12 /DYLAN

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Intentaba abrir mis ojos, y aunque al principio me costaba, logré abrirlos.
La luz de la ventana me cegó por completo haciendo que mis esfuerzos no valieran para nada.
Levanté mis brazos para tallar mis ojos. El dolor se hace presente con solo moverme.
Entrecierro los ojos y con cuidado me siento en la cama.

Miro la habitación y me extraño al ver que no es la mía. Mi cabeza empieza a doler y los recuerdos vienen como flashes.

—Joder.

Me fijo en los detalles de la habitación, necesito distraerme para no pensar.
Es blanca con un televisor al frente y un gran ventanal al lado de la cama, la cual me permite ver el exterior a la perfección.
Mi vista viaja hacia mis manos y descubro que en una de ellas hay una aguja que da a parar a una de mis venas.
Respiro profundamente y trato de relajarme, no quiero tener un ataque de ansiedad, no ahora.

La puerta se abre dejándome ver a mi madre con los ojos rojos y una expresión de preocupación.

—Si vienes a reñirme vete, por favor —ruego cerrando los ojos.

—Tranquilo, hablaré en otro momento —escuchar salir su voz de sus labios hace que me arrepienta—. ¿Cómo te encuentras? —pregunta sentándose en el filo de la cama.

—Mal —siento su caricia en mi mejilla—. Odio los hospitales.

—Lo sé, Dylan —escuchar mi nombre en un susurró hace que abra los ojos y la mire—. ¿Sabes lo preocupada que estaba?

—Mamá —repito apartando su mano.

—Lo siento —se levanta de la cama dejándome solo—  ¿Quieres comer algo?

—Me muero de hambre —digo frunciendo mis labios.

—Bien, ahora vuelvo —me deja un beso en la frente y sale dejándome como antes.

Me enfoco en no mirar a mi alrededor, solo a la mesita donde se encuentra mi móvil.
Lo agarro y me doy cuenta que ambos estamos dañados. Ni siquiera creo que encienda.
Dejo mi dedo en el botón de encender varios segundos y lo tiro a un lado de la cama al comprobar mi teoría.
La moto al igual estaría dañada, seguramente funcionaría pero la pintura se habrá dañado con el roce de la carretera.
No era nada barata repararla, pero algo que haría nada más salir es llevarla al taller, no podía quedarme sin ella después de tantos meses que llegaba conmigo.

Bostezo y miro por la ventana. No hay mucho que ver, solo coches llegando, unas ambulancias y algún que otro árbol con bancos a los lados.

Mi madre no tarda en llegar con la comida, y a decir verdad preferiría que no me hubiera traído nada. Me quedé mirando la comida con asco y mi madre no dudó en soltar una risita.

—Tienes que comer.

—Si no me mata el accidente, me matará esta porquería.

—¡Dylan! —suspiró y se sentó a un lado acariciándome el pelo—. No me hagas obligarte a comer.

—¡Pero mamá! —reclaclé pasando mi mirada de la comida a ella— n... —no me dio tiempo a hablar cuando me dio un golpe en la parte de atrás de la nuca mientras me miraba seria—. Esta bien, comeré algo... —pasé mi mano por el lugar donde me había dado y cogí el tenenor, tenía que coger fuerzas pero de solo mirar la comida me daba ganas de quedarme sin comer.

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Tres semanas, tres semanas ha tenido que pasar para que me den de alta.
Mi madre me venía a ver todos los días y no se quedaba en las noches porque la obligaba a irse, no quería que durmiera en un sitio como este, me conformaba con su presencia de día. Uno de los días que me visitó me regaló un móvil nuevo, no se lo había pedido pero ella simplemente tuvo el gesto de hacerlo al ver que el mío había muerto.

•°MI PEQUEÑA PERDICIÓN°• / REEDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora