23 de septiembre 08:00 pm

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Y fue arrojado el gran dragón, la serpiente antigua que se llama el diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él.
Apocalipsis 12:9

23 de septiembre
08:00 pm

—debemos comprar: la pizza, el queso, los aliños, tomate, los dulces y la torta —dijo Cristopher mirando la lista que tenía en la mano.
Había estado esperando toda la semana por la posibilidad de ver a su pequeña y, ahora que al fin se daba, quería que su encuentro fuera algo memorable para ambos.
Fanny, su hija, ni siquiera se dio el trabajo de responderle, simplemente miró hacia ambos lados, como si intentase recordar lo que su padre le había dicho, y luego siguió observando la pantalla del celular.
Cristopher pensó en regañarla; pero, al instante pensó que era mejor no decir nada: primero, porque no quería opacar el fin de semana peleando; segundo, porque estaba observando un programa educativo (algo de un eclipse).
« ¿Quién entre los niños de siete años ve programas científicos? »pensó« de seguro pocos o ninguno… ¿Cómo es posible que algo tan hermoso e inteligente haya salido de mí?.
Ella era pequeña, delgada y frágil. Con cabellos castaños y unos ojos color esmeralda bellísimos. Además, parecía dotada de una curiosidad y una inteligencia que pocos niños tienen. Su padre la contempló con un cariño y orgullo fuera de toda medida y decidió pasar por alto su falta de atención.
Ya se animaría la pequeña al llegar a casa y disfrutar de las cosas que había preparado: tenía una fiesta de bienvenida, con globos, serpentinas y todo tipo de adornos; había invitado a sus amigos de antes, todos niños y niñas de la misma edad y  había comprado una wii (una consola donde se puede jugar videojuegos y hacer ejercicio).
Empuño con fuerza la bolsa con las cosas que había comprado en su mano derecha y, con la izquierda, le hizo un gesto a su hija para que lo tomase de la mano. Salieron de la pequeña tienda y se metieron en el supermercado que, a esa hora, estaba lleno de gente. Todos estaban comprando sus cosas a última hora.
— ¿y si olvidamos la pizza? —propuso la pequeña.
—Me parece acertado —respondió él— , podemos pasar a la pastelería por la torta y ahí comprar dulces y otras cosas.
Salieron rápidamente y comenzaron a caminar, de manera un tanto apresurada, por la acera. Al llegar a la pastelería se dieron cuenta de que habían tomado la opción correcta… estaba casi vacía. Cristopher compró pasteles, como plan B, y retiro la torta que había encargado, pagando todo con tarjeta de crédito.
Al salir de la tienda se repartieron las cosas: las más livianas, para ella; las más pesadas, para él. Luego comenzaron a caminar hacia la parada del autobús.
—Ten cuidado de no alejarte —le dijo a la pequeña.
—sí, por supuesto —respondió ella, más animada al darse cuenta del buen rato que les esperaba.
— ¿y… qué era lo que estabas viendo en tu celular?
—transmisiones en directo del eclipse, desde Bogotá.
— ¿te has dado cuenta de que siempre esas cosas pasan en otros países? —le preguntó, para hacer algo de conversación.
—Sí, es verdad —respondió Fanny—, dicen que es porque nosotros vivimos muy al sur del planeta, por eso la órbita de la luna no nos alcanza a cubrir.
— ¿en serio? Creo que tenemos muy mala suerte. Sería genial poder ver un eclipse; aunque, estoy seguro que algunos terminarían rezándole al sol o la luna.
—Podemos verlo a través del celular —dijo ella. Ignorando el mal chiste y  acercando la pantalla del celular a la cara de su padre, dando pequeños saltitos, para que él pudiera distinguir la noticia.
—tranquila, vas a tirar algo… lleguemos a la parada y podremos verlo todo tranquilamente.
