TaeKwonDo [Niall Horan]

Capítulo 4

— Umay Mehmet— pronunció uno de los hombres con traje. Me incliné con la posición debida y el señor colocó la hermosa medalla en mi cuello, segundos después sentí el caluroso aplauso del público, entre ellos mi equipo y mi familia.

— Gracias— susurré volviendo a mi lugar en la formación.

Así es, lo había logrado. Gané el combate con una diferencia de tres puntos, cada vez estaba más cerca de los juegos olímpicos. Todos los participantes que ya estábamos formados, saludamos y dejamos el lugar poco a poco.

— ¿A dónde vamos a celebrar?— preguntó mi hermano abrazándome.

— ¿Comida china?— pregunté y ellos asintieron. Estábamos saliendo del establecimiento y noté que habían unas cuantas personas con cámaras.

— ¿Umay Mehmet?—  me preguntó una rubia de unos veintiséis años con un micrófono en mano.

— Si... soy yo— dije un poco confundida.

— Soy periodista de deportes, cuéntanos ahora que formas parte de los dieciocho pre-seleccionados ¿cómo te sientes? ¿Fue duro el combate? ¿Crees que llegues a los juegos olímpicos?—  dijo un poco apurada, el flash de la cámara me estaba matando.

— Emocionada, sí fue difícil... No lo sé, pero tengo fe— contesté mirando nerviosa al lente.

— Imagino lo orgullosa que debe estar tu familia, ¿saldrán a festejar?—

— Claro, comeremos comida china—

— ¡Qué fantástico! Haciéndole honor al lugar de dónde proviene esta hermosa arte marcial— dijo sonriente mirando a la cámara.

— El taekwondo proviene de Corea, no de China— la corregí acompañada de una falsa risa. ¿Por qué hay gente tan ignorante?

— Oh... claro que sí, sólo estaba bromeando— rió—. Bueno ella es Umay Mehmet, una joven argentina que con tan sólo 17 años de edad es una de las mejores taekwondistas de nuestro país, muchas gracias por tus palabras— dijo y comenzó a alejarse buscando a otro pre-seleccionado.

Se me fueron las ganas de ir a almorzar fuera ya que demoraría más y estaba cansada, por lo que llamamos a un delivery. En lo que llegaba decidí darme una ducha y ponerme el piyama. Estaba cómodamente acostada en el sillón del living cuando tocaron el timbre.

— ¡Voy yo!— grité, era la que más cerca estaba, por lo que no me costaba nada ir a atender—. ¿Qué haces aquí?— le  pregunté al chico de ojos azules que estaba apoyado al marco de la puerta de entrada.

— Tenemos que hablar, esto no puede estar pasando, nos amamos— dijo extendiendo un ramo de rosas blancas.

— Hoy te dije que no quería verte más, no me molestes— traté de cerrar la puerta pero él la trabó con su pie—. Lucas, enserio— miré fijamente sus ojos y él bajó la mirada.

— No fue lo que piensas, malinterpretaste las cosas—

— Oh... ¡claro, eso era! Karla se estaba quedando sin aire y para que la pobre no se desmaye le hiciste respiración boca a boca ¿no?— rodeé los ojos.

— Amo que seas tan divertida—

— No me importa que es lo que amas o no, no me importas más ¿entendés? Salí de mi vida— cerré la puerta fuertemente y suspiré.

— ¿Y la comida?— dijo mamá bajando las escaleras y justo el timbre volvió a sonar.

— Creo que llegó— volteé y por suerte esta vez sí era el chico del delivery—. Gracias, chau— dije entregándole el dinero y recibiendo nuestra cena.

***

— ¿Entonces esta vez sí terminó enserio?— preguntó Celina, estábamos hablando por skype. Ella y su familia no se habían podido quedar a festejar con nosotros porque debían ir al cumpleaños de su abuela—. Siempre supe que él no era bueno, ambas lo sabíamos—

— Ya sé, ya sé. Pero ¿sabes? Más que dolor, tengo bronca, mejor que esto haya terminado—

— Te entiendo, pero después sentirás su ausencia— suspiró, y aunque en este momento no esté de acuerdo, sabía que estaba en lo correcto.

— Tendré mi mente muy ocupada estudiando y entrenando—

— Cambiando de tema, ¿Cuándo se definirá si vas o no a los juegos olímpicos?— sonrió entusiasmada.

— En dos meses habrá un pequeño torneo— le conté—. Será difícil, fui de los puntajes más bajos—

— ¿Quieres que mañana vayamos al shopping a desayunar y comprar algunas cosas?— bostezó y reí.

— No creo que te quieras despertar un sábado a las ocho de la mañana ¿cierto?— ella me miró sin entender la situación—. Acuérdate que la semana pasada empecé con las clases de inglés, son tres horas los sábados por la mañana—