Hasta que el sol se apague y la luna se convierta en polvo

1.7K 233 32
                                    




Tenías diez años cuando lo conociste junto al río.

Te habías adentrado demasiado en el bosque, desviándote de los jardines donde estaban los otros niños. Pero allí estaba él, sentado y tarareando junto a la orilla del río.

Era diferente a los otros niños. No es ruidoso ni bullicioso, sino más bien agradable.

Habías hablado con él durante un rato antes de escuchar a tu padre llamándote.

Te preguntó si volverías mañana.

Dijiste que si.

Tenías dieciséis años cuando te diste cuenta de que estabas enamorada de él.

Estaba sentado bajo la sombra del sauce, sus risas se mezclaban con los cantos de los pájaros. Pensaste que se veía bastante bonito.

Tienes dieciocho años cuando confiesas.

Es su cumpleaños, y le das un brazalete. Te susurra un agradecimiento al oído mientras te abraza. Se siente casi íntimo.

Te retiras y susurras un feliz cumpleaños.

Te inclinas para besarlo.

Tienes diecinueve años cuando él muere.

Hay mucha sangre. Una espada atraviesa su estómago, el líquido rojo se acumula rápidamente. Sollozas y le ruegas que siga con vida, que no te deje.

Murmura una disculpa. No te tranquiliza ni te promete que no morirá.

Le suplicas que se quede contigo, las lágrimas corren por tus mejillas.

Pero gira la cabeza para mirarte a los ojos.

Y susurra seis palabras que apenas puedes oír.

"Nos volveremos a encontrar algún día".

Su mano se debilita.

Llamas su nombre. Kim Dokja. Él no responde. Lo dices más fuerte. Kim Dokja. Nada. Lo sacudes, gritas su nombre cada vez más fuerte hasta que se convierte en un grito.

Kim Dokja.

No puedes creerlo.

No lo aceptarás.

Suplicas a los dioses que lo traigan de vuelta, murmurando palabras y oraciones confusas mientras sollozas en su cuerpo que se enfría rápidamente.

Y ellos responden.

Tienen la audacia de sonreírte dulcemente mientras te preguntan por qué los llamaron.

Sabes que conocen muy bien la respuesta a esa pregunta. Te enfada lo indiferentes y serenos que parecen. ¿Esperan que tú hagas lo mismo?

¿Como puedes? Él era tu todo.

Les gruñes para que te lo devuelvan mientras aprietas sus manos heladas.

Sus rostros se ven lamentables, mientras miran al pequeño humano que los había convocado.

"No hay forma de traerlo de vuelta".

Los maldices. Son dioses, tienen que poder traerlo de vuelta.

¿Por qué estás aquí, si él no está?

Habías creído tan egoístamente que él era tu alma gemela. Creías que habías encontrado tu otra mitad, incluso cuando los dioses te habían separado en extremos opuestos de la tierra.

Cortos Kim Dokja/Yoo JonghyukDonde viven las historias. Descúbrelo ahora