10 | Lo verdaderamente interesante

70.3K 3.9K 2.6K
                                    

Capítulo 10 | Lo verdaderamente interesante

Hailey

Tate saca cinco latas de cerveza y nos ofrece una a cada uno antes de abrir la suya y pegarle un trago. Yo no estoy segura de aceptar la bebida. Me apetece, y ha pasado un buen rato desde que me tomé la otra, pero sigo siendo la responsable de llevarnos a Maddie y a mí a casa sanas y salvas, así que le devuelvo la lata.

—Tengo que conducir —me lamento. Tate coge la cerveza, pero no la guarda.

—O podríais dormir aquí, y así no tenéis que moveros de noche —sugiere—. Podéis usar mi cama.

La idea es tentadora. Muy tentadora. Miro a Maddie, que responde mi pregunta silenciosa con un breve asentimiento. Me gusta que podamos comunicarnos así. Que nos entendamos tan bien sin necesidad de utilizar las palabras.

—Si a ti no te molesta... —Me aparto un mechón blanco de la cara y me lo recoloco detrás de la oreja.

—He dormido en el sofá antes. Es bastante más cómodo de lo que parece. —Me dedica una sonrisa amable, una que no se parece en nada a la que decoraba su rostro horas antes, cuando hablaba de desobediencia y castigos.

Las mejillas me arden solo de pensar en ello. Y recordar sus palabras susurradas cerca de mi oído hace que se me ponga la piel de gallina y que me tiemblen las extremidades. «Vas a portarte bien y vas a obedecerme durante el resto de la noche, sin excepciones».

Trago saliva y cruzo las piernas disimuladamente.

—Entonces... —Alargo la mano para coger la lata que aún sujeta, pero aparta la mano antes de que llegue a alcanzarla. Le dedico una mirada impaciente y él entrecierra un poco los ojos. Aún así, puedo ver el brillo de diversión que desprenden.

Parece que Madison y yo no somos las únicas que podemos comunicarnos en silencio, porque estoy bastante segura de que ahora mismo me está diciendo: «pídemelo por favor». No desaprovecha oportunidad, el muy maldito.

«Pues nada —pienso a la vez que me cruzo de brazos—. Sin cerveza».

Tate enarca una ceja, pero al ver que no doy mi brazo a torcer se ríe bajito, niega con la cabeza —el gesto es casi imperceptible y estoy segura de que solo lo he visto yo— y me devuelve la lata.

La abro con una sonrisa triunfal.

—Deberíamos salir a la terraza. Así nos da un poco el aire, que estoy harto de los espacios cerrados —dice Jaden, levantándose de su taburete.

—¿Que te quieres fumar otro cigarro, dices? —se burla Tate. Jaden le lanza la anilla que ha arrancado de la lata de cerveza y el pelinegro se ríe, pero sale de la cocina con él. Nosotros también le seguimos.

No obstante, mientras que el resto cruzamos el salón para ir a la terraza, Tate se pierde por el pasillo que supongo que lleva a su habitación. Vuelve minutos más tarde, cuando los demás ya estamos sentados sobre el suelo de madera, con una sudadera en la mano. Me la entrega sin decir nada y se sienta a mi lado, hombro con hombro.

—Gracias —le digo en voz baja tras ponérmela por encima del vestido.

De manera disimulada, agacho la cabeza para ver si la prenda huele a él. Y sí: el aroma es débil pero está ahí. Un perfume suave, cítrico y masculino que me encanta.

—Así que... —Jaden se enciende un cigarro y le da la calada antes de continuar la frase—: ¿Por qué odiamos a ese tal Christian?

—Porque es un cabrón infiel y narcisista —respondo yo por Maddie, que se ríe entre dientes al escucharme—. Tendríamos que habernos quedado en la fiesta solo para restregarle lo feliz que estás sin él. Es más, deberías haberte liado con alguien en sus narices.

Juego de seducción © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora