Capítulo 18

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Esteban se mantuvo muy quieto sin decir nada. Y aunque pareció no tener ningún tipo de reacción, María podría afirmar haber visto sus ojos llamear y oscurecerse ante su propuesta.

-He pensado que es usted un hombre de palabra. -María caminaba por el salón y le hablaba ya sin mirarle directamente, inspeccionando la biblioteca y pasando la punta de los dedos por el lomo de los libros haciendo de cuenta que estaba distraída.

Esteban la seguía intensamente con la mirada, intentando no demostrar el enorme poder de su presencia sobre él, resistiendo acercarse y besarla contra las estanterías y decirle que pagaría su apuesta con creces, si acaso quisiera no solamente pasar con él la noche, sino más, si acaso quisiera mucho más.

Pero aún así se mantuvo en silencio protegiéndose de ilusionarse con su presencia. Ya se había expuesto demasiado y no daría ningún paso. Esta vez, tendría que hacerlo ella.

-Si espera usted que las cosas sean más claras, no querrá dejar esta deuda pendiente, ¿me equivoco? -María volvió lentamente a ponerse frente a él, más cerca.

-A lo mejor no me apetece saldarla esta noche. -Expresó con seriedad aunque bajó la mirada para enfrentarla.

-¿Acaso está poniendo excusas? -María continuó, intentando no perder seguridad ante su aparente negativa.

Esteban sonrió seductor y la profesora tomó aire, no podría concentrarse en lo que quería decir delante de aquel hombre tan atractivo que la miraba así.

-Si hay algo que soy es un buen perdedor. No hemos fijado términos tan específicos en nuestro juego, Señorita Fernández. Pero pagaré. Si aquello es necesario para poder liberarla de lo que nos une.

-¿Sería usted capaz de liberarme?

-Su liberación por mi condena. No suena justo, pero ante todo, mi palabra de caballero.

-¿Está seguro?

-Totalmente.

-Antes ha dicho que estaba enamorado.

-¿Eso he dicho? -La hizo dudar.

-Entonces, ¿no siente nada al tenerme así, tan cerca de usted? -María lo provocó acercándose aún más, rozando su cuerpo.

-No. Nada. -Esteban tragó saliva con esfuerzo.

-¿Y si lo beso? -María rozó peligrosamente sus labios y los miró con anhelo mientras hablaba en una voz almibarada y a la vez suplicante -¿No sentiría nada si lo beso?

Se acercó lentamente bajando sus largas pestañas negras mientras separaba los labios. Mordió su labio inferior con sensualidad, provocándolo y luego subió lentamente las manos por su pecho, presionando sutilmente para hacerle saber sus intenciones. Esteban cerraba los ojos con fuerza intentando mantener la entereza.

Finalmente se lanzó a sus labios decidida, incapaz de resistir su propio juego un segundo más. Esteban la recibió tomándola por los brazos, como si al mismo tiempo la sostuviera y le pusiera un freno, intentando hacerle creer que no era por gusto que cedía. Pero María podía sentir su cuerpo vibrar, y al comenzar a mordisquear sus labios e intensificar el beso, comenzó a sentirle flaquear lentamente. Se arqueó al pasar sus brazos por su cuello, presionando sus senos a propósito contra su pecho que subía y bajaba al aumentar el ritmo de sus respiraciones y él no tuvo más remedio, para sostenerse, que soltarla y pasar sus firmes brazos por su cintura, provocando en María un gemido de placer que lo descolocó.

Sin poder ya resistir la excitación de volver a sentirla suya, aunque fuera parte de una tortuosa prenda, la separó de golpe para desabrochar el abrigo de María con impaciencia y bajarlo por sus hombros con brusquedad, demostrándole que aunque seguía las reglas de su juego, era él quien llevaba las riendas, o eso quería creer.

La ProfesoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora