Capítulo 04: Deseo

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—¿Yuno? —se apartó con brusquedad casí tirando a Yuno de la rapidez —. ¿E-en verdad eres tú? —tartamudeo sin creérselo.

Asta podría jurar por sus veinte dedos que aquello era un producto de su loca mente por todos lo sucesos que habían sucedido recientemente, si que necesita un descanso de todo.

Casi se echo a llorar cuando la sonrisa de Yuno se extendió en una mueca de burla.

—¿Seguro y estas bien? —preguntó —. Parece que viste un fantasma.

Y al único fantasma que había visto era a él.

Sonrió negando lentamente una vez que Yuno paso su mano por su rostro, no estaba alucinando, era él, no habían dos, solamente uno, como siempre debía haber sido, ¡había vuelto a la normalidad!

—Es un alivio. —suspiró tomando las manos de Yuno en un agarre fuerte —. No vuelvas a hacer estupideces. —frunció su entrecejo apretando su mano más fuerte sacando un quejido de dolor al pelinegro.

—¡Asta, suelta! —se quejó apartandoló de un empujón.

Gruñó dispuesto a reclamar aquel trato, pero sus palabras se quedaron atoradas en su garganta impidiéndole sacar aunque sea un simple quejido.
Asta estaba cabizbajo, sin hacer ruido, y eso no era algo propio de el, el era como un pequeño cachorro lleno de energía interminable y ahora verlo de esa manera le causaba inquietud, una capaz de manipular sus sentidos en más de una manera.

No se dio cuenta cuando pasó, pero en lo menos esperado ya estaba envolviendo entre sus brazos al más bajo; tomando entre sus dedos los cabellos grisáceos alborotados en una suave caricia cargada de sentimientos reprimidos. ¿Por qué? Yuno tenía el presentimiento que algo había sucedió y el no lo sabía, podía confirmar por como lucia Asta.

Oh, Santos grimorios... Asta... El chico gritón del cual había caído rendido como tonto y el que también ahí estaba frente a el mirándolo con sus ojos bañados en preocupación, paseando su vista de pies a cabeza, haciendole ver que lo analizaba de una y mil formas, por muy raro que pareciese.

—Yuno... —susurró apenas y entendible por el movimiento de las hojas chocar entre ellas —. ¿Tienes algo que decirme? —preguntó.

—¿Yo, por qué tendría algo que decirte? —sonrió de lado —. Más bien tu tienes algo que decirme, ¿qué pasa contigo hoy? No se ni porque demonios estoy aquí y mucho menos contigo, parece que en realidad tu me ocultas algo. —gruñó apartando a Asta de su camino, quería regresar.

—Dí la verdad Yuno. —escucho decir detrás suyo.

—La verdad. —sonrió y continuó su camino hasta llegar a un lugar despejado —. Si no tienes algo importante que decirme, me voy.

Silencio.
Solamente eran las pisadas de Asta tratando de acercarse, soltó un suspiro y formó un remolino en el.

—Se que te gusto.

El frío lo congeló, o eso quería hacerse ver, Yuno estaba quieto como una roca, con su mano en el aire y con todo rastro de remolino consumiendosé entre la ventisca de la naturaleza.

—¿Gustarme? —Se giró —. ¿Te estas escuchando? Soy un hombre y tu también, es imposible que me gustes. —una carcajada sarcástica y dolorosa salió de su garganta en un tono cansado —. Asta, este día andas muy tonto, regresa a tu habitación o vete a tomar ese asqueroso jugo.

—Puedo ser tonto, pero lo veo claro, deja de mentir... —gruñó Asta acercándose al más alto —. Me lo dijiste, dijiste que te gusto desde que éramos niños, no te engañes, no lo hagas más...

—¡Basta Asta! —aquel grito lo hizo retroceder un paso por lo repentino que fue. Las facciones que en algún momento se encontraban relajadas pasaron a convertirse en unas de dolor —. ¡Deja de decir eso, como si fuera a ser relevante! ¿Gustarme tú? Eres un gritón, bajo y poco tolerante, no tienes nada que me guste, por favor saca eso de tu mente, o si no...

—¿Si no qué? —Asta atrajo a Yuno de un jalón de su ropa haciendo chocar sus cuerpo el uno con el otro, juntos, invadiendo el espacio de uno y otro —¿Será un pecado? —susurró suavemente delineado cada palabra en un suave baile entre sus labios, o así lo quería ver, cegandolo por completo en un éxtasis de ensueño en cual el era el único atrapado, Yuno estaba encantado, no lo negaba —. ¿Piensas que te miraré con asco y me alejaré de ti por como eres? —continuó, esta vez mirando sus ojos brillantes bajo la luz de la luna aullando por ser reclamado, como alfa a omega.

Desearlo era poco, estaba consumido en la locura y Yuno era un completo desquiciado en un centro de rehabilitación, por querer más... Por querer e imaginar esos labios posarse sobre los suyos en un baile audaz y sensual donde el ganador sería el que corrompiera al otro hasta el éxtasis del orgasmo. Pensar en grande era parte suya, pero hacer poco y consumirse en lo políticamente correcto era más.

—Quiero besarte.

Joder, si que lo quería, quería más que nadie que se callara y que terminara aquella tentación, no supo que fue, si la mirada atónita del chico o el suave viento despeinar su cabello de una manera encantadora, pero el lo hizo; hizo aquello que venía deseando por años, besarlo.

Tomarlo de la nuca y saborear la piel carnosa entre los suyos en un suave vaivén lento donde lo único que se hacía presente era el quejido de dolor por el chocar de sus dientes y labios, quería más, mucho más, sentir más, el como recorría entre la oscuridad de la noche el bello elixir de lo moralmente prohibido y del pecado, quería pecar y lo estaba haciendo, pertenecer al mundo de los demonios, quería ser consumido por el fuego de lo maldito, si con eso podía seguir sintiéndolo, saboreando cada parte hasta terminar rendido y sin alma, lo haría, claro que si.
Pero el empujón contra su pecho no lo dejó, hizo de presencia con un “pooff” de sus labios despegandose, volviendo en si y sacándolo de su burbuja flotante. Gruñó.

—Y-Yuno —susurró Asta, respirando agitado con sus manos contra el pecho del alto, apretando las telas y arrugandolas por las acciones anteriores, estaba sonrojado al máximo esplendor, nervioso y maravillado, jugeteando con el deseo de profundidad y locura de los deseos más bajos que un humano correctamente debe expresar, besarlo, había besado a un chico, ¿mal? Malísimo, pero estaba hecho, había jugado con fuego y el precio del pecado ahí estaba.

—Cállate.

Y así fue, Yuno lo volvió a hacer, lo tomó una vez más como un cazador a su presa, rápido y fuerte, demasiado para ser verdad, delineado la comisura de sus labios abriendo paso en la profundidad de la cálida boca del dueño de sus fantasías y más oscuros deseos carnales, deseaba tanto de el y a la vez tan poco tenía. Jugueteado como se lo imagino, enredo su lengua contra la otra en un beso demasiado caliente, Asta había tomado la iniciativa y también lo hacía, ignorando aquellos impulsos que le decían que estaba haciendo algo mal, tan bueno y malo a la vez, pero a él; a Yuno le encantaba ese rol dominante de una batalla donde la calentura era el regalo  y delinear sus bocas era el requisito.

Encantador...

Sus besos dejaron de tomar importancia cuando sus rápidas manos pasaron de tomar entre sus dedos la cabellera a delinear la cintura en un toque caliente, quemando en demasía por más y más, queriendo saltar y sobrepasar las vallas que en algún momento su mente había ubicado y sobrepuesto sobre la realidad, pero ahí estaba el, saboreando, deseando descaradamente como sus fantasías que alguna vez fueron, llegaron en sus cinco sentidos, e incluso mejores.

Oh Dios, cuanto deseaba que no fuera un sueño.

—¿E-estas consiente de lo que hacemos?

El susurro de Asta contra su oído fue como una vibración a su más baja conciencia, jadear, jadear era lo único que podía hacer cuando unas manos le sujetaban las suyas impidiéndole el paso a más.

—Lo estoy, se que estoy besando a un chico y me importa una mierda.

Lo declaró, era un descarado, y vaya que lo era, pero no podía ocultar lo que había hecho, volvió a hacerlo una vez más, pero esta vez deteniéndose por voluntad, gruñendo y causando espasmos de placer en medio del deseo.

—¿Q-qué están haciendo?

Mierda.






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Two Yuno's [YunAsta] ©iLAWJAEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora