Epílogo

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24 de enero de 2024

Mar

Caminaba por la acera mirando mis Converse favoritas rojas y escuchaba música (concretamente jazz) por mis auriculares, rumbo a la universidad.

Eric

Caminaba por la acera mirando mis zapatillas de deporte, y de vez en cuando mi reloj. Iba a llegar tarde al entrenamiento.

Mar

Tenía examen dentro de poco más de media hora, la música hacía que me concentrase, e iba recordando por el camino todo lo que estudié. No estaba para nada nerviosa, estaba sumida en mis pensamientos.

Eric

En diez minutos tengo que llegar al entrenamiento. Hoy se me ocurrió la maravillosa idea de no coger el coche e ir andando, y calculé que tardaría unos quince minutos en llegar desde mi casa a la ciudad deportiva, pero debido a un pequeño imprevisto con Milka (mi perrita) salí más tarde de lo previsto, y no iba a llegar a tiempo. Estaba muy estresado, nunca he llegado tarde, y no me quiero ganar una bronca de parte del entrenador. Además, como sería posible que llegase tarde a mi primer entrenamiento después de mi lesión.

Mar

Levanté un momento mi mirada para ver cuánto me quedaba para llegar a la universidad. Siempre llego tarde a todos los lados, pero hoy me preparé mucho antes para llegar a tiempo. 

La verdad es que tengo el presentimiento de que va a ser un buen día.

Eric

Levanté mi mirada hacia el frente, todavía me quedaba mucho camino. Miré mi reloj, estaba claro que llegaría tarde. Que bien empiezo el día, desde luego.

Mar

Mirando al frente, a lo lejos, vi a un chico. La verdad es que me sonaba bastante. Iba con ropa de deporte, gafas y una mochila de cuerdas a su espalda. Se miraba el reloj de vez en cuando, la verdad es que parecía muy estresado. Dejé de mirarlo y volví a mirar hacia el suelo.

Eric

Un poco más delante de mi pude ver a una chica que miraba sus llamativas Converse rojas. Llevaba unos vaqueros anchos, y un jersey rojo de punto. También llevaban unos auriculares puestos y parecía tararear una canción. Me dio la sensación de que estaba concentrada, o incluso también relajada.

Mar

Volví a levantar mi mirada hacia el chico. Me estaba mirando. Me di cuenta que era bastante alto, seguramente me sacaría una cabeza, o incluso media más. Sus ojos eran de un marrón sencillo, pero tenían un brillo muy característico. 

Ninguno rompía el contacto visual, y de un momento a otro mientras avanzábamos me sonrió, tenía la sonrisa más contagiosa que había visto en mi vida. Sonreí mientras notaba como mis mejillas ardían y bajé la vista de nuevo a mis zapatos cuando pasé por su lado.

Eric

Nuestras miradas se cruzaron. Me di cuenta de que era bastante bajita, por lo menos le sacaba una cabeza y media. Tenía unos ojos color miel que se mezclaban con el ámbar de la salida del sol detrás mío, al igual que las ondas de su pelo castaño. No nos dejábamos de mirar, y de un momento a otro mientras avanzábamos sentía algo raro... Algo bastante extraño, una mezcla de sentimientos confusos. Y sin poder evitarlo, le sonreí. Al hacerlo ella me devolvió la sonrisa, sonrojada. Era preciosa, me hubiera encantado ver como se sonrojaba por horas, mirarnos a los ojos y volver a ver esa sonrisa... Pero volvió a bajar la mirada a sus zapatos. 

Al ver que no me paró ni me dijo nada supuse que no tenía ni idea de quién era yo.

Cuando pasó por mi lado con la cabeza agachada me paré, viendo como caminaba de espaldas a mí en dirección contraria a donde yo iba. Me fijé en la mochila que llevaba, tenía un llavero del Barça. Entonces... Ella si era una fan, ella era culé... ¿Por qué no me habrá parado para pedirme una foto o un autógrafo? ¿No le caigo bien? ¿Decidió respetar mi espacio?

Me sonrió, así que decidí que fue lo segundo, y la verdad... Es que eso me gustó, pero aún me sentí confuso. Estaba parado, ahí, en medio de la calle, mirándola, hasta que salí del embrujo y me acordé del entrenamiento, por lo que salí corriendo.

Mar

Me sentí rara, tenía una mezcla de sentimientos muy diferentes, aunque creo que todos son buenos. Me giré para verle de nuevo, estaba corriendo en dirección contraria a la mía, y me fijé en su mochila, llevaba en escudo del Barça. 

Mierda, ya sabía quién era, no sé cómo no me di cuenta antes.

Pensé en pedirle un autógrafo o una foto, pero decidí respetar su espacio. A parte, ya estaba muy lejos, y no parecía tener tiempo para pararse y hablar con la desconocida a la que, por alguna extraña razón, acababa de sonreír en la calle. Es solo una sonrisa, pero era la suya. 

Quité esos pensamientos de mi cabeza y volví a concentrarme en lo que estudié, volviendo a coger mi rumbo hacia la universidad.

¿Cuántas posibilidades habrían?Where stories live. Discover now