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No sabia cuanto tiempo había pasado en su forma animal, estaba confundido y algo nervioso, recuerda cómo había roto por completo el huevo con ayuda de sus garras, sin tocar ni siquiera a Rubén.

Él estaba ahí delante suya, completa y profundamente dormido, sus temblorosas y lastimadas manos tocaron con timidez su pálido rostro.

Era la peor frialdad que pudo haber sentido.

Sino fuera por su tranquila respiración, fácilmente podrían hacerlo pasar por muerto, Vegetta agradeció que no fuera así.

Tuvo que usar algo de fuerza para poder sacarlo de ahí, en el momento en que ambos cayeron al suelo, la estructura tembló.

Rubén se quejaba entre sueños y ahí fue cuando lo comprendió todo.

Samael no era nada, nunca lo vieron como una amenaza porque aquel demonio no podría hacer nada por si mismo, necesitaba una fuente de energía, una fuente de vida.

Por eso necesitaba tener a Rubén ahí, sentir la estructura temblar le hizo salir de sus pensamientos, aquel lugar lo había hecho aquel demonio, se desplomaría si su teoría era correcta.

El hibrido de oso se quejaba constante y levemente, estaba despertando, estaba consciente pero estaba muy débil, podía sentirlo.

Guardo la espada en la vaina que cargaba en su costado, no podía esperar a que Rubén estuviera al tanto de su entorno para llevárselo de ahí. Tuvo que arreglárselas un poco para subirlo a su espalda, una de sus manos lo sujetaba por detrás mientras la otra tenía sus muñecas.

Recordaba un poco el camino que había recorrido, tenía que apresurarse, la luna estaba a una hora de quedar en el punto más alto del cielo.

No le tomo nada comenzar a correr a grandes zancadas, intentando con todas sus fuerzas mantener el equilibrio, no quería caerse, no quería lastimar a su esposo, sin embargo con cada paso que daba veía cada vez más borroso.

El cansancio de su repentina transformación le estaba ganando, el dolor de sus lastimados nudillos y el frío ardiente que quemaba su piel, todo junto le hacían querer gritar de dolor.

Pero sabía que no habría victoria sin sacrificio.

Y él, soltó una leve risa, podría sacrificar todo por el bienestar de Rubén. Había luchado tanto para llegar hasta él, no podía rendirse ahora que su amado estaba en su espalda, a unos cuantos metros de la libertad y la victoria.

La duda comenzó a invadirlo. ¿Qué pasaría cuando él y su esposo salieran del glaciar?

¿Samael solo desaparecería? ¿Se reduciría a cenizas? ¿Sus atributos híbridos se esfumarían? ¿Acaso la madre de Rubén..?

Eran tantas preguntas en su cabeza que mareaban, sentía que caería, sus agitados jadeos sonaban cada vez más suerte y hacían un eco en las paredes de hielo, las cuales comenzaban a agrietarse.

— Solo un poco más... — Susurro para si mismo, completamente afónico del frío, sus pulmones estaban llenos de aire frío y sentía su interior arder, podía sentir la salida. No supo cómo, pero en el momento en que escuchó el hielo comenzando a caer, sus piernas se movieron aún más rápido.

La luz de la victoria estaba a unos metros más, con sus últimas fuerzas, dio un salto hacia la salida.

La luz de las linternas los iluminaron cuando se dejó vencer en la nieve, soltó a Rubius suavemente dejándolo caer a su lado.

Los párpados del albino comenzaron a moverse, dejando entrever sus orbes esmeraldas y era como si el hibrido hubiera estado esperando a estar a salvo, en ese momento Rubius despertó.

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⏰ Última actualización: Nov 10, 2022 ⏰

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