II

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Se me podría considerar alguien pesimista, o negativa. Lo cierto es que no soy ninguno de los dos. Mi sonrisa desapareció hace ya tiempo, y se debe a mi soledad. Debería estar feliz, con una fotografía de mi esposo en mi escritorio, llamándole de vez en cuando. Pero no es así. Desde hace ya dos años que casi no nos hablamos. Llega por la noche tan cansado, y yo también, que lo único que necesitamos es dormir. Resulta incómodo, tras un día completo escuchando problemas ajenos, lo único que desearía es hablarlos con él, decirle como me siento, lo que quiero, lo que anhelo.

Llego a casa, anunciando mi llegada, observando el departamento silencioso y a oscuras. Enciendo las luces, descalzándome para quedar más cómoda, adentrándome por los pasillos hacia las habitaciones, o la cocina, o el baño, buscándolo. Deseo una sorpresa, algo que me exalte, acelere mis latidos. Incluso he soñado con que me asaltan por las noches. Jamás ha ocurrido, y eso se cataloga como una pesadilla, sin duda alguna. Sigo en mi búsqueda sin éxito alguno. Edwin no se encuentra, y solo él sabe a qué horas llegará.

Me acerco al teléfono, dispuesta a llamarlo, marcando el número que he memorizado. Espero hasta que el tono deja de sonar y responde su voz. Pregunto a qué hora llegará y se disculpa mencionándome de un caso importante, que tendrá que volver en unas horas más cerca de la madrugada. Que no le espere para la cena. Así ha sido durante los últimos meses.

Como he dicho desde un principio, tuve otras expectativas para mi vida de casada. Tener hijos de los que dependieran de mi cuidado, ver a Edwin como padre. Formar una completa familia. Pensamos en la adopción pero me arrepentí enseguida. No puedo abandonar la idea de esos niños, que alguna vez se preguntarán quienes son sus padres biológicos y porque no se quedaron con ellos, porque los "Abandonaron".

Me temo que esta noche quedo sola yo y mis pensamientos, sin nadie que me escuche más que mi propia conciencia. No queda nada más que hacer que dirigirme a la bañera para despejar mi mente de los ecos provocados por todos mis pacientes. Ágata no es la única, solo la que más gusta del sabor de lo prohibido. Como una aventurera. El resto sufre de sus propios problemas, rutinarios o caóticos. Entre el amor, o los que menosprecian la vida y han intentado abandonarla. Mi deber es evitarlo, pero diría que "intentarlo" es lo más adecuado. Ya que la voluntad siempre queda en manos del paciente. Tratamos de que tengan menos peso en sus espaldas.

Mientras el agua desciende de la llave, liberando el vapor que indica su temperatura aprovecho de mirarme al espejo. Soy lo necesariamente vanidosa para maquillarme al trabajar, lo suficiente para cubrir mis ojeras y el cansancio. Despeino mi cabello liberándolo de sus ataduras en la coleta alta que normalmente llevo durante el día. Algunos bucles se forman involuntariamente y no me esfuerzo por corregirlos, es demasiado tarde y solo quiero un baño.

Me adentro al agua con la esperanza de que mis problemas desaparezcan una vez este allí dentro. Como si la esencia transparente pudiera purificar mi alma. No falta la gente que cree que es relajante y todo eso, lo es, pero no lo suficiente para abandonar mis fantasmas. Esta oscuro, silencioso, salvo por mi yo iluminado por la luz de bajo voltaje del baño.

A pesar de que el tiempo brinda nuevas memorias, las pasadas son las que más me traen felicidad. Como el día de mi boda, o mi adolescencia junto a Edwin. Él en sus estudios de leyes y yo en los míos sobre la psicología. En alguno que otro momento tuvimos peleas como toda pareja, pero jamás una que destrozara la fortaleza de relación que teníamos entonces. No me imaginaba que mi futuro iba a ser tan solitario, incluso con el hombre que amo. Culpar a Edwin sería una falta de mi parte, ya que solo escogimos los caminos que deseábamos con anhelo para nuestro futuro.

Suspiro frotando mi cuerpo bajo el agua, acariciando mis muslos desnudos. No niego que en estos momentos desearía a Edwin a mi lado, como en nuestra luna de miel y los primeros años de casados. Él no es el tipo de hombre que hace el amor con furia o se deja llevar por la completa lujuria. Si bien el acto no deja de ser carnal, con él su sabor es distinto. Es dulce y dedicado, procurando más darme placer y cuidar de mí que el buscar el orgasmo para sí mismo.

ÁgataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora