Clase 1

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Se sentía frustrado y molesto. Él no debería estar en ese lugar, mucho menos lleno de harina y con salsa en sus manos. Era un completo desastre, no servía para eso. Nunca debió inscribirse en ese curso de cocina, debería sacarse el delantal y marcharse.

Esa misma mañana, su jefe le había entregado una tarjeta con una dirección de la clase de cocina.

-¿Y si hubiese respondido control de la ira?-dijo alzando una ceja y con una mueca en los labios.

-Está en el tercer piso del mismo edificio-dio por respuesta y se marchó, realmente disfrutaba molestarlo, se notaba.

Ya había finalizado la jornada laboral y se encontraba a pasos del edificio, era un sitio común en el centro de Londres, nada ostentoso ni que llamara la atención. Por lo que decidió ingresar, iba justo en la hora.

-Buenas tardes, usted debe ser Gregory Lestrade-dijo un hombre con impecables modales y mostrándole su puesto.

-Así es-dijo ingresando y mirando el sitio. Era una amplia habitación de color rosa pastel, con varios mostradores que formaban un círculo alrededor de un mostrador más amplio. Cada mueble tenían implementos de cocina y delantales encima. Atrás una estantería con ingredientes, al parecer los utensilios de cocina estaban en los muebles que servirían de puesto de cada alumno.

-Buenas tardes a todos-dijo el hombre con una sonrisa y una filipina de manga larga de color blanco, esto a juego con sus pantalones negros y zapatos de protección-en la estantería de abajo encontraran los zapatos de protección donde pueden cambiarse, también hay filipinas igual a la mía para que no manchen su ropa y una caja de seguridad para sus efectos personales.

-¿Cuál es su nombre profesor?-dijo una mujer rubia y bastante guapa al parecer de Lestrade, quien no se molestaba en coquetear al hombre a cargo.

-Hay personas que ya han estado en mi clase y otros que son nuevos, me presentaré una vez más. Soy Mycroft Holmes y mi gusto por la cocina me llevó a crear este curso, espero que les sirva y pueden hacerme todas las consultas que estimen, no hay preguntas tontas. Iniciemos-dijo con una sonrisa y poniéndose en el mostrador que quedaba en medio de todos.

Luego de media hora de mostrar una preparación de tortellinis con salsa y de enumerar los distintos utensilios e ingredientes a utilizar, los dejó comenzar. Pasados unos minutos, se acercó a cada alumno que lo llamaba, atendiendo sus consultas.

-Pasare por sus puestos para revisar cómo van-dijo con una sonrisa.

De solo escuchar eso, Greg quería azotar su cabeza contra el mueble, porque tenía todo desordenado y sucio, ni él entendía qué era todo eso. Además, había dedicado los 30 minutos de explicación a analizar al hombre que se le hacía conocido de algún lado, porque era imposible que fuera algo de Sherlock, solo debía ser un alcance de apellido.

Para su mala suerte, encontró muy atractivo al profesor. No podía negarlo y hace tanto estaba dudando de su sexualidad y venía este hombre a tambalear su mundo, porque consideraba increíble que un ser tan elegante con acento de estar tratando con la reina y no con estudiantes de todas las edades estuviera dando clases a personas mayores y a él que bordeaba los 45 años.

Se sentía aún más inútil, les había enseñado a hacer unos tortellini y los suyos parecían morir en el agua cada vez que los sumergía. Un fracaso, eso era, tal como su esposa le había dicho antes de marcharse con su entrenador de tenis hace dos años.

-Gregory-dijo el profesor erizando los pelos de su nuca, se había quedado mirando al infinito ante el recuerdo de su ex mujer.

-Señor Holmes-respondió casi tirando la olla con agua y sujetándola a último momento.

Sanando heridasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora