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Llegue a mi casa lleno de pintura, por suerte no había nadie que pudiera verme en este estado.
Subí las escaleras de dos en dos con la mochila a un costado de mi hombro. La puerta de mi habitación estaba cerrada, agradecía que mi familia me dejara mi espacio y no entrara en ella.

Abrí la puerta y solté la mochila en el escritorio. No tenía mucho que hacer hoy, estudiar para los exámenes era más importante que estar mandando ejercicios y estar corrigiéndolos.

Me quité la ropa con cuidado de no manchar nada ya que la pintura parecía que no se había secado. La dejé a un lado del baño cuando entré y le di a la llave del agua para que esta comenzara a caer.
Intenté quitarme lo más que pude el líquido que manchaba todo mi cuerpo pero al salir me di cuenta que aún seguía teniendo el pelo lleno de parches de pintura violeta y alguna que otra mancha.
Por lo menos ya no se notaba como antes.

Los azulejos estaban empañados y el espejo tenía pequeñas gotas que resbalaban.
Coloqué una toalla alrededor de mi cintura y con otra me sequé un poco el pelo para que no cayera tanta agua sobre mi cuerpo.
Abrí la puerta y me dirigí al armario para coger algo de ropa.

Me deshice de la toalla y me coloqué frente al espejo mientras me ponía los bóxer.
Vi las manchas con más detalle, tenía dos grandes en el cuello, el pelo estaba mojado por lo tanto no se notaba y los brazos tenían pequeñas manchas. Tardará tiempo en que no quede nada de pintura. Pero eso no era nada, en el brazo tenía brillantina que no me había podido quitar.

Me coloqué los pantalones negros y me tendí en la cama.
Cerré los ojos y los abrí para mirar mi techo. No tenía nada de especial pero me aburría y lo único que podía hacer es estar así. Relajarme después de estar todo el día escuchando a profesores, escribiendo y entrenando.

Por un momento la imagen de Mcloth sin camiseta apareció en mi mente.
Su espalda era más pequeña que la mía, los músculos de esta se marcaban y su cintura era pequeña, podría rodearla con un solo brazo.
Fue rápido pero me imaginé una escena donde salía haciendo lo anterior y me gustaba, pero no creo que a Oliver le agrade. Parece un chico torpe que anda todo el día quejándose y que busca una vida feliz, lo típico de niño bueno conoce a chica, se conocen, viven juntos, se casan y tienen hijos. Todo color de rosa. Lo contrario a lo que veo en mi futuro.

No quiero casarme y no quiero tener hijos, tengo bastante con aguantar mis tonterías y mis meteduras de pata para estar pendiente de un crío.
Lo único que tengo en común con lo que pienso de él es que viviría con mi pareja. Aunque a veces me confunde.

Me confunde su comportamiento competitivo, su voluntad para vengarse de Ryan y sobre todo cuando me mira a los ojos desafiandome.
Y no soy el típico cliché donde el capitán del equipo de fútbol es heterosexual que tiene novia y la engaña con un chico por una simple "confusión". Si, soy capitán del equipo pero no me considero hetero ni por asomo, he tenido mis novias pero nunca ha ido más allá de besos. No me gusta el contacto físico.

Unos toques en la puerta hace que desvíe mis pensamientos y vuelva a la realidad. Me levanto y abro la puerta con pesadez para encontrarme con uno de los hombres de mi padre.

—¿Ha pasado algo? —inquiero mientras me cruzo de brazos y me apoyo en el marco de la puerta.

—Tu padre requiere tu presencia en la oficina señor Berners.

—Ahora voy —ruedo los ojos al escuchar que me llama por mi apellido, suspiro y agarro un chaleco rápidamente para colocármelo en el camino— ¿Te ha dicho para que me necesita? —me atrevo a preguntar una vez ya puesta la camiseta.

—No.

Su palabra sonó más seca de lo que había escuchado alguna vez, o simplemente no me acostumbro a su voz  ya que casi nunca lo escucho hablar. Y de hecho, por eso no dije nada más en todo el camino.
La puerta de la oficina de mi padre estaba abierta, el hombre me indicó que entrara y una vez hecho eso cerró la puerta, quedándose él afuera.

•°MI PEQUEÑA PERDICIÓN°• / REEDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora