Ahora era el momento, el inicio de su inalcanzable lucha por decirle al mundo, por decirle a sus padres que no era lo que ellos querían, era Sirius Black y a pesar de llevar ese apellido el no era nada de lo que ellos esperaban. El sombrero vería su mente y se daría cuenta que él no era un Black, que no era una retorcida y perversa serpiente, estaba seguro que no existía en él ninguna característica de esas rastreras y frías alimañas.
—Otro Black, ustedes no se detienen ¿Verdad? Déjame ver— El sombrero se concentró, veía algo brillante en ese muchacho, un corazón valiente y leal gritaba con fuerza, como queriendo ocultar otros rasgos en él, luchaba con fuerza contra ello, contra su identidad y contra las habilidades que podía desarrollar, un gran ingenio y astucia que cualquier joven a esa edad querría poder poseer— Bueno chico, te deseo suerte en ¡Slytherin!
Sus oídos retumbaron con los aplausos que llenaron el salón, no, no podía ser verdad, cerro sus ojos, los cerro con fuerza, esperando abrirlos y encontrarse entre sus sabanas, con su madre gritándole para que se levantara, con Kreacher viéndolo con desdén y su hermano practicando en el piano.
Abrió los ojos de nuevo y vio ahí a los niños de primer año que esperaban su turno para ser seleccionados, se levanto del banco y se dirigió a la mesa de las serpientes, allí, Lucius Malfoy lo recibió con una palmadita en la espalda, tan pronto se sentó muchos niños quisieron hablarle, pero el los conocía, solo querían estar cerca de Black, no de Sirius.
Buscó a James Potter entre quienes hacían la cola y lo encontró, el niño de anteojos lo vio por unos segundos, no le sonrió ni le dedico ningún gesto, ni una señal que le indicara que aun podían ser amigos. Uno a uno los niños fueron asignados a una casa, la niña pelirroja fue puesta en Gryffindor, al igual que James, y ese niño pequeño y siniestro del que se habían burlado en el tren fue dejando en Slytherin, al menos ese tonto si tuvo lo que quiso. Aunque su apellido Snape, no estaba en la larga lista de nombres que su madre le obligo a aprender quizás era americano.
Tras el gran banquete los menores fueron llevados a sus respectivas salas comunes, los estudiantes eran acomodados en habitaciones compartidas de cuatro personas, a él le toco con el grupo de niños que quedo sobrando, pues al parecer ninguno había hecho amigos durante la cena. Sus nuevos compañeros eran Angus Mulciber, un chico moreno de cabello oscuro, Aiden Avery quien era delgado y alto, con ojos negros rasgados y claro el niño raro y pálido; Severus Snape.
—Mi madre no va a creer que mi compañero de alcoba es Sirius Black— El chico de ojos rasgados ya se estaba preparando para meterse entre las cobijas— Mi familia y la de Mulciber se conocen desde hace años, los dos sabíamos que estaríamos en Slytherin.
Sirius lo escuchaba, aunque realmente no le interesaba mucho lo que ese chico decía, de cierto modo aún seguía impactado por la decisión que el sombrero había tomado, pero no podía cambiarlo, nadie podía elegir estar en otra casa cuando ya habías sido seleccionado en una.
—¿Tu apellido de donde es? —El chico moreno se dirigía al de cabello negro, que parecía demasiado callado a comparación de como lo vio en el tren.
—De Inglaterra, toda mi familia lo es.
—Pero no me parece conocido ¿Alguno de ustedes lo había escuchado?
—Debe ser un mestizo, por eso no conocemos su apellido.
La cama de Sirius era la que estaba mas cerca a la del pálido chico, por lo que el pudo ver el gesto que hizo con la boca cuando Avery lo llamo mestizo con ese tono de desagrado. Aunque lo que ocurrió después lo recordaría siempre. Avery se había levantado de su cama, caminando hasta Snape, intentó molestarlo llamándole mestizo y cuando acerco su mano para tocarlo el pálido niño lo mordió , Avery se quejo casi entre lagrimas mientras que Mulciber se reía sostenido su barriga y diciéndole que él se lo había buscado. En ese momento el chico le pareció un poco menos desagradable.
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—¡Oye!¡Espera! ¡Severus! — Su túnica negra ondeaba siguiendo sus movimientos, estiró su mano y finalmente alcanzo la muñeca del otro, haló de ella y lo atrajo a su cuerpo— Tranquilízate.
—¡¿Qué diablos quieres Sirius?! ¡Déjame en paz! — Los ojos negros estaban fuertemente cargados de enojo y vergüenza.
—No te voy a soltar así que olvídate de eso —Su mirada gris se poso cálidamente sobre el otro, con su mano libre colocó algunos cabellos negros tras sus orejas— ¿Qué paso? Pensé que nos veríamos después del examen.
Snape giró el rostro sin querer responder, pero para su mala suerte junto a ellos pasaron un grupito de niños de primero que habían visto la escena debajo del árbol, los niños soltaron algunas risas pero al parecer fueron ahuyentados por las miradas negra y gris. Sin tener realmente otra opción Severus le contó a Sirius lo que había ocurrido, como había quedado de cabeza y como había terminado su amistad con Lily.
—Yo... lo siento— ¿Qué se supone que uno dice en una situación así? — Tambien por lo de Evans, ya veremos como podemos hacer que te perdone.
El gesto confuso del pelinegro le causo algo de diversión— ¿Qué ocurre?
—¿No estas molesto conmigo? Por... por lo que le dije a Lily
—Se que no se lo hubieras dicho en otra circunstancia, no debes preocuparte por eso.
Las lagrimas comenzaron a bajar por los ojos negros y él no supo bien cómo reaccionar, tomo sus mejillas y limpio las lagrimas con sus pulgares para después acercar el rostro del otro a sus labios, lentamente acabo la distancia que los separaba para unirse con aquel pequeño y dulce gesto.
—No tienes que preocuparte ahora por nada de lo que ocurrió, yo no podría enojarme contigo cuando te amo tanto.
Unió su frente con la del otro, respirando de manera pausada— Te amo, Severus Snape.
Los segundos corrieron y cuando Sirius creyó que no obtendría respuesta entonces escuchó.
—Te amo, Sirius Black.