Tierra, mugre.
Todo sucio y desordenado.
Con cada paso que daba y descubrimiento que hacía sentía que se enfurecia más. Si tenía empleados a tiempo completo era para que hicieran su trabajo, no para mantener todo en un desastre.
-¡Clarence!-dijo en el centro de la sala, sin embargo nadie apareció-¡Clarence!
Nadie. Dejó su maletín sobre un sillón y se sacó la corbata, al parecer haría algunos despidos esa noche.
En cuanto se asomó hasta el patio lo entendió todo. Sus empleados estaban asistiendo a Gregory Lestrade en el jardín, si bien el lugar era un desastre no pudo evitar ver la sonrisa sincera del inspector en cuanto lo vio.
-Amo Mycroft-dijeron todos los empleados de una vez, con temor.
El silencio se mantuvo por unos segundos.
-Pasa de la hora de trabajo-dijo viendo su reloj de bolsillo-Vayan a descansar, mañana podrán seguir.
Todos se movieron en silencio. Greg terminó de guardar algunas cosas y cuando estuvieron solos se sacudió la ropa y se acercó a Mycroft.
-Hace mucho que no te veo-dijo a casi un palmo de su rostro.
-Mi puesto menor en el gobierno requería mi atención-susurro notando una mancha de tierra en el rostro del peliplata.
-Es bueno que puedas estar para la cena-murmuro al momento que el político movía una mano y quitaba un poco de tierra de su mejilla, luego acunó su rostro y vio un suave sonrojo en Greg -Me gusta estar aquí-dijo con tranquilidad.
-Me gusta verte-murmuró suave y juntando sus frentes, sintiendo el aroma del inspector, cerró los ojos.
Inseguro, suave, pequeño.
Así se sentía tener a Gregory Lestrade entre sus brazos, porque se había animado y lo abrazaba con seguridad.
-Es hora de cenar, sé que no comes mucho, pero podemos preparar algo delicioso-dijo con una sonrisa y atreviéndose a tomarlo de la mano.
-Si eso no implica que tenga que cocinar.
-No nos arriesgaremos-dijo con una sonrisa-ven-murmuró caminando al interior con el inspector, quien por ese momento olvidó completamente los problemas que lo involucraron con una amenaza a la corona.
Su cena consistiría en lasaña y ensalada, sin postre, pero compartirían una botella de vino.
-Sin conversaciones-dijo Greg en cuando se sentaron a la mesa-no me interesa hablar cuando tenemos esto aquí-indicó la comida que se veía deliciosa, todo cocinado por el gobierno británico.
-Lo que desees, mi intención es que estés cómodo en este lugar, hasta que se termine la amenaza en tu contra.
-¿Hasta que regrese a casa?-dijo bajando la mirada, sintiendo como esa burbuja se rompía con solo mencionar la realidad.
-Gregory-dijo tomando su mano por sobre la mesa-puedes quedarte cuanto tiempo gustes, no he dicho lo contrario-murmuró interpretando sus pensamientos.
-Será mejor cenar, para que no se enfríe-dijo apartando su mano y tomando cuchillo y tenedor.
Sin embargo, en ese momento se sintió idiota de intentar cambiar el jardín de Mycroft, era un iluso al pensar en tener algo más con el político o pensarlo de una manera distinta a lo que era.
Su posición en esa casa se reducía a protegido del gobierno británico, jamás podría aspirar a ser algo más para Mycroft Holmes ¿en qué momento había creído algo distinto? Se sentía idiota.
-Soñador irremediable-murmuró tomando el último trozo de lasaña de su plato.
-¿Por qué lo dices?-respondió Mycroft con toda su atención en él.
Greg lo observó durante un minuto entero, no se había dado cuenta de que hablaba en voz alta.
-Disculpa-dijo poniéndose de pie y caminando al que era su cuarto.
No seguiría haciendo el ridículo delante del mayor de los Holmes, ya era suficiente con estar en su casa.
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Sanando heridas
FanfictionGreg Lestrade siempre ha velado por el bien de todos, sin embargo, tiene un problema que no quiere reconocer.