Capítulo 26

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-Hola.

-Hola.

Esteban había vuelto al baño por un momento en busca de vendas del botiquín para reforzar las  de la mano de María. No habían tenido mucho cuidado y se habían estropeado en la ducha. Aquel breve momento en el que volvió a estar solo sintió recobrar la cordura, se miró al espejo confundido con su estúpida mueca de alegría que no había forma de que se le quitara... No sabía qué le pasaba cuando estaba con ella. Aún con toda la tristeza que los envolvía y la enorme carga de todo lo que les había sucedido aquella semana, al estar juntos a solas se sentía capaz de olvidarse del mundo. Le asustaba aquel sentimiento tan feroz que lo poseía, sólo sentir el aroma de su cabello, sólo ver su sonrisa o perderse un segundo en sus ojos verde miel, lo aislaban del resto del universo y sólo concebía aquel momento suspendido en el tiempo con ella, incapaz de poder pensar o preocuparse por nada más, el amor y la pasión lo consumían y aunque aceptaba su ímpetu y los dejaba brotar libremente mientras se enredaba con su piel, ahora se sentía culpable por no haber podido contenerse. 

Luego de hacer el amor y aún bajo la ducha, María se había largado a llorar fuertemente, agotada, y Esteban se había sentido desolado mientras intentaba calmarla. Aunque ella se lo había pedido, de cierta manera, había sido él quién había decidido llevarla a su casa, se había metido con ella bajo el agua y a lo mejor inconscientemente la había acariciado de más, caray, todos sus sentimientos por ella eran demasiado nuevos, si se encendía de amor sólo de verla y sin siquiera haberla verdaderamente tenido en su vida tanto tiempo, la extrañaba tanto, ya la sentía parte de sí, la necesitaba para respirar y y se sentía muy inseguro ante sus momentos de aislamiento y su tristeza. Estaba seguro de que se había sentido obligada a corresponder su evidente deseo pero era mas que obvio que su estado de ánimo era muy inestable y no quería que se sintiera forzada a nada. No podía ser tan egoísta y tendría que aprender a darle espacio. Lo mejor sería que a la noche la llevara a dormir a su casa, por mucho que le costara separarse de nuevo de ella.

Después de ducharse, la envolvió en una bata y la llevó en brazos de nuevo a la habitación, depositándola en la cama con mucho amor y cuidado. Por un momento pensó que se quedaría dormida apenas tocara las sábanas y aguantó un segundo la respiración cuando la vio acurrucada en su almohada con su cabello mojado, dudando si acostarse con ella, preso de una ternura que le removió los huesos. Ahora, al volver, la encontró despierta, sentada mirando a la puerta con atención y su tímida sonrisa le devolvió la vida.

-¿Cómo te sientes? 

-Mejor. 

-He traído vendas limpias y secas.

-Me preguntaba a dónde habías ido -le dijo con ansiedad.

-Lo siento cielo, pensé que dormías. Pero mejor, así ya te cambio los vendajes.

-Me gusta cuando me dices cielo.. -le sonrió.

-Me gusta cuando sonríes -contestó mientras le daba un beso dulce en la comisura de los labios.

-Eres increíble -María suspiró enamorada mientras él desplegaba en la mesa de luz los elementos que había traído del baño. -No sé cómo haces para pensar en todo.

-No me agradezcas por favor -dijo avergonzado. -Se supone que estás aquí para descansar y que te cuide y mira.. -se sentó a su lado en la cama tomando su brazo para examinarlo decepcionado haciendo alusión al vendaje mojado y arruinado.

Ella lo dejó hacer en silencio, sus movimientos eran suaves y cuidados y se sintió casi arrullada por el sonido de su respiración y el toque suave de sus dedos. Lo miraba con atención y luego por momentos mantenía la mirada perdida, la sesión de pasión bajo la ducha la había dejado agotada y relajada. Esteban removió las vendas húmedas con cuidado mientras le daba pequeños besos en las partes que no le dolían.

La ProfesoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora