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Pensemos en tragedias, no es que me guste pensar en ellas. Simplemente quiero que piensen en momentos incómodos que les han dejado alguna marca de por vida, y no han podido abandonarlo pese a los nuevos recuerdos que regala el tiempo. Dediquemos un momento a todas aquellas "Pesadillas" que no logramos olvidar, pues no podemos simplemente. Yo, me dedico a oírlas, a escucharlas y comprender lo que está pasando con mi paciente. En otras palabras, soy una amiga más para ellos, pero que no busca provocarles ningún mal, además del pago que recibo por oír tales problemas. Lo cierto es que mi interés es netamente profesional.

Hay quienes piensan que estas malas experiencias son parte de la mala suerte, el karma o simplemente "Cosa de Dios". Para mí son simplemente inevitables, son parte de la vida y es algo al azar. A veces se pueden evitar, pero otras no. Todos nos movemos al mismo ritmo a medida que los días van pasando y la tierra ha dado un giro. Mientras yo escucho sus problemas ajenos, nadie escucha los míos.

Pero no quisiera interrumpirme, aquí estoy, como de costumbre, escuchando los problemas de la paciente más joven que dispongo a estas largas horas de la tarde. Su nombre es Ágata, una muchacha de solo 17 años que ha perdido a su hermano por un accidente y sus padres se encuentran tramitando el divorcio. Desde entonces no tiene control sobre sus acciones, y se ha dejado llevar por la lujuria y el alcohol, sin mencionar algunas drogas. Es curioso que lo diga, pero esta debe ser la paciente que me causa interés, más que por el trauma que ha tenido y mi obligación como profesional para hacerle sentir mejor y que sepa cómo lidiar con su entorno. Son sus experiencias, tan libres y destructivas las que me atraen.

De haber tenido hijos, probablemente tendrían su edad. Podría ser la madre de Ágata, aunque nunca he pensado en ello, si bien nunca me falto el deseo. Con mi esposo intentamos hasta el cansancio, pero sufro de infertilidad, y ya no sirve de nada seguir empeñándose. El sexo toma un significado diferente cuando jamás se llega a la concepción a la que fuimos preparados. ¿Es esto pecado? Asumo que simplemente no nací para traer hijos al mundo. Así les evito el sufrimiento que algunos pasan, como esta muchacha, Ágata.

Estoy sentada, de piernas cruzadas, escuchando de nuevo un relato del día, de la sesión que nos toca para esta semana. ¿Qué sorpresas tendrá para mí este libro macabro que resulta ser Ágata? Tan joven y caótica, que no ve un futuro más allá que disfrutar de lo que la vida le brinda, por un momento, y que tan fácil se puede esfumar, como fue con su hermano.

- ¿Alguna vez ha besado una mujer, Beatriz? - Preguntó recostada en el sofá, mirándome con sus ojos azules, de un tono tan pálido que podrían llegar a verse grises como las nubes que anuncian lloviznas por la mañana. Su piel es blanca, pero no enfermiza. El cabello negro adorna su mejilla con una mecha escurridiza que se mueve cada vez que suspira. Me observa como una gata que espera una caricia, pero yo me abstengo, contemplándola enmudecida.

Conozco sus experiencias, y sé que no son menores. Que ha besado hombres y mujeres, de su propia edad y hasta mayores, me sorprende que me pregunte algo que ya conozco, y sé la respuesta. No puedo evitar mostrarme desconcertada alzando la ceja. Poco desvió la mirada de mi libreta, con el lápiz entre mis dedos golpeando mi muslo.

- No. ¿Por qué lo preguntas, Ágata? - Pregunto. Otra vez imagino lo que puede responder. Es el problema de cuando ya has tratado con alguien desde hace ya un tiempo. Sabes cómo piensa, y puedes anteponerte a sus palabras, nada te sorprende. Suena amargo ¿no? Sin embargo, ella es como el mar, impredecible hasta para mí. Espero la respuesta con paciencia, mirándole tras el cristal de mis lentes.

- Porque siempre he creído que tras ese traje blanco y esa postura regia hay una mujer desesperada, deseando abrir sus alas...- Dijo con una voz tierna y tranquila, mirándome con una sonrisa burlona. Me sentí ofendida, mordiendo mi labio inferior. ¿Esa era yo para ella? Tampoco comprendía porque me había preguntado tal cosa. Negué despacio tachando la palabra "Desesperada" de mi libreta. Pensé que seguiría abriéndose hacia mí como un libro, pero últimamente se ha mostrado más rebelde.

ÁgataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora