14.

997 54 2
                                    

Cinco años después del nacimiento de las quintillizas Rogers.

Era el primer día de preescolar de las quintillizas, y el hogar de los Rogers se encontraba sumido en un emocionante caos. Natasha, llena de orgullo y alegría, observaba cómo sus pequeñas hijas estaban dando un paso significativo en sus vidas al comenzar su educación formal. Cada una de ellas, con su singularidad y carisma, contribuía a un ambiente vibrante y lleno de energía.

Steve, por su parte, contemplaba a sus hijas con una mezcla de asombro y nostalgia. Las personalidades de cada una de ellas continuaban desarrollándose y transformándose a medida que crecían. Era evidente que, aunque aún eran muy jóvenes, cada una de las quintillizas ya mostraba rasgos distintivos que prometían enriquecer sus experiencias en la escuela. 

Las gemelas Ava y Olivia continuaban siendo inseparables, compartiendo una conexión única que las mantenía unidas en todos los aspectos de sus vidas. Cada momento juntas era una oportunidad para fortalecer ese vínculo especial que las definía. Su amor hacia sus padres y hermanas era profundo y evidente, manifestándose en gestos de cariño y apoyo mutuo. A través de sus risas, juegos y conversaciones, demostraban el valor de la familia, disfrutando de la compañía de sus seres queridos con un sentido de gratitud y afecto que trascendía las palabras.

Parker Kate continuaba su tratamiento para manejar la ansiedad que enfrentaba en su día a día. A pesar de los desafíos que esto le presentaba, lograba mantener una calma excepcional y una ternura notable hacia cada uno de los miembros de su familia. Su capacidad para irradiar amor y comprensión, incluso en momentos difíciles, se convirtió en un pilar fundamental para el bienestar emocional de su hogar.

Por otro lado, Riley había dejado atrás su naturaleza tranquila, que había sido solo una fase temporal. Parecía que los "terribles dos" habían regresado con toda su fuerza, manifestándose en un comportamiento travieso y juguetón. Con frecuencia llenaba la casa de risas contagiosas y travesuras inesperadas, creando un ambiente vibrante y lleno de energía que desafiaba a sus padres a adaptarse a su creciente personalidad.

En cuanto a Hazel, conservaba su dulce y encantadora personalidad, la cual sus padres apreciaban profundamente. Su inocencia, combinada con su capacidad innata para mostrar cariño, se traducía en momentos de pura alegría que iluminaban la vida de los Rogers. La presencia de Hazel en el hogar era una constante fuente de felicidad y amor, recordando a todos la belleza de la simplicidad y la pureza de la infancia.

—Riley, es momento de que te prepares para ir a la escuela. —Steve levantó a su hija en brazos, sintiendo su pequeño cuerpo temblar un poco mientras luchaba contra las lágrimas.

—¡Pero yo quiero ir a la guardería! —exclamó la pequeña rubia, soltando un sollozo que resonó en la habitación, lleno de angustia.

—Entiendo que esto puede ser un cambio difícil para ti, pero te prometo que en el preescolar descubrirás un mundo nuevo. Conocerás a muchos niños y aprenderás cosas maravillosas. Además, tus hermanas estarán contigo en el salón de clases, y eso hará que todo sea más fácil. —Riley, a pesar de sus lágrimas, asintió lentamente, sintiendo un pequeño destello de esperanza al imaginar a sus hermanas a su lado. —¿Irás con mamá para que te ayude a arreglarte? —continuó Steve, tratando de suavizar la situación con una sonrisa. 

La pequeña limpió las lágrimas de sus mejillas con su mano, todavía un poco dudosa pero decidida a intentar hacerlo.

—Te amo, mi pequeña Riri. —Steve inclinó su cabeza y le dio un suave beso en la frente, deseando que eso le brindara algo de consuelo. Luego, con un suspiro de determinación, se dirigió a la cocina para preparar las mochilas de las niñas, pensando en lo importante que era este momento de transición para su hija.

Cinco por sopresa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora