Capítulo 10 ...

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Capítulo 10 Literalmente , metí la pata.

Los días pasaban como pasaba el viento; rápido, constante, casi sin ser visto, sin ser percibido. Según Mark: “todo tan aburrido como podía ser una vida sin internet”. Dejando de lado que ni siquiera había móvil.

Vamos, no era como estar pensando en vaguerías. Estaba viviendo una vida particularmente monótona, extrañaba el ruido, las viejas de su barrio preguntando sin discreciones, los olores desagradables y la contaminación sonora de un loco al que luego le mandarían la patrulla a su casa. Sí, extrañaba sobre todo oír el sonido de la tecla de un piano, el tono de su teléfono anunciando la llamada o el mensaje de uno de sus amigos, la locura de bajar por la ventana para no enfrentar a su madre en las escaleras, escoger una ropa casual para ir a hacer cosas casuales. Extrañaba muchas cosas, cosas que siempre le parecieron aburridas, ahora se le hacían lo más divertido del mundo.

Un día aquel chico le dijo “¿Por qué arreglarte la ropa en la puerta de la casa si te la sacarás en un instante?”. El recuerdo le sacó una risa ¿por qué? “Era divertido” Aunque realmente no llegara tan lejos como para quitarse toda la ropa, le parecía agradable saber que minutos antes de cruzar el umbral de la puerta, aun la tenía puesta y oh, no había escogido la equivocada por los nervios. Pero aún le avergonzaba que le recordara que no había ido solo a beber té.

Lindos días.

Era fácil resolver su rostro avergonzado con un golpe en la cabeza del otro, pero díganle ahora ¿a quién le daría un golpe? Y mira que ganas no le faltaban.

¿Hablaba de vida monótona y aburrida? Mark hace objeción ¿Qué es monótono? Tonterías, ¡ahora mismo rogaba por volver a su absurda y cruel monótona vida anterior! ¿¡Quien dijo que en la edad de piedra se podría vivir en la tranquilidad de la vaguedad y la holgazanería!? ¡Estúpido, inhumano y estúpido otra vez! ¡La edad de piedra era un torrente de cosas increíblemente ridículas una tras otra!

“¡AH! ¡Rueguen por mi alma que ha sido mandada al infierno!”

No eran ganas de quejarse, pero había cosas y no dejaban de haber cosas. Un minuto, dos. Este era el momento en el que le gustaría intervenir en una misa de domingo justo en la parte “el diablo está en la tierra”. Se pararía de su asiento y pronunciaría sin excentricidad “la tierra siempre fue el infierno, no jodas, simplemente expulsamos al diablo con un puto meteoro ¿Infierno? Pues si quieres verlo, dale, ve a la edad de piedra, lo sufrirás en carne propia y no, no tiene fuego”.

¿Su vida no podía estar ligada al desastre y la mala suerte verdad? ¿Acaso su segunda oportunidad tenía que ser más obstáculos que camino plano, liso y sin baches? Perfecto, pide permiso al creado para sentarse en una roca a tomar el aire.

-¿Cuánto falta? –la pregunta salió con tanto ánimo como el que tendría un anciano luego de escalar el Everest.

El troglodita apoyó la espalda a un árbol. Parecía que Mark no era el único a punto de dejar el alma –Falta un poco.

Mark solo hizo una mueca de desgane hacia la situación. Llevaban todo un día caminando. No, más bien intercalando caminar con correr, puesto que nunca faltó un reptil carnívoro que quisiera atacarles de paso.

-Descansa, no estamos tan lejos como para que la noche caiga antes de llegar –el troglodita tenía razón. Mark ni siquiera supo cómo llegaron a esta situación. Se habían alejado tanto de las cuevas…

-Está bien –se tiró en el suelo y estiró la espalda –solo déjame descansar un poco o terminaré siendo aperitivo para el próximo dinosaurio que se nos cruce.

El troglodita solo se sentó a un lado buscando apoyo del árbol detrás –A veces parece que lo deseas –Mark tragó en seco.

Rebobinando en su mente, no le parecería extraño que el troglodita en este instante intente estrangularlo.

Un novio en la edad de piedraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora