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— Toda la tribu de híbridos de osos polares ha vivido aquí por miles de años. Todo este lugar nos pertenece, es nuestro hogar y por ente, es nuestro deber protegerlo y rezarle a la diosa Alba por el bienestar del pueblo — Había amanecido en las tierra de hielo del norte, el frío calaba hasta los huesos si eras un humano normal y no portabas las vestimentas adecuadas, para los híbridos era como un fresca brisa de verano.

— ¿Alba? — preguntó curioso. Unos pants, al igual que un sencillo abrigo era todo lo que portaba, a diferencia de su padre, que usaba una especie de uniforme extraño. Supuso que la vestimenta de la tribu. Sabía que el frío no le afectaba demasiado, pero no quería regresar mucho más pálido de lo que era.

Después de haber "desbloqueado" su parte híbrida de oso polar, no sólo su cabello se volvió blanco, su piel poco a poco comenzaba a ponerse más pálida y blanca. Dejándole irreconocible para muchas personas, de no ser por sus profundos ojos esmeralda, dirían que era una persona completamente nueva.

— La diosa del destino y la prosperidad — caminaban tranquilamente por la nieve, siguiendo un camino de antorchas. ¿Por qué su padre vivía tan lejos de la tribu? — Cuenta la leyenda, que la vida que cada ser humano, animal y planta está plasmada en un libro. Un libro que fue escrito por ella misma, Alba decide tu vida, desde el momento en que naces hasta el momento en que mueres. Nada sucede por accidente —.

— ¿Entonces la vez que empuje sin querer a Auron por la escaleras también estaba destinado a pasar? — preguntó divertido.

— Supongo —

— Cool —.

Observó alegre como el pueblo de alzaba a la lejanía, estaba emocionado, al fin podría conocer una parte de él que nunca supo que necesitaba. Esa parte escondida, que a pesar de haber estado durmiendo, seguía siendo parte de él.

— ¡Vamos ya, papá! — exclamó tomando el brazo del hombre, para que ambos comenzaran a correr, se detuvo cuando su padre no le siguió el ritmo y se veía bastante preocupado. — ¿Qué sucede? —

— Escucha, hijo — habló seriamente — Seré sincero — Rubén escuchaba atentamente — Es una tribu bastante antigua, los pensamientos de la gente pueden llegar a ser un tanto... — le costaba — Crueles. Trata de no tomártelo personal, ellos tienen estos pensamientos raros, eso incluye a tus abuelos —.

A pesar de sentirte confundido, Rubius asintió lentamente — Lo entiendo —.

— Gracias — suspiró aliviado — El pueblo entero estará encantado de conocerte — comenzaron a caminar hacia la entrada, todo parecía sacado de una película — Antes de que lo olvidé — Esben se acercó hasta sus orejas para susurrar un:

"No menciones a Vegetta"

Rubén estaba confundido. ¿Por qué no? Era su pareja, su esposo. ¿Por qué no habría de mencionarlo? No entendía nada

Tampoco entendía porque la gente del pueblo les miraba de forma burlona, bueno, miraban directamente a su padre.

Quien se había colocado la capucha y la mascarilla nuevamente. ¿Qué sucedía?

— ¡Miren a quien tenemos aquí! — Una voz les hizo detenerse, Esben se giró lentamente, su mirada podía cortar hasta el trozo más grande de carne. Rubén se giró curioso — ¡Tenemos a la vergüenza de la familia Doblas! —.

— ¿Eh? —

— ¿Cómo va todo, Esben? — Era un hombre curioso, se parecía demasiado a su padre, pero sus cabellos eran almas oscuros, poseía una barba enorme para su gusto, inclusive se veía un poco más mayor. Burlesco, rodeó los hombros de su padre. — ¿Qué te trae por acá? —.

— ¿Mamá y papá están en casa? — algo cuadro para Rubén, aquel hombre quizá era un primo, hermano o tío de su padre. No lo sabría sin preguntar.

— Hola, soy Rubén — Esben observó con pánico al héroe, al mismo tiempo que el hombre le miraba curioso.

— Así que no estabas bromeando eh, hermanito — el hombre, que acababa de descubrir que es su tío, se le acercó oliéndole levemente. — Realmente tu hijo está vivo, Esben —.

— Un placer conocerle, señor — respondió nervioso por la cercanía.

— Te diría que igual de hermoso que tu madre — Rubius sonrió tímidamente, aún que para ser sinceros, más que una sonrisa era una mueca — Si tan solo la hubiéramos conocido — La sonrisa se desvaneció al mismo tiempo que el hombre intentó soltar una carcajada que fue detenida por un puñetazo en su mejilla.

Rubén observó a su padre. Su mirada estaba llena de ira.

— Puedes burlarte de mi todo lo que quieras, Arlo — el pueblo entero de había detenido a observar la escena — Pero no te atrevas a meterte con la memoria de mi amada Eliza — su semblante serio se ablandó al tomar la mano de Rubén, quien permanecía expectante, para acercarlo a su lado — Vamos, hijo —.

— ¿Papá? — preguntó suavemente una vez estuvieran alejados de alguien quien pudiera escucharles.

— Se que tienes dudas, Rubén, y las responderé todas, pero no ahora — aclaró con una sonrisa amable — Hagamos esto rápido y regresemos a casa — el menor asintió, no quería presionar a su padre, confiaba en él.

Llegaron a una cabaña acogedora, el humo de la chimenea salía por un costado de ella, demostrando la calidez que resguardaba.

Esben abrió la puerta con tranquilidad, a pesar de los nervios que le carcomían por dentro.

La sala era espaciosa y agradable, todo perfectamente acomodado, limpio y brillante, el inevitable recuerdo de Vegetta siendo increíblemente simétrico con todo llegó a su cabeza, haciéndole sonreír levemente.

Una mujer y un hombre, mayores claramente, miraban expectantes desde los sillones donde se encontraban. El ambiente tenso comenzó a hacerse presentarse.

— Veo que decías la verdad respecto a tu hijo, Esben — habló la mujer firmemente mientras se levantaba con calma — Acércate a mi, Rubén —.

Con pasos inseguros, comenzó a dirigirse hacia quien parecía ser su abuela, una sonrisa invadió su rostro al mismo tiempo que abría sus brazos para recibir el abrazo.

— ¿Qué haces? — preguntó confundida, observando asqueada lo que el chico quería hacer — Solo quiero ver tus orejas, agáchate un poco — no entendía que estaba pasando, así que no dudo en seguir su orden, algo incómodo — Orejas de oso polar perfectas — un escalofrío recorrió su cuerpo cuando la mujer las tocó sin cuidado alguno.

— Eso no quita que siga siendo también un oso pardo, madre — Esben observaba a esa mujer como si de una amenaza se tratase.

— Eso da igual, ya lo hablamos con la chica — Esben palideció, la mujer sonrió y Rubius le miró confundido.

— ¿Chica? — preguntó, tenía un mal presentimiento.

— Tu padre cometió un error al enamorarse de la osa parda de tu madre — No le gustaba a donde iba esa conversación — Y tú los arreglarás casándote con la primogénita del pueblo vecino —.

Esto debería ser una broma.

— Yo no puedo casarme — respondió rápidamente.

— ¿Por qué no? —

— Yo ya estoy casado — mostró el anillo que adornaba su dedo.

— ¿Ah si? — la anciana le miraba con recelo — ¿Con la primogénita de que tribu? Quiero saber quien fue la afortunada — la última palabra la mencionó con dificultad y asco.

— Realmente yo soy el afortunado, su nombre es Samuel  —

— Oh no —

— ¿Qué? —.

Alma De OsoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora