Capítulo 26

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Revancha parte 2

Rachel

No puede ser que mi enojo y arrebato de celos haya terminado con el coronel dándome en cuatro.

¡Nos tocó premio!

Sus arremetidas liberan sensaciones nuevas y me desespera no poder hundir las manos en su cabello, de no poder clavar las uñas en su espalda. Amo la posición tanto como la odio.

Mete una mano a mi sexo y me masajea el clítoris con los fluidos de mi propia humedad, sin parar, sin dejar de embestirme. Sin contenerse me pone a saborear el clímax, las arremetidas me ponen a vibrar las tetas, siento que la cama me estorba y muero por montarlo y brincar sobre su polla.

Me pierdo cuando agarra mis caderas ondulando mi pelvis, vuelvo a saborear los inicios del orgasmo y se queda quieto dejándolo escapar.

—Christopher...

—¿Te gusta?

Arremete con violencia y vuelve a alzarme al séptimo cielo, el agarre es tan fuerte que es el complemento perfecto a la violencia de sus embestidas.

—Sí —gimo.

El orgasmo vuelve a levantarse, la piel se me eriza, mi coño se aprieta y se niega a soltarlo sin darme lo que necesito.

—Amor... —suplico.

Sigue clavándose y abriéndose paso a mi sexo húmedo y resbaloso.

—¿Quién como yo? —estruja mis pechos apretándolos con fuerza y cierro los ojos con fuerza, me va a partir en dos ¡Dios!

Me quejo pidiendo más.

—¡Habla! —demanda.

—¡Ninguno! —grito— ¡Como tu ninguno, mi amor!

Arqueo la espalda y me dejo ir... pero se detiene cuando estaba lista para el orgasmo.

—No pares... —le ruego y una pequeña risa sale de lo más profundo de su garganta.

Levanta mi cuerpo pegando mi oreja a su boca sin ningún espacio libre en nuestros cuerpos, quiero sentir su piel, pero la tela de la camisa me lo impide.

—Te dije que me lo suplicarías —muerde mi lóbulo.

Maldito egocéntrico y maldito mi yo interior que corresponde a su toque. Me está torturando negándome el orgasmo que tanto anhelo y deseo en este momento.

Me vuelve a tumbar a la cama levantando más mi pelvis para tener mi culo a su merced.

Va aumentando mi desespero cuando no lo mete de un todo y solo me roza el glande quedándose en mi entrada frustrándome porque siento que tengo el orgasmo en el borde, pero no quiere dármelo.

—¡Christopher!

—¿Sí?

Saca la polla besándome el inicio de la espalda, suelta mi cadera y luego siento el frío del metal raspando mi piel, termina de destrozar la camisa dejándome totalmente desnuda.

Hace un recorrido con sus manos en mi espalda desde abajo hasta que llega a mis hombros, se inclina y me rodea con sus brazos. ¡Santa mierda! Le siento todo el falo tan duro como un diamante en la raja de mi trasero.

 ¡Santa mierda! Le siento todo el falo tan duro como un diamante en la raja de mi trasero

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