39 | Quien juega con fuego, acaba follando.

28.8K 1.6K 889
                                    

Capítulo 39 | Quien juega con fuego, acaba follando.

Hailey

Me despierto con un cuerpo caliente y familiar pegado a mi espalda y con un brazo abrazado a mi cintura. No necesito girarme para saber a quién le pertenece dicho cuerpo; lo sabría aunque no recordara nada de lo que ocurrió anoche, porque el olor de Tate —mi olor favorito en todo el mundo— es inconfundible.

Mierda.

Esto no tenía que pasar.

Me doy la vuelta despacio, con cuidado de no despertarle. Por suerte, está tan profundamente dormido que creo que voy a poder huir de aquí sin que se dé cuenta.

Debería hacerlo de inmediato. Debería salir de la cama, recoger mis cosas e irme lo antes posible, pero, en lugar de eso, me quedo mirando las facciones relajadas de su rostro.

Es la primera vez que me despierto a su lado en dos semanas y lo echaba tanto de menos que creo que es mi corazón el que me impide moverme. No entiende que estamos enfadados con él; lo único que le importa es que por fin vuelvo a estar entre sus brazos. Está tan feliz que me martillea las costillas con fuerza, como si quisiera despertar a Tate para convencerlo de que haga más que dormir abrazado a mí.

Hay otras partes de mi cuerpo que están de acuerdo con esa idea y también comienzan a palpitar.

Genial.

Ahora me tengo que ir de aquí frustrada sexualmente. Justo lo que yo quería.

Cuando decidí salir de fiesta ayer por la noche, no esperaba acabar así. Solo quería bailar un poco y tontear con alguien para recordarme a mí misma que el mundo no se acaba porque mi relación con Tate sí lo haya hecho.

Quería olvidarme de él durante unas horas, pero parece que eso no va a ocurrir en ningún futuro cercano.

El espectáculo de ayer es la prueba definitiva. Puede que le insinuara a Tate que estaba ligando con Nash (el chico con el que estaba hablando), y también quise hacerle pensar que planeaba acostarme con él, pero nada más lejos de la realidad. El pobre infeliz estaba escuchándome lloriquear porque si la Hailey sobria solo puede pensar en Tate, la Hailey borracha no va a ser menos. De hecho, creo que le dije a Nash algo así como «Por culpa de Tate ya no quiero saber nada de ninguna otra polla, Nash. Estoy obsesionada con la suya», y él me respondió algo así como «mi nombre es Nico, no Nash».

En mis buenos tiempos, una no tenía que aprenderse el nombre de los chicos que conocía en las discotecas. Claro que, en esos tiempos, una tampoco se ponía a hablar del pene de otro hombre con dichos chicos.

Suelto un suspiro y me despego de Tate poco a poco, ya no solo para evitar despertarle, sino también porque no quiero irme. Aún así, reúno toda mi buena fuerza de voluntad y consigo salir de la cama, solo para enfrentarme a un nuevo problema: no sé dónde está el vestido que llevaba puesto anoche.

Ahora mismo, lo único que cubre mi cuerpo es una de las camisetas de Tate. En su momento no me pareció tan mala idea dejar que sustituyera mi ropa por la suya (nunca diré que no a ponerme algo que huela a él, por enfadada y borracha que esté), pero ahora me doy cuenta de mi error. Aunque es cierto que me queda grande, no me tapa lo suficiente como para salir con ella a la calle, sobre todo porque no llevo ropa interior y tampoco la veo por ningún lado.

Pues nada. Me tocará coger algo prestado.

Ya se lo devolveré mediante un servicio de envío que no implique quedar con él otra vez. Soy masoquista —las cosas que he dejado que Tate me haga en la cama lo prueban—, pero no a ese nivel.

Juego de seducción © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora