5.- Caos

46 9 0
                                    

El espíritu vicioso fue desvanecido con un solo golpe de Cheng Luan, mientras que ZiDian barría con varios fantasmas a la vez.

— ¡Señorita Wen, venga aquí!— exclamó Jiang Cheng.

Wen Qing corrió hacia él saliendo del tropel de fantasmas que la rodeaban al tiempo que Liu QingGe y Nie HuaiSang se acercaban a ellos.

— Dime que escuchaste lo mismo que yo— dijo Liu QingGe.

— ¿Qué Wen RuoHan volvió y tiene prisionero a Mu Qing?— inquirió Jiang Cheng—. Sí, lo oí.

— Y ahora nosotros tenemos que ir a salvar su triste trasero. ¿Cómo fue que terminamos así?

— Buena pregunta. 

Ellos simplemente habían bajado para acompañar a Wen Qing y a Nie HuaiSang, y ahora el destino de los tres reinos estaba en sus manos… sin mencionar a su amigo, que estaba en peligro. Eso fue lo último que escucharon de Xiè Lian antes que la comunicación se cortara. Y ahora estaban sumidos en una lucha en la capital imperial. Al paso al que iban, salir de aquí sería simplemente imposible ya que no podían dejar desprotegidas a las personas de la ciudad.

De repente, el viento sopló creando un tornado que absorbió a la mayoría de los espíritus errantes y un joven castaño apareció frente a ellos. Este joven usaba un atuendo blanco con varios desgarros y sostenía un abanico, con el cual controlaba el viento manteniendo estable el tornado para que no lastimara a las personas. A través de la ropa desgarrada podían verse heridas de fracturas tanto en un brazo como en una pierna, aunque no parecían suponer una molestia para él. Una vez que los fantasmas se desvanecieron, el joven volteó hacia ellos con una sonrisa y dijo:

— Por favor síganme, los llevaré fuera de la capital.

A pesar de tener una pierna fracturada, andaba con ligereza, cojeando levemente. Nie HuaiSang dio un respingo y dijo con admiración:

— Usted es la deidad del viento adorada por los vagabundos, ¿no es así?

— Ah, sí— dijo el joven rascándose la cabeza—. Mi nombre es Shi QingXuan. Su Alteza me pidió que los ayudara a salir de la capital para que puedan cumplir con su misión.

Jiang Cheng y Liu QingGe se miraron uno al otro con un gesto de duda y siguieron caminando siguiendo a Shi QingXuan, que había comenzado a platicar alegremente con Nie HuaiSang.

— Puedo arreglar su abanico, si lo desea— decía—. Tengo experiencia en eso… después de está catástrofe, claro. 

— Eso me gustaría, sí— replicó Shi QingXuan con una risita viendo su abanico desvencijado—. Tengo otro abanico conmigo que también querría usar, se los puedo dejar los dos cuando esta crisis pase.

— Puede confiar en mí. Los dejaré como nuevos. 

— Disculpe— interrumpió Liu QingGe—. ¿Sabe usted que son las llaves del cielo?

Shi QingXuan guardó silencio abruptamente. La deidad frunció el ceño, sabía qué eran las llaves del cielo, Xiè Lian se lo había dicho incluso antes de hacerlas, pero también le había pedido no mencionar nada al respecto a menos que fuera necesario. Suponía que en esta ocasión lo sería, pero aún así no dijo mucho.

— Son dos amuletos creados por Su Alteza— dijo—. No sé mucho al respecto, pero puedo guiarlos hacia alguien que sabe más que yo.

A mitad de camino se toparon con otra horda de espectros los cuales fueron controlados por Shi QingXuan, quien señaló un camino fuera de la ciudad. 

— Sigan por allí— indicó—. Se toparán con una caverna natural que deben cruzar para llegar. Habrá un valle a la salida, y cruzando ese valle se encuentra una secta. Allí podrán hallar respuestas.

Shi QingXuan hizo girar su abanico en la mano con lo que una ráfaga de viento barrió con un grupo de fantasmas y añadió:

— Debo quedarme para cuidar la capital. ¡Suerte!

Traa decir esto, la deidad desapareció rápidamente para ocuparse de otra cosa. Al no tener un mejor plan de acción, el grupo hizo caso de las indicaciones de Shi QingXuan y encaminaron sus pasos en la dirección indicada.

CatástrofeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora