Existen padres sobreprotectores, otros que dan tanta libertad que parecen ausentes. O quienes simplemente dejan de valorar la familia y desaparecen del todo, siendo directos en el abandono. En mi caso, mis padres siempre fueron un término medio. Como toda pareja, mi padre y mi madre pelearon de vez en cuando en sus años de matrimonio, pero no acabaron por separarse. Desconozco si lo tomaron como una obligación por mi presencia y la de mis hermanos, o fue porque realmente existe amor entre ellos. No puedo opinar como madre, ya que ahora mismo mi única familia es Edwin.
Tuve una infancia tranquila, y nunca tuve líos con mis pares, aunque nunca fui una gran habladora, pero me consideraban sociable por disponerme a escuchar y no ignorar. No es el caso de Kyle, que ha comenzado a visitarme desde que tomo más pastillas de la cuenta para borrarse de la realidad.
Los padres de Kyle siempre han estado ausentes, y no me costó mucho encontrar esa herida que ha dejado su solitaria infancia. Tiene solo 16 años, uno menos de Ágata, y hasta ahora nunca le he visto sonreír. Algunos pensarían que se trata de autismo, pero veo bajo el manto de su baja autoestima alguien desesperado.
Podría decirse que no es nada más que un intento de llamar la atención de sus padres, resaltar, dar tristeza a su entorno para que vean que existe. El problema para decir eso, es que, es difícil cuando ya te das cuenta que has tocado fondo. Kyle, por ejemplo, no tiene manera de llamar la atención de sus padres porque son entidades ajenas.
Una de las crudas realidades, cuando el niño abandona esa conexión que incluso la sangre pudo haber puesto en su camino. Desconociendo a sus propios padres. Kyle no tiene hermanos, y siempre tuvo lo que necesito, como el juego favorito, viajar a tal parte, o un cumpleaños en algún sitio lleno de sorpresas, donde la comida fuese ilimitada. Y aún así no desea comer.
Cerró su mundo de tal forma que no ha buscado ni siquiera amigos. No le ve el sentido a tenerlos, y de haber dispuesto del momento de escuchar a un par, de compartir sus problemas, sentía que querían cargarle una responsabilidad de la que no podía lidiar. Menos cuando sus padres no permanecen demasiado tiempo en una ciudad, salvo ahora.
Tras haber intentado dar con la muerte, sus padres decidieron enviarlo conmigo para escuchar sus problemas, como la "amiga de pago" que saben no le tocaría un pelo y velaría por sus secretos. Pero Kyle me tiene ajena, porque soy mayor que él, aunque menor que su madre. Pero aun así no ve manera de mezclarme en su mundo.
Estoy sentada, mirando como evita verme a los ojos. Intento ser afectiva acercando mi silla hasta el sillón donde descansa, mirando la nada con aspecto melancólico. Tal como con Ágata, si tuviese un hijo, probablemente tendría la edad de alguno de ellos. A veces me pregunto, si sería impulsivo o reservado.
- ¿Cómo te encuentras, Kyle? — Pregunto, como cualquier inicio de sesión, nada más para cumplir con un protocolo cordial.
No se molesta en mirarme, y sigue ensimismado en unos libros que tengo en el estante de la pared que da al frente. Parece tragar saliva, incomodo, queriendo escupir sus palabras, pero sin atreverse. Mueve las manos entre sí, tirándose los dedos, en un gesto nervioso.
- Vamos... Cuéntame que ha pasado ¿Ha sido la escuela otra vez?
Los segundos pasaron y casi eternos, pero termino por asentir despacio, moviendo los ojos hasta encontrarme. Pese a lo joven que es, su mirada es muy profunda y me estremece. Parece un abismo que absorbe la luz y te guía al olvido, como desearía estar ahora mismo. Imaginaba que la respuesta tenía algo que ver con la escuela, ya que es muy difícil tratar con pares cuando saben que has intentado suicidarte.

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Ágata
Novela JuvenilTras la muerte de su hermano, Ágata ha presentado comportamientos autodestructivos severos, involucrando tanto su vida como la de otros, y no precisamente entre la vida y la muerte, sino en las relaciones. Beatriz, su psicologa nos cuenta desde su p...