22 | La humilde aportación de un tercero

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Capítulo 22 | La humilde aportación de un tercero

Advertencia

Este capítulo contiene escenas sexuales con prácticas propias del BDSM, que incluyen humillación erótica, tanto física como verbal. Si no estáis cómodas con este tipo de prácticas, os recomiendo que os saltéis esta parte. Si decidís seguir leyendo, por favor, no hagáis kink-shaming en los comentarios y recordad que los personajes son personas adultas que y que todo es consensuado. Gracias.

«Porque hoy sí me queda paciencia para tomarme las cosas con calma».

No entiendo lo que significa eso, pero tampoco me da tiempo a procesarlo porque de repente, sus labios están sobre los míos. Me aprieta el cuello con un poco más de fuerza, y eso consigue volverme loca.

Le devuelvo el beso con la misma intensidad abrasadora. Nuestras lenguas se encuentran y me vuelvo incapaz de pensar. Me rodea la cintura con la mano que no me sujeta el cuello y me atrae un poco hacia él, acortando la distancia entre nuestros cuerpos hasta que mi pecho toca el suyo.

Estoy temblando de deseo.

De pronto, me sujeta los brazos sobre la cabeza con sus dos manos y comienza a besarme el cuello. Echo la cabeza hacia atrás y Tate aprovecha para recorrer todo el camino desde arriba hasta la clavícula con sus labios. Sus besos son húmedos y hacen que me estremezca.

Me arde el cuerpo, y me molesta un poco que me haya inmovilizado  los brazos porque quiero tocarle. Quiero quitarle la camiseta, sentir el calor de su pecho en las palmas de las manos y descender hasta encontrarme con su cinturón para poder deshacerme de él. Quiero explorar su cuerpo con mis manos, y luego hacer lo mismo con los labios, pero Tate parece creer que solo él tiene derecho a ello.

Me libera únicamente para quitarme la camiseta. Lo hace en un momento, aprovechando que tengo los brazos en alto, y luego vuelve a estampar sus labios contra los míos. Esta vez no me inmoviliza, sino que pone las manos en mi culo para levantarme. Le rodeo la cadera con las piernas y acojo su rostro entre mis manos sin dejar de besarle.

Sus labios son adictivos. Son todo lo que un beso debería ser: apasionado, ardiente y arrasador. Solo dejamos de besarnos para respirar, y la necesidad de oxígeno me parece de repente un insulto de la naturaleza. No es justo que tenga que separarme de algo que anhelo con tanta fuerza.

Tate me lleva en volandas hasta la cama y me tumba sobre el colchón para luego colocarse encima de mí. Se quita la camiseta, exponiendo su torso ridículamente perfecto, y me quita los pantalones.

—Siento que han pasado siglos desde la última vez que pude hacer esto —murmura en un tono de voz grave antes de deshacerse también de mi sujetador y comenzar a besarme el pecho. Me lame el cuello, el escote, los pezones, y después desciende para seguir haciendo lo mismo con mi abdomen. Cuando llega al dobladillo de mi ropa interior, alza la vista y sus ojos, oscurecidos por el deseo, encuentran los míos—. ¿Puedo?

—Ahora mismo te diría que sí a cualquier cosa que me pidieras —digo con sinceridad. Tate suelta una carcajada suave y me baja las bragas hasta quitármelas del todo.

Me separa las piernas y comienza a besar el interior de mi muslo, comenzando por abajo y ascendiendo poco a poco. Sus besos siguen siendo eróticos y lentos. El corazón me late con tanta fuerza que creo que acabará explotando si Tate sigue torturándome de esa forma, y él lo sabe perfectamente, a juzgar por la sonrisa perversa e irresistible que me dedica.

—Eres demasiado impaciente, Hailey. —Su aliento cálido acaricia la piel de mi entrepierna. Se me eriza el vello de todo el cuerpo—. Que no se te olvide quién está al mando. Voy a hacer todo lo que quiera contigo, y tú te vas a quedar muy quieta, ¿entendido? —Asiento con la cabeza, fiel a lo que le he dicho antes—. Bien.

Juego de seducción © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora