09 •Preocupaciones innecesarias•

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A medida que recuperaba la conciencia, sentí el dolor que me atravesaba todo el cuerpo.

Era como si los huesos se me estuvieran derritiendo.

Envuelta en un ardor, respire con dificultad.

—Está bien —dijo una voz.

—Duele... uf... —mi cabeza duele demasiado—. Estoy tan cansada.

—Ya, ya. Tranquila... Eso es —traté de relajarme—. Va a estar todo bien. Duerme un poco más.

El dolor de cabeza es fuerte.

Una mano fría me acarició la cabeza, y luego sentí un suspiro que parecía compadecerse de mí.

La curiosidad me ganó.

—¿Quién eres?...

La persona no respondió.

Alargue mi brazo a ciegas, y toque algo.

Un momento después, pude desentrañar quién era aquella persona misteriosa.

—¿Dayn? ¿Por qué estás...? ¿Cómo es qué...?

Me sorprendió demasiado ver a Dayn.

Jamas había venido a mi habitación.

—Silegransy, creí haberte dicho que durmieras un poco —esta sentado en la orilla de mi cama—. ¿Por qué no me hicistes caso?

—No es que no haya escuchado, es que... sentía curiosidad...

Se levantó de la cama.

Ahí parado, me vió.

—Me enteré de que no estabas muy bien —cerre mis ojos, por una punzada en mi cabeza. Pareció darse cuenta—. No vas a durar mucho es estas condiciones. Tienes que descansar, Silegransy.

No se si pueda aguantar este dolor de cabeza. Siento en todo mi cuerpo un dolor insoportable.

—Aunque no pueda borrarte los recuerdos... Al menos algunos consejos básicos te vendrían bien.

Dio pasos hacía adelante. Hacía mí. Volvio a sentarse en la cama.

Ya al lado de mí, Dayn puso el dorso de su mano en mi cuello caliente, y se inclinó hacía adelante, más cerca de mí.

Aunque la habitación estaba a oscuras, podía ver sus ojos carmesí como claridad.

Pronto, nuestras frentes se encontraron, y su aliento me hizo cosquillas en los labios.

—¿Dayn...?

—Silegransy, esto no fue más que un sueño —se separó de mí—. Quizás sea mejor qué te olvides de todo esto.

Sin poder aguantar los mareos, cerré los ojos y me sumí en la oscuridad...

En lo profundo de la oscuridad.

•••

Me desperté con el ruido de una puerta qué se abría.

Estoy tan mareada...

Todo daba vuelta a mi alrededor. Miré el techo y me pareció que giraba a toda velocidad. Al principio, en sentido de las aguja del reloj y, luego, ¿en sentido antihorario?

—Ah... Gray... —cerré mis ojos, y los abrí—, ¿Cuanto tiempo has estado allí?

—Asi qué no lo recuerdas —empezo—: Hasta me dijistes que entrara. Estaba muy preocupado... ¿como te sientes?

—Bueno, siento qué me recuperé un poco...

Si, solo un poco.

Era como si alguien me hubiera estado cuidando. Gray me lanzó una mirada, y luego puso cara como si se hubiese dado cuenta de algo.

Blood Kiss [Un romance vampiro]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora