Cortos Kim Dokja/Yoo Jonghyuk

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Kim Dokja tiene una misión.

En una vida tan monótona y sin incidentes como la suya, necesita encontrar algo a lo que seguir. Algo con lo que seguir obsesionado, algo que lo mantendrá despierto por la mañana y comiendo bien. Necesita un faro de luz, una razón para seguir adelante, para permanecer fuera del vacío insondable e ineludible del tedio y la monotonía perpetuos. Pasa de un pasatiempo a otro, reemplazando cada uno que deja caer con otro lo más rápido que puede, cada uno más extravagante que el anterior.

El último mes ha estado ocupado por una búsqueda. Recorre la ciudad todas las noches y toma desvíos durante el día, escaneando las paredes y las aceras en busca de pistas. Llegó al punto en que Kim Dokja se saltó el trabajo y el sueño para cazar en las calles: solo una cuadra más, una estación más, el callejón al otro lado de la calle, el siguiente cruce peatonal.

Kim Dokja está buscando una jirafa.

Específicamente, está buscando una jirafa con la palabra 'jirafa' debajo (lo cual es un poco redundante, si es honesto consigo mismo). Es una etiqueta que ha visto en casi todos los lugares a los que va, pintada cuidadosamente en postes de luz y aceras y en las ventanas de tiendas deterioradas con líneas plateadas en espiral. Es un poco extraño colorear una jirafa gris, pero Kim Dokja asume que es una elección artística deliberada. Quienquiera que sea el artista, es nada menos que increíble. Dejan pinturas hermosas y extensas que se derraman sobre cualquier pared de ladrillo con suficiente espacio para extender un brazo, imágenes onduladas dibujadas en tonos bastante apagados. Kim Dokja admira tanto el arte que duele.

Cada vez, la jirafa está garabateada en la esquina inferior derecha, estampada con orgullo en pintura brillante. Sin nombres, sin mensajes, nada: solo una cabeza aplastada, un hocico redondeado y orejas blandas, y letras desordenadas que se tambalean en el límite entre la ilegibilidad y el estilo. Hay elegancia en todo lo que hace este artista, y algo sobre los colores que eligen y la dualidad de la solidez es fascinante.

Así que Kim Dokja mira y mira, salta vallas y entra en edificios antiguos para buscar el rastro de pintura más reciente que pueda encontrar. Es su ruleta personal, su lotería. ¿Qué estacionamiento abandonado buscará esta noche? Si tiene suerte, encontrará obras de arte lo suficientemente recientes como para que los colores sigan siendo irrealmente vibrantes, pero que se desvanezcan con el viento frío de la noche. Pero nunca es lo suficientemente rápido para ponerse al día: cada vez que descubre una nueva pintura, ya está seca.

Aún así, la fortuna favorece a los audaces, y una noche de verano se topa con un hombre agachado bajo una farola, arrojando pintura a la acera. Kim Dokja espera al final de la calle durante un minuto más o menos, observando al otro hombre brincar y escabullirse de un lado a otro, con un abrigo demasiado grande ondeando, moviéndose con la facilidad de la práctica alrededor del concreto pintado. Una gran bolsa blanca se encuentra en el suelo a su lado.

Kim Dokja casi no lo cree. Comienza a acercarse sigilosamente, y cuanto más se acerca, más evidente es que es a quien ha estado buscando desde principios de mes. Nadie más dibujaría esto asombrosamente. El artista de la jirafa pinta como si estuviera en un lienzo, no en un trozo de pizarra abandonada que no pertenece a nadie. Ver tanta sofisticación en un lugar como este es casi insondable.

"Oye", dice mientras se acerca, deteniéndose a un metro de distancia de la escena. "¿Qué estás haciendo?"

El hombre se vuelve hacia él y, mientras se mueve, Kim Dokja ve un destello plateado en la esquina de la pintura, un garabato salvaje en espiral con una forma familiar. "Nada", dice el hombre, aunque claramente no está haciendo 'nada'. Su rostro está ensombrecido e imperceptible, y mira a Kim Dokja desde debajo de su capucha como si le importara una mierda. Kim Dokja mira hacia atrás, dando cada mierda que posee.