Ambos caminaron, ahora más tranquilamente, hacia una banca por donde pasaba la locomoción. Una vez ahí se sentaron, dejaron las bolsas en el suelo —exhalando un suspiro de alivio— y, animadamente, comenzaron a ver el celular. Era una transmisión en directo de Youtube, el ambiente a través de la pantalla era de total festejo y expectativa: las personas, estaban en un festejo absoluto, todos con sus lentes para eclipses, esperando a que llegase la hora señalada; el día, ya se había transformado en una semi-penumbra y, al parecer, la silueta de la luna comenzaba a obstruir los primeros rayos del sol.
— ¡está pasando justo ahora! —exclamó Fanny emocionada.
El público, atento, seguía cada cambio en el cielo. El sol de pronto iluminó menos, mucho menos, de una forma que la oscuridad empezaba a ser visible, incluso desde la pantalla del celular. Los espectadores contemplaban, alegres y parlanchines, la magia de uno de los momentos más espectaculares brindados por la naturaleza.
—Recordemos —interrumpió una voz de narrador en el celular—, que estamos viendo el eclipse de sol en Bogotá. Eclipse que ha coincidido con la alineación de seis de los ocho planetas del sistema solar (incluyendo la tierra): mercurio, la tierra, marte, júpiter, Saturno y Neptuno en este momento han formado una línea perfecta con el sol —concluyó el locutor de manera seria y formal sin perder el tono educativo.
— ¿en serio? —Preguntó Cristopher, rascándose la cabeza— no tenía idea de que esto estaba a punto de pasar.
—La noticia se supo hace cerca de un mes —respondió Fanny—, en los canales de ciencia.
—que interesante, esto sí que es educación interactiva.
—Es extraño… —comentó ella—, según decían no debería oscurecer tan rápido.
En el celular, la oscuridad empezaba a ser notoria: en la cámara panorámica se dejaba ver al público, en la parte de abajo; mientras arriba, en el cielo, se dejaba ver una especie de sol negro —la luna— que tapaba los rayos, y estos parecían formar una especie de corona luminosa y tenue alrededor. El cielo tomaba un color opaco con tonos amarillos y rojizos, similar al de un atardecer, y esos tonos empezaban a contagiar los árboles y el suelo.
La cámara hizo un cambio y se dejó ver a un reportero que se alistaba a entrevistar a los presentes, cuando de pronto… un grito tremendo, como de pavor, se escuchó entre el público. El reportero abrió los ojos como plato y miró a todos lados intentando comprender qué estaba pasando. El grito se contagió a gran parte de la audiencia con rapidez y, a través de la pantalla, se dejaba ver un ambiente de miedo creciente.
La cámara de pronto estaba enfocando los pies de los presentes, que parecían correr en caos. Una avalancha de personas corría en la oscuridad.
— ¡arriba, de prisa! —apuró el reportero, que intentaba guardar la compostura; a pesar de verse claramente impresionado por lo que pasaba.
La cámara se incorporó y captó nuevamente al reportero, que se arreglaba la corbata, con una cara de miedo. Al tiempo que intentaba guardar la compostura y seguir diciendo cosas coherentes.
— ¡al parecer algo está pasando! —dijo en un tono asustado y agitado. Mientras seguía a las personas en su huida. La cámara apenas lograba captarlo, mientras lo seguía, entre los empujones y el caos de la retirada.
— ¡la gente ha entrado en pánico! ¡Todos huyen y… —algo pareció impresionarlo tanto que lo dejó sin palabras. Su tono de calma desapareció en ese momento y sus ojos se abrían completamente, como intentando descifrar qué pasaba— ¡por dios bendito! ¡¿Qué es eso?!— gritó lleno de terror, más para sí mismo que para la audiencia.
La cámara giró en ciento ochenta grados, intentando enfocar lo que el reportero había visto. Luego de un par de manotones y empujones… logró enfocar: en el cielo, se podían ver unas nubes negras que habían aparecido de la nada; la luna —ahora negra— que, desde su parte baja, parecía vomitar o parir un extraño animal gigantesco y deforme que venía a caer a la tierra.
El video en el celular se puso de color negro. Debajo de la pantalla, al instante, apareció un anuncio que informaba:
“fuera de línea”…

la trompeta del apocalipsis Donde viven las historias. Descúbrelo ahora