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Y aquí estábamos otro día más. Mirando a la ventana como si fuera lo más interesante del mundo.
No tenía palabras, no había emoción alguna en mi rostro. No podía escuchar a otra cosa que no fuera mi mente.
Los pensamientos inundaban todo mi ser y aunque intentaba pensar en otra cosa, no funcionaba.

—Oliver Mcloth ¿con quién harás el trabajo? —El profesor se paró delante de mi y lo miré pensativo.

—Lo haré con Liam —Lo miré esperando una afirmación con la cabeza que no tardó en llegar.

—Bien, los apuntaré a ambos.

El timbre sonó y recogí mis cosas para guardarlas en la mochila.

No tenía ganas de hacer nada a parte de estar en mi casa escuchando música tumbado en la cama y aunque ahora mismo quería, tenía que soportar las dos horas que me quedaban de clases.

Andé lo suficiente hasta llegar al aula de literatura universal. No había más de diez personas.
Me senté junto a la puerta esperando que en algún momento comenzara la clase pero no sucedió nada.
Esperamos unos diez minutos y la profesora no aparecía por la puerta.
Algunos se fueron y yo solo me quedé en mi sitio con los auriculares mirando el móvil.

Pensé en quedarme más tiempo pero para una hora que quedaba e iba a estar solo porque los demás al parecer habían aprovechado esta hora para largarse mejor me iba.

Agarré la mochila y me la colgué en los hombros.
Al salir al pasillo este estaba vacío y no se escuchaba nadie a parte de otros profesores dando clases.

Salí de allí lo más rápido posible, no tenía nada que hacer hasta las 16.00h de la tarde así que aproveche el momento y me dirigí a ver a mi padre.
El restaurante no estaba tan lejos así que no tardé más de quince minutos en llegar andando, estaba rodeado de algunas tiendas y justo delante tenía un parque. El día para ser finales de octubre estaba soleado y habían personas corriendo y una madre columpiando a sus hijos.

Entré lentamente al restaurante, no tenía prisa así que me puse a admirar la decoración del lugar.
No era muy llamativo, era simple, algo cómodo donde poder comer tranquilo y sin mucho ruido a tu alrededor.
Avancé hacia el mostrador y me senté en una de las sillas esperando a que llegara Marla, la camarera.

—Hola Oliver, ¿vienes a visitar a tu padre? —pregunta con una sonrisa.

—Hola Marla, ¿podrías avisarle de que estoy aquí?

—Claro que si —me guiña uno de sus ojos y desaparece por la puerta que da a la cocina.

Marla trabajaba aquí cuando llegué, me ayudó a adaptarme al lugar y lo hizo más ameno. Nos hicimos algo cercanos, pero no conozco muy bien su vida.

Pasan unos segundos y mi padre aparece con una sonrisa en sus labios iluminándole el rostro. Sale por la puerta de al lado de la barra y me abraza.

—¿Cómo está mi chico? Espero que bien —dice sentándose.

—Estoy bien papá —sonrio— ¿Cómo va la cosa por aquí? ¿Vienen muchos clientes?

—Claro que si, todo va genial, tu padre sabe como llevar un negocio —da una palmadita en mi hombro y aparta la mano con delicadeza.

Río y niego con la cabeza.

Estuve hablando unos minutos con mi padre, todo iba perfecto.
Hacia unas semanas que no lo veía y ahora mismo echaba de menos las charlas con él,  aunque también echaba de menos sus bromas y como hacía enfadar a mamá.

La puerta del restaurante se abre pero ignoro a la persona que entra ya que no me importa demasiado, será uno de los clientes habituales. Bueno, eso pensaba hasta que escuché su voz cuando habló con Marla.

•°MI PEQUEÑA PERDICIÓN°• / REEDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora