Capítulo 17

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De regreso

Rachel

—Te ves cansado —le digo a Christopher mientras acaricio su rostro.

Después del almuerzo nos quedamos a platicar en la sala, Christopher se enojó porque quería subir a hacer todo menos conversar en el cuarto, pero como dijo Reece le estoy enseñando a ceder.

Poco a poco.

Aunque yo también quería desnudarlo ni bien lo vi me controlé, no podemos comportarnos como dos adolescentes hormonales, la vergüenza no me cabe de todo lo que hemos hecho en casa de Reece.

Pero al fin y al cabo es un Morgan más, igual de indiscreto que su sobrino.

Conversamos con ellos como dos horas y luego subimos, como es de costumbre Christopher me acorraló ni bien cerré la puerta, pero lo que no se imaginó fue que yo lo empujaría hasta la cama y me le tirara literalmente encima.

Es su culpa si de por sí ya estaba mal con solo verlo cuándo comenzó con sus besos y caricias pornográficas me volvió loca, claro que no dejé que me controlara y tomó todo de mí apartarlo, pero cuándo lo tuve solo y para mí, no sé qué demonios se apoderó de mi pobre cuerpo.

Tres orgasmos y yo seguía como loca prendida de él brincando en su polla, hasta que tomó el control y con el cuarto me dejó rendida, tal y como lo presume siempre tue que pedirle que parara y con la sonrisa más hermosa y arrogante del mundo se detuvo, pero no perdió la oportunidad de regocijarse de ello.

Ahora estamos acostados y esto es lo que más amo después de cada vez que estamos juntos, quedarme recostada en su pecho con él acariciando mi cuerpo desnudo con sus manos.

—¿Por qué llorabas la última vez que llamé? —contraataca.

—Yo pregunté primero —refuto levantando mi cara para verlo a los ojos.

—Eso no era una pregunta —alega haciéndose el listo—, Era un afirmación.

—Lo que sea —me exaspera—, Yo hablé primero.

Se queda un rato en silencio acariciando mi pierna que está enrollada en su cadera.

—Mucho trabajo —responde simple—. Es una mierda el estrés cuando no te tengo cerca para encerrarte en mi oficina y relajarme.

Me sonrojo emocionada, cada vez que dice cosas como estás me desestabiliza, no creo que él note que le salen un poco románticas ya que la intención con las que lo dice hace que suenen sexuales, pero ya aprendí a leer entre líneas con él.

—Me extrañas mucho, ¿verdad? —lo molesto incorporándome para detallar su rostro.

Rueda los ojos y me tumba en la cama quedando encima de mí, entierra la cabeza en mi cuello y me da una pequeña mordida.

—Me dan diabetes tus cursilerías —dice mordiendo mi hombro.

Me río a carcajadas porque, aunque no lo admite, bien que le encanta traerme así.

—¿Por qué llorabas? —vuelve a preguntar viéndome a los ojos.

—Es porque te extrañaba —digo para molestarlo.

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