un suspiro de resignación ante la posibilidad de seguir su vida con ese enorme hueco de casi veinte años. Se dio la vuelta para dirigirse a su cama y escribir sus frustraciones en su diario. Un rechinido, un aire fuerte golpeó contra su espalda. Una presencia... Sian se detuvo al instante, y se tragó un nudo de la garganta. En serio había alguien detrás de ella. ¿Debería voltear? ¿Sería Cédric, en caso de que existiera y no fuera un amigo imaginario de la infancia?

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