Capítulo 2 El Reencuentro

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Hoy se cumplen cuatro años... Zoé levantó la mirada. El cielo se veía más claro, y volvió la mirada al diario y observó esas cinco palabras, generalmente las únicas que escribía en ese día, durante los últimos cuatro años. Todavía dolían.

Se estiró en la cama, luego dejó el diario sobre las colchas y se levantó, yendo directo a la ventana. No había mucho movimiento, en un sábado por la mañana. Aunque la ventana siempre estaba abierta, tenía el hechizo de seguridad que su madre había puesto para que nadie entrara o saliera, sin embargo, no había habido presencia maligna tampoco. Volvió a la cama, mañana, o más bien, más tarde tenía planeado reunirse con Tessa.

Se sentía tan ligera y libre, ésta era la primera vez que le sucedía, era extraño. Bajó la mirada y vio su propio cabello escapando de las sábanas. Después de la impresión del primer susto, pero se acostumbró rápidamente, de alguna manera esto se sentía familiar, pero no sabía por qué.

A lo lejos, por la ventana, en este estado del que entendía poco, podía apreciar pequeñas luces que se movían de un lado para otro, no eran estrellas, ni tampoco las luces de automóviles, había una sensación de calidez que la luz eléctrica o la de los carros no transmitían de ningún modo, eran calientes, sí, pero no cálidas. Podía ver la forma en que se conectaban cada una de las lucecitas.

Era maravilloso, todo parecía estar conectado. Ella con el mundo, y viceversa. Tocó, se detuvo y de repente empezó a reírse, no tenía cuerpo para tocar y sentir, pero si lo pensaba seriamente y con calma, "el cuerpo", no el que estaba en cama, era una manifestación de su propia alma, una forma que podía comprender, así que, si veía su alma con un reflejo idéntico a su cuerpo físico, pensar en tocar ese entretejido no debía ser tan descabellado.

Una vez que dejó toda reflexión, tocó por fin el entramado, y algo en la distancia titiló, las vibraciones de regreso fueron una respuesta inmediata: un hombre que conducía hacia su casa, cansado y desvelado, pero al mismo tiempo extasiado, venía de verse con su amante; su esposa gorda, vieja y descuidada lo esperaba en su hogar, no quería verla, pero el hombre tenía el compromiso de estar con esa mujer mientras sus hijos crecían, el compromiso que había adquirido de por vida por un simple error. Zoé aterrada quitó el dedo con el que había tocado el hilo único, no conocía de nada al hombre, pero sabía todo de él gracias al hilo que se entretejía hacia ella. Tocó varios hilos más, con todos pasaba lo mismo. Un toque, igual a una vibración con respuesta.

De los hilos que conectaban con ella, reconoció los que pertenecían a su madre, a su hermana, a su prima y amiga. De pronto, percibió un hilo, pegado a ella, pero tan pronto como lo vio, desapareció y sintió un extraño escalofrío que no había sentido en años. Pero lo ignoró porque vio otro hilo que era casi invisible conectado a ella, ¿de quién sería?

—Cédric... –chilló con agridulce alegría.

Siguió el hilo con entusiasmo. Tenía miedo de tocarlo, de saber más de lo que quería, debía y necesitaba saber, sin embargo, memorizó el leve color, así estuviera enredado a un millar de hilos podría reconocerlo, sin duda alguna.

Cuando el largo viaje terminó se dio cuenta que donde había llegado era el callejón donde Cédric había muerto, su última morada. Llovía cenizas, muchas cenizas, sintió un nudo en la garganta, el inconfundible aviso de que lloraría en un instante.

De pronto el hilo que pertenecía a Cédric titiló y el corazón de Zoé se aceleró, si es que fuera posible, pero estaba segura de que su corazón físico latía a mil; el brillo que había sido casi invisible había empezado a brillar cada vez más y más. Zoé sentía cada vez más ansiosa: "Ojalá, ojalá...", se repetía en su mente constantemente.

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