PRÓLOGO

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JOYCE

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JOYCE

Comisaria de St. Adrews.

El golpe del frío viento colándose por la ventanilla, el ruido de las sirenas, todas las miradas sobre mi, el sentimiento de culpabilidad.

Una sola palabra.

—Quien fue Joyce?—Me volvió a preguntar el detectective.

Sostengo mi boca para dejar escapar un sollozo, las lágrimas no pueden contenerse, y no me queda nada más que declarar.

Mis ojos ardían, de tanto llorar, me temblaban las piernas de tanto correr para huir.

Para llegar hasta aquí.

Para justificar los délitos que este había cometido.

No lo podía seguír callando, no más, se tenía que acabar esto.

—Fu fu fu e—dije detenidamente entre sollozos—Fue el.

Mi corazón a punto del colapso, cuando mis oídos oyeron la campanita de la puerta abrirse y entrar el, aquel que me secuestro, que me violó, que mató personas que me importaban.

Mis ojos se encuentra con los suyos.

En sus ojos sólo había frialdad, y algo.

Algo que no podía deducir.

El no me miró, pero yo sabía que lo hacía mientras yo no lo miraba.

Tragué saliva, y dejé escapar un suspiro.

—Joyce?, Estás segura de lo que acabas de declarar?—Me preguntó el oficial esperando un no de mi parte—yo sólo asentí.

El me miró con cara de derrota, con cara de que no lo podía creer, yo tampoco lo creía, no eres el único.

—Algo que quiera declarar en contra?—ordenó el oficial al hombre sentado frente a mí—el sólo negó con la cabeza.

Estaba derrotado, ya no había nada que ocultar, estaba al descubierto.

—Señorita ya puede retirarse—me ordenó el oficial haciendo una seña hacia la puerta
—Solo asentí y le eché un último vistazo.

Quise bofetearlo, reclamarle porque, porque lo había hecho, pero no podía. Ya hice lo correcto, con esto aprenderá mejor, está en buenas manos.

Salgo por la puerta, suspiro para recibir completamente el frío en todo mi cuerpo, y es cuando una mano me toma y me lleva hacia el.

Mi corazón amenazando con salirse, y lo veo.

Su mirada había cambiado, ya no había la misma frialdad que tenía hace un momento.

Una mirada que imploraba perdón, lágrimas escapaban por sus ojos, y él solo, me miraba con esas ganas de tomar mi mentón y traerlo hacia mí y besar esos labios que ya había probado.

Solo lo miré y negué con la cabeza, el no me decía nada, pero su mirada imploraba piedad.

Pero ya no más, el me mintió, me traicionó, no habían más oportunidades.

Con el corazón en el pecho, le di un empujón y lo aleje de mí, lágrimas escapaban de mis ojos.

Abrí nuevamente la puerta para salír, y me fuí, no quise voltear y verlo así, tomé un largo suspiro y lloré abiertamente.

Me dejó caer sobre el sobre la fría nieve, y dejó escapar el tarugo en mi garganta, lloró abiertamente por aquel que me ha dejado sin estabilidad emocional.

Aquel en cuál creí, y me ha hecho todo esto, el que ha matado, ha destruído.

El hombre de la Rosa Roja.

Red Rose.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora