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Tres meses después del nacimiento de las quintillizas Rogers.

Las niñas habían nacido fuertes y saludables, a pesar de haber llegado al mundo de manera prematura, con apenas 28 semanas de gestación. Aun así, tenían un largo camino por delante para desarrollarse por completo, y cada día era una batalla silenciosa pero constante. La vida de los bebés prematuros es siempre delicada, llena de incertidumbres y desafíos, incluso cuando todo parece ir bien. Para Steve y Natasha, la situación no era distinta. A pesar de que las niñas mostraban signos positivos de recuperación, la distancia física y emocional se volvía un peso difícil de soportar. Las visitas a la unidad de cuidados intensivos neonatales (UCIN) estaban restringidas por el protocolo médico, lo que hacía que los padres solo pudieran estar con sus hijas en horarios limitados. Esta separación involuntaria resultaba especialmente dolorosa para ellos.

Steve y Natasha enfrentaban una intensa fatiga, tanto emocional como física. Se turnaban diariamente para visitar a sus hijas en la UCIN, y cada uno intentaba sobrellevar la presión y el agotamiento como podía. Las largas horas de espera, las vigilias nocturnas llenas de incertidumbre y la preocupación constante sobre la salud de las niñas los debilitaban profundamente. Cada visita era una mezcla de alegría al ver a sus pequeñas y de ansiedad por el estado de su desarrollo. Los días transcurrían en una especie de rutina donde la preocupación predominaba, aunque la esperanza de verlas crecer y prosperar les daba fuerzas para seguir.

Los fines de semana se convertían en momentos de alivio, no solo por el tiempo que podían pasar juntos como familia, sino también por las visitas de amigos y familiares que se acercaban para brindar su apoyo en este proceso tan complicado. Los seres queridos se desplazaban hasta el complejo donde vivía la pareja para acompañarlos, lo que les ofrecía breves respiros en medio de las dificultades. Las visitas, aunque breves, eran reconfortantes y les proporcionaban el calor y el apoyo emocional que tanto necesitaban.

Además de las visitas diarias a sus hijas, Steve y Natasha se encontraban en un proceso de adaptación a su nueva realidad. Habían tomado la decisión de residir temporalmente en el complejo para estar más cerca de la UCIN y contar con el respaldo necesario para el cuidado de las niñas cuando fueran dadas de alta. Este cambio de vida requería ajustes importantes, ya que no solo debían enfrentar el desafío emocional de tener a sus hijas en una situación delicada, sino también preparar el entorno que las recibiría una vez que estuvieran listas para salir del ala médica. Los preparativos en el complejo, como acondicionar el espacio para su llegada, se convirtieron en una tarea en la que ambos se volcaron, buscando que todo estuviera perfecto para ese momento tan esperado.

—Hoy no te sientes muy bien — observó Natasha con suavidad, mientras tomaba en brazos a Ava, que acababa de despertar con un mal humor evidente, incapaz de contener su llanto. Sus pequeños sollozos llenaban el ambiente de una inquietud que Natasha trataba de calmar con su abrazo, mientras mecía a la niña de un lado a otro, en un intento de reconfortarla.

—Buenos días, preciosa — saludó Steve con una sonrisa cálida mientras se inclinaba para besar la frente de Lulú, quien, aún entre bostezos y ojos entrecerrados, apenas estaba abriendo los ojos a un nuevo día. 

El complejo ya no parecía simplemente un hogar, sino más bien una guardería improvisada y constante. Las responsabilidades se multiplicaban con la misma intensidad con la que lo hacían las sonrisas y las lágrimas de los pequeños. Todo debía hacerse cinco veces: cinco asientos de coche, cinco biberones alineados en la encimera, esperando ser preparados con precisión; cinco cunas que, aunque idénticas, cada una albergaba una personalidad distinta, una pequeña vida única que necesitaba atención, cuidados y amor en igual medida. Cada día era un reto logístico y emocional, una coreografía de cuidados repetida en un ciclo que parecía no tener fin.

Cinco por sopresa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora