Blood Kiss [Un romance vampiro]

17 •¿Y si nos vamos?•

¿Cómo terminé aquí? Hace tan solo un ratito me encontré con él en el pasillo.

Entonces este lugar es...

—¿Así que quieres tomarte un tiempo libre? —preguntó Dayn.

Después de que Eden y yo llegáramos a la residencia, fui a mi habitación. Tenía que hablar con Dayn, pero, con suerte, lo conseguí en uno de los pasillos de la residencia.

—Sí, te lo agradecería mucho.

Eso es. Esta es la habitación de Dayn en la residencia.

Seguí la orden de Dayn y me senté en una de la sillas.

—Hace tan solo unas horas, no querías algo así —dijo Dayn—. Supongo que desde entonces cambiaste de opinión, ¿eh?

—Sabías lo que tenía que hacer hoy.

—Por supuesto —confirmó—. Después de todo, yo te di la orden. Pero no recuerdo que lo hayas mencionado en tu informe.

Fruncí mi ceño.

—¿Crees que solo estoy usando esto como excusa? —pregunté.

—No creo que estés mintiendo al respecto. Pero también podría haber otro motivo.

—¿Otro motivo?

—Así es. Por ejemplo... —hizo silencio, y luego continuó—: después de mostrar síntomas extraños.

El aire a mi alrededor se puso más pesado, y se me hizo más difícil respirar. Apenas podía pestañear.

—Estoy perfectamente bien —mentí segura—. Sin problemas. Nunca me imaginé que te preocuparías tanto por tus empleados —dije, sonando un poco sarcástica y asombrada.

No dijo nada, solo me miró.

Sentí como si la mirada de Dayn pudiera prenderme fuego.

Tenía todas las fuerzas puestas en mantener calma y en no verme nerviosa, cuando...

—Silegransy, quiero que seamos completamente sinceros el uno con el otro, y que no nos ocultemos nada.

—No importa si tengo algo que ocultar o no —trataba de sonar calmada—, no quiero decírtelo.

—Así que ni siquiera te molestas en intentar ocultarlo —Dayn alzó un ceja.

—Dayn, te gustan los humanos, ¿verdad? —hablé sin pensar, cambiando el tema— ¿No podrías, aunque sea por una vez, hacer la vista gorda?

—Debo haber escuchado mal —dijo, serio—. ¿Que haga qué cosa?

Pero estoy segura de que Gray me dijo que...

Unas horas antes, en la montaña.

—Pero ¿de verdad Day va a dejar tomarme unos días libres? —le pregunté a Gray, quien me miraba, ocultándose de Sol entre las sombras de los árboles—. Últimamente no está de muy buen humor. Y tampoco le gustan los humanos.

—Silegransy, a Dayn le gustan los humanos —me dijo Gray, en todo serio y seguro—. Estoy seguro de que hasta te protegería si te ganaras su favor.

—¿Qué? Pero si antes me dijiste que–

Gray me interrumpió:

—Eso es cuando no hay otras prioridades. En fin, intenta preguntarle. No sabrás cuál será su respuesta hasta que le preguntes.

El presente.

—¿Con quién estuviste hablando?

Sentí que no debía contarle sobre mi charla con Gray